White Lotus logra dejarnos con el buen cuerpo que nos dejaría un amigo que se ríe, con benevolencia y compasión, de todo y de todos, en vez de con la frialdad del escrutinio moral y clínico de un psicólogo que desconoce su propio sesgo político.
La segunda entrega de la comedia dramática The White Lotus, serie escrita y dirigida por Mike White, ambientada esta vez en un hotel de cinco estrellas en Sicilia, Italia, ha brillado por todo lo alto. Esta sátira, que puede verse en HBO, sigue una semana de vacaciones de varios grupos de turistas ricos americanos: dos parejas de treinta y pico –en las que merece la pena poner el foco, haría falta un libro para hablar de cada núcleo de personajes–, tres generaciones de italoamericanos, y una señora y su traicionero marido. La temporada también sigue los caminos de varios trabajadores locales: la asistente personal de la señora, Portia, los timadores mafiosos que van a por ellas, las trabajadoras sexuales Lucia y Mia y los trabajadores del hotel.
En un ejercicio descriptivo que huye del moralismo y se refugia marcadamente en la sátira, White logra dejarnos con el buen cuerpo que nos dejaría un amigo que se ríe, con benevolencia y compasión, de todo y de todos, en vez de con la frialdad del escrutinio moral y clínico de un psicólogo que desconoce su propio sesgo político. Por eso esta serie resulta tan refrescante: no es un manifiesto político en incógnito, son preguntas amistosas, burlonas e incisivas.
La primera temporada de esta serie ponía el foco de forma evidente en la clase de sus personajes. Arrojando luz sobre los violentos contrastes entre las preocupaciones de la clase capitalista y las de la clase trabajadora que la sirve, White ponía en nuestras manos y pantallas una comedia cuyo aspecto trágico era desesperanzador. En esta nueva temporada, sin embargo, White mantiene los aspectos tragicómicos de su creación, pero se aleja de ambos, desplazándose hacia un aura de suspense que permea toda la serie: ¿de quién es el cuerpo que se halla flotando en el mar en la primera escena?
El relativo cambio en términos de género lo vemos, de forma más intensa, en el aspecto temático: el creador de la serie no pone tanto el foco en la clase sino en el amor, el sexo y el género. Aunque podríamos argumentar que esto abandona la temática que, precisamente, se presentaba como más urgente en la primera temporada, también es cierto que este cambio de ruta nos ofrece un producto más ligero y operático que, sencillamente, engancha. Y el hecho de que el resultado eluda el moralismo y se atreva a hacer equidistancias que en cierta parte de la izquierda política son tabú hace que este show mantenga su relevancia intacta.
Como sabe el propio Mike White, a veces parece que un producto cultural solo puede hablar de los ricos si les deshumaniza al retratarles como desalmados. Sin embargo, la operación que realiza White en su trabajo humaniza a los miembros de la clase capitalista, en la que conviven, dentro de cada persona, frialdad, un narcisismo frágil y sabiduría.
El personaje de Cameron (Theo James) es un claro ejemplo de esto. Integrante de una de las dos parejas de unos treinta y cinco años que se encuentran de vacaciones juntas, este hombre ultrarico y su esposa presumen de ser amigos de Jeff Bezos, no logran recordar ni si votaron, y Cameron en especial manifiesta repetidamente su desdén por las quejas – obviamente legítimas – de la clase trabajadora. Sin embargo, Mike White pone en su boca perlas como la de señalar la obsesión por la monogamia sexual como ‘bourgeois’ o la de subrayar la imposibilidad de celebrar el éxito sin recibir ofensa y envidia como reacción.
Su mujer Daphne, interpretada de forma brillante por Meghann Fahy, es una prueba aún más nítida de la sabiduría que puede hallarse en una mujer supuestamente insufrible en cuanto capitalista y amante de la frivolidad, una ‘Karen’, usando el lenguaje de cierta izquierda. En una conversación sobre el género con Harper (Aubrey Plaza), que no soporta a la pareja, Daphne le habla, apenada por el sufrimiento de los hombres, del caso de los elefantes macho. En un principio, esta puede llegar a parecer una referencia a la naturalización del género – y el capitalismo en general – llevada a cabo por el ‘intelectual’ de la derecha Jordan Peterson al hacer repetidamente referencia a las jerarquías de las langostas.
