Este libro es una oportunidad maravillosa para conocer la situación real de las personas trans, para acercarse a escuchar a quienes están en las situaciones más vulnerables. Shon Faye ha realizado entrevistas y recopilado información para conseguir esto, de forma que se trata de un análisis y no de unas memorias.
Se nos ve, pero no se nos escucha (p.19)
Hay cifras que se nos quedan grabadas en la memoria. Quizás recuerdes fácilmente tu código postal, el número de tu documento de identidad o alguna fecha que supuso un momento de ruptura en tu vida. Desde que lo leí, hará un par de años, a mí me marcó el dato que aparecía en numerosos artículos sobre que las personas trans tenemos una tasa de paro del 80% [1] en España. Shon Faye expone la cifra de Irlanda, que es del 50%, porque no se contabiliza el número en el Reino Unido (p.156). Creciendo con estas estadísticas, es difícil no sentir que el futuro está cancelado para nosotres por el hecho de ser transgrediendo la norma. Nos condenan a una sospecha permanente que nos obliga a esforzarnos mucho más.
Trans: Un alegato por un mundo más justo y más libre (Blackie Books, 2022) pone el foco en el contexto británico pero la mayoría de situaciones que relata no son muy distintas a las que se dan cada día en el territorio del Estado español. Los debates respecto a nuestros derechos son similares y se presentan en las mismas condiciones en los grandes medios. Como describe Shon, “el debate típico sobre la gente trans invita a alguien que defiende a las personas trans por un lado y alguien que «expresa sus preocupaciones» por otro, como si ambas partes estuvieran igual de afectadas por la cuestión” (p. 28). Ahí se nos ve, pero, como continúa diciendo, esa visibilidad es realmente de “sus problemas con nosotras, no de aquellos que tenemos nosotras”. El hecho de que empiece a haber más personas trans representadas en la cultura cuya existencia luego se ponga en cuestión en las redes sociales y en tertulias no es suficiente. La representación trans en los medios de las sociedades capitalistas se da como entretenimiento cuando “ponen en primer plano lo que nos hace diferentes, peculiares, llamativas, molestas o extrañas” (p. 170) o “normalizando una realidad trans blanca, de clase media, profesional y no discapacitada como la experiencia por defecto, cuando es, estadísticamente, la excepción” (p. 172). Lo primero ocurre cuando se nos pinta como chiste o se nos ofrece como producto a los espectadores. Lo segundo es un intento de neutralizar una amenaza porque muestran a las personas trans que aquellas personas cis con el poder para establecer los términos de la discusión consideran “decentes”. Shon señala acertadamente aquí que “estos debates son agotadoras pérdidas de tiempo que nos distraen de aquello de lo que deberíamos hablar: las formas materiales en las que somos oprimidas” (p. 36).
¿Pero por qué las personas trans generan tanto pánico moral? Hace unos días decía en Twitter Fernando Savater que “al final la lucha de la izquierda identitaria es la de hundir la estructura mental de la sociedad en que vivimos”. Podríamos responderle, emulando a Marx y a Engels en el Manifiesto Comunista (y salvando las distancias) que “efectivamente, eso es lo que queremos”. La estructura mental de la sociedad en que vivimos es la base sobre la que se ha construido la atención sanitaria que, como explica Shon, históricamente “ha tenido menos que ver con darle autonomía (empowering) a las personas trans y más con atar los cabos sueltos del binarismo de género de una sociedad en la que las vidas de las personas trans parecían amenazar esa idea” (p. 103). La mirada cis que mantiene las relaciones de dominación patriarcal tratando de un modo paternalista a las personas trans es la que intenta controlar la reproducción tratando de igual forma a las mujeres que quieren abortar. Lo hace “exagerando la incidencia y la posibilidad del arrepentimiento de cada proceso y con una atención mediática desproporcionada hacia las historias de quienes se arrepienten de sus elecciones personales, generalmente como modo de debilitar el principio de la elección” (p. 105). Se trata de una relación de poder donde llevar una bata blanca significa tener la capacidad de ejercer el control sobre esta estructura que es muy útil para perpetuar la explotación capitalista.
Ahí nos encontramos las personas trans, racializadas, discas, psiquiatrizadas y las mujeres en general, porque el tratamiento paternalista no se aplica a casos aislados. Faye remarca que “esto no es solo una cuestión de unas pocas “manzanas podridas” dentro de la psiquiatría o un problema de ignorancia bienintencionada por parte de las secretarias del centro médico que pueda ser rápidamente arreglado con una sesión de formación por la tarde. El sistema médico del país es sistémica e institucionalmente discriminatorio para con las personas trans” (p. 102). Esta última afirmación no habla solo del Reino Unido, ya que en muchas comunidades autónomas de España pueden pasar meses o años hasta conseguir el Tratamiento de Reemplazo Hormonal, más aún para las personas psiquiatrizadas y adolescentes cuyo malestar se reduce mucho precisamente con este.
Sin embargo, individuos que poseen unos altavoces suficientemente grandes para que se les escuche insisten en decir que somos un lobby relacionado con la industria farmacéutica. “La transfobia de derecha e izquierda basa su retórica en separar a las personas trans del conjunto de la clase trabajadora, y se apoya en una crítica constante a las «políticas identitarias»” (p. 162). Se ridiculizan nuestras demandas rompiendo solidaridades mientras “oculta(n) la enorme cantidad de pruebas de que en Gran Bretaña, como en todo el mundo, la gran mayoría de las personas trans son clase trabajadora” (p. 165). Además, Faye también señala que solo el 41% de gente estaría “totalmente de acuerdo” en que podríamos dar clases a menores… ¡y solo el 43% nos daría la confianza para mantener el orden y la dominación burguesa siendo policías! Lo último puede ser incluso halagador, pero “esta clase de prejuicios inconscientes hacen que sea menos probable que los empleadores contraten a una persona trans” (p. 157), añado, si saben que lo son. Trans: Un alegato por un mundo más justo y más libre es una oportunidad maravillosa para conocer la situación real de las personas trans, para acercarse a escuchar a quienes están en las situaciones más vulnerables como las personas sin hogar, las trabajadoras sexuales, las personas trans racializadas, las que están presas… Shon Faye ha realizado entrevistas y recopilado información para conseguir esto, de forma que se trata de un análisis y no de unas memorias: “nadie tiene que conocer los detalles íntimos de mi vida privada para apoyarme. Que nadie se preocupe por el porqué sino por el qué. ¿Qué produce el hecho de ser una persona trans en una sociedad tránsfoba? Hoy en día, muy a menudo sigue produciendo violencia, prejuicios y discriminación” (p. 37).
Si se hubieran molestado en escucharnos, ciertas personas cis en posiciones de poder sabrían que no defendemos tener “almas atrapadas en cuerpos que no les corresponden” sino que para nosotres los cuerpos equivocados son más bien los que, legitimados por el Estado, ejercen violencia contra la clase trabajadora. Shon carga contra el punitivismo y la posibilidad de construcción de cárceles específicas para personas trans porque “el mecanismo del complejo industrial carcelario es evidente: conforme construye más jaulas, también encuentra a más gente para meterla en ellas. Por extensión lógica, entonces, la normalización de «la prisión trans» solo supondrá que haya más personas trans presas” (p. 243). Así, “la reconciliación absoluta entre la liberación trans y la policía es imposible, porque la policía sigue funcionando como brazo de una maquinaria mayor de justicia criminal que ni hoy ni nunca podrá dar espacio a muchas personas trans” (p. 227), especialmente a nuestras compañeras racializadas y psiquiatrizadas.