Daphne dice: ‘Odiaría ser hombre. Tiene que ser solitario, son muy competitivos. (…) Cameron y yo nos fuimos de safari, y vimos manadas de elefantes bañándose en el río. (…) Pero eran solo madres y bebés. Cuando los machos crecen, los echan y los machos tienen que vagar solos por la selva el resto de sus vidas. (…) Los hombres creen que hacen cosas importantes, pero solo vagan solos’. Y la escena corta a unas imágenes de Cameron y Ethan (la pareja de Harper, a quien interpreta Will Sharpe) conduciendo motos de agua en ademán, efectivamente, competitivo. Así, White pone en la boca de Daphne palabras que, acto seguido, nos sugiere que son joyas feministas. De hecho, reflejan el tipo de análisis que hacen críticas como Clara Serra sobre la masculinidad. Para convertirse en un hombre, a uno hay mucho que no se le permite, mucho que debe abandonar: no puede ser un niño, no puede ser gay y no puede ser una mujer. Uno tiene, efectivamente, el mandato de competir cual elefante solitario – lo cual, por supuesto, puede resultar cómico.
Daphne, además, toma una actitud sorprendente ante la reiterada infidelidad de su marido: ‘no soy una víctima’, declara tajantemente ante Harper, para más tarde revelarle que ella hace lo que quiere, incluido tener su propio amante. De nuevo, lo que en principio puede resultar un eco de la derecha ‘antivictimista’ termina por resultar siendo inspirador al observar cómo Daphne es prácticamente el único personaje que disfruta de sus vacaciones – y, parece, de su vida – de toda la serie.
Para empezar, Harper comenta, con aire de superioridad, que Daphne piensa que todo el mundo quiere ser ella. Y la verdad es que mirando Twitter o cualquier otra red social parece que Daphne no anda tan equivocada. Después: el contraste entre la pareja Daphne-Cameron y el personaje de Harper, unida en menor medida a Ethan, son la manera que tiene White de ponernos en bandeja una comparación inesperada.
Harper, de hecho, es una exitosa abogada laboralista, una mujer culta que no para de leer y de ver documentales y las noticias, preocupada por el medio ambiente y por el colonialismo. Aunque White presenta muchos de estos elementos como rasgos positivos, rompe con la posible dicotomía que habría visto a Harper como la buena versus Daphne y Cameron como los malos.
White, de hecho, señala el rechazo profundo que siente Harper hacia sus nuevos ‘amigos’ – las parejas solo viajan juntas porque Ethan y Cameron son amigos desde la universidad – desde el principio del primer capítulo. Harper manifiesta inmediatamente su creencia de que el aire romántico que presenta esta pareja es una farsa: y White corta sus declaraciones pasando a una escena de Daphne y Cameron felices y de compras juntos con ‘Tu farai’ de Mina sonando de fondo. Al contrario que Harper y Ethan, con su fidelidad intacta, la otra pareja se ríe y disfruta del viaje, y así en prácticamente el resto de las escenas en las que aparecen juntos. Ethan y Harper hacen lo contrario: no se ponen ni una mano encima hasta el final de la temporada y discuten hasta el punto de encontrarse al borde de la ruptura.
Harper y Ethan, predecibles árbitros morales, aparentan tener preocupantes actitudes maltusianas al declarar que, hasta hace poco, no estaban para nada seguros de querer tener hijos debido al estado del mundo, se obsesionan destructivamente con la fidelidad y el saber absolutamente todo el uno del deseo del otro, y llegan a declarar que no les gusta ‘binge’ series, un ‘entretenimiento’ al que, según Harper, nos sometemos ‘mientras el mundo sufre’. Al lado de Daphne, que dice con simple e intraducible ligereza ‘I love a binge’ (‘Me encanta ver series del tirón’), White logra, no solo rozando la equidistancia sino incluso subvirtiendo expectativas, que la pareja ‘woke’ nos parezca ridícula y aburrida, y que los puntos de luz de la que supuestamente nos resulta insufrible destaquen como perlas gracias a un factor sorpresa