No se trata de dar una imagen normativa para suplicar que nos acepten: “somos reticentes a defender la inclusión dentro de un sistema que nos parece repugnante” (p. 214). Lo trans tiene un potencial emancipador que tanto el liberalismo y el pinkwashing como los reaccionarios “rojipardos” intentan borrar. “La existencia de las personas trans debería hacer que todo el mundo observara con detenimiento y honestidad sus propios supuestos sobre el género, y se preguntara si esas creencias son tan estables y evidentes como parecían en su momento” (p. 330). Desde lo trans cuestionamos los marcos de la sociedad capitalista, empezando por el género y cómo se expresa en el mundo que trazamos con el lenguaje, donde la traducción de Rosa María García tiene un papel importante usando el femenino genérico para señalar el sexismo de nuestra lengua. Somos una amenaza porque sabemos que “no puede haber liberación trans bajo el capitalismo” (p. 335) y lo queremos todo, sin permitir que ningune camarada se quede atrás. Por eso este libro es un alegato por un mundo más justo y más libre. Aunque no tengamos grandes altavoces ni el capital nos dé la misma legitimidad para hablar, el resto de camaradas podéis acercaros a escucharnos en lugar de ponernos en cuestión. De eso va realmente “la cuestión trans” [2]. Shon Faye la hace accesible para cualquier persona que comparta nuestros objetivos y esté dispuesta a tendernos la mano.
[1] Si bien el impacto mediático del dato hace que haya afectado a muchas personas trans, Elizabeth Duval investiga su origen en Después de lo trans (pp. 145-148, La Caja Books, 2021) y no encuentra ninguna base sólida para este. La muestra del estudio habría sido de 33 mujeres trans de Barcelona en 2018 y no puede ser representativa para toda la población: no podemos ignorar la influencia del ajuste exigido al propio género, la etnia y la clase en la discriminación a las personas trans.
[2] Aquí se hace referencia al título original en inglés: The Transgender Issue: An Argument for Justice (Allen Lane, 2021), donde “issue” puede traducirse por “cuestión” o “problema”, siendo literalmente “La cuestión trans” o “El problema trans”.
La elección de traducir y editar estas entrevistas podría parecer obvia, pero no por ello menos acertada ni desprovista de desafíos, muchos de ellos resueltos con solvencia. Otros, muy dependientes de cómo se medirá la actualidad de las palabras de Chomsky con el resultado final del conflicto.
Ani Pérez encuentra con este libro la manera de esclarecer las dudas y las confusiones que existen en los procesos de cambio que estamos viviendo en el sistema educativo. Lo hace escribiendo un libro que ella misma reconoce que hubiese criticado hace unos años.
Tras varios años de pandemia que han desmovilizado considerablemente al movimiento climático, se hace necesario repensar las estrategias y las tácticas políticas que deben ponerse en marcha para evitar el desastre planetario. Andreas Malm nos invita con audacia a considerar el boicot de las infraestructuras de la economía fósil como parte fundamental del ejercicio de presión que el movimiento tendría que ejercer sobre unos gobiernos sumisos ante el colapso climático.
La filósofa Carolina Meloni (Tucumán, 1975) busca sacudirnos examinando el potencial emancipador de nuestros sueños. Aunque encontramos un texto en el que Meloni se abre a aquellas que leemos, la interpelación en sus páginas es a un sujeto colectivo.
Arrollados por la ola cibernética, no tratan de negar ni oponerse al claro espíritu de su época como otros aburridos miserabilistas, pero tampoco se imbuyen en ella de manera acrítica, como muchos otros posthumanos que no supieron ver el claro anacronismo que supondría en el futuro la excesiva identificación con su tiempo.
En algún momento de la película, fruto de un diálogo entre personajes que no recuerdo, hay un enunciado que llamó especialmente mi atención y que hace evidente la pérdida del sentido de autoridad que recorre el argumento: «antes, podías estar encerrado en una habitación con el enemigo y mirarle a la cara. Ahora, el enemigo está en el aire».
Con un esmero encomiable, Bravo hilvana los hilos malditos de la historia, los personajes de los márgenes, entre diseñadores olvidados y vikingos del siglo XX, amantes despechados y terroristas ajusticiados en sus celdas.
El nacionalpopulismo es una respuesta con sólidas razones históricas a la crisis de un sistema, pero tiene un parentesco con el mismo sistema al cual se opone, tanto en su origen, como en su destino.
Marvel se ha convertido en un dispositivo privilegiado para medir las diferentes vertientes y rasgos de la imaginación cultural y política actual, pues, muy lejos de ser mero entretenimiento, ha logrado atraer a millones de personas en todo el globo a partir de una serie de mitos y elementos narrativos que dicen mucho de cómo el mundo se piensa a sí mismo y, en concreto, como se piensa en relación con su propio contexto histórico.
La biografía aquí reseñada podría ser leída como una suerte de aplicación práctica de la «Ética», un estudio de caso demostrado según el orden historiográfico en lugar del geométrico: la vida y obra de Spinoza como el efecto resultante de una enorme cantidad de causas incidentes que el autor documenta con una rigurosidad pasmosa.
«Debemos elegir qué relato contar. Si preferimos la inevitabilidad de capitalismo y la falibilidad del progreso o, por el contrario, si optamos por el deseo del progreso y la accidentalidad del capitalismo» Xandru Fernández
El papel de la policía en las sociedades contemporáneas debe ser cuestionado, y el sociólogo Alex S. Vitale ofrece en «El Final del Control Policial» la posibilidad de abrir espacios de conversación en torno a cómo queremos organizar nuestras comunidades. A pesar de centrar su crítica en el modelo estadounidense, la obra de Vitale ofrece al lector lecciones y herramientas útiles para el análisis de las estructuras de poder que refuerzan y legitiman el control policial en su propio contexto nacional.
A partir de conversaciones con diferentes lectores y lectoras, Zafra construye de forma epistolar un ensayo pausado, ágil de leer y que vuelve a poner encima de la mesa la situación cada vez más insostenible de la industria cultural y sus trabajadores.
Los discursos que podemos leer en este libro pueden ser entendidos cómo una llamada a la acción, un aterrizaje concreto que además no obedece a un orden vertical, sino que es fruto del debate dado por las organizaciones que integran el EMMP.
Una teoría tan sofisticada como la de Laclau bien necesitaba una introducción. Antonio Gómez Villar se propuso suturar esta brecha, tres años más tarde, con la publicación de «Ernesto Laclau i Chantal Mouffe: populisme i hegemonía» (Gedisa, Barcelona, 2018), una obra que encuentra un calculado equilibrio entre la divulgación y la información teórica.
Si nos preocupa nuestro presente, si queremos plantear un horizonte alternativo al capitalista que nos lleva a la extinción, debemos tomar muy en cuenta las preguntas, explicaciones y enseñanzas que Antonio Antón nos ofrece a través del gigante Gargantúa.
Bastani presenta un escenario de crisis multidimensional que hoy se enfoca sobre todo desde la perspectiva de la escasez y la desigualdad y cuya propuesta hegemónica es aumentar los sacrificios para, en el mejor de los casos, vivir en un declive más suave.
En el estudio de Hochschild, su estimación sobre las horas empleadas por las mujeres entre trabajo productivo y reproductivo es de quince horas extras a la semana más que los hombres, lo que supone una doble jornada, en toda regla.
Estamos ante un ensayo impecable, que consigue hacer sencillo lo complejo, exponiendo y explicando términos que van desde la teoría psicoanalítica lacaniana hasta las multiplicidades de la teoría queer, pasando por la teoría feminista.
¿Qué es estar enfermo? ¿quién define la enfermedad? ¿cuáles son sus límites? ¿qué relación guarda la enfermedad con nuestro cuerpo? Estas son algunas de las preguntas que atraviesan el libro «La emancipación de los cuerpos».
En sus páginas no solo hay un Fisher diferente, hay uno de los mejores Fisher. El contenido del curso que Mark había diseñado tenía un objetivo claro: abandonar la vaguedad que parece rodear un término como “Post capitalismo”.
¿Por qué se habla de Estado español y se rechazan los símbolos oficiales de España? ¿Por qué leemos tanto a Balzac o a Dickens y tan poco a Cervantes y Galdós? Santiago Alba Rico nos da algunas posibles respuestas en este libro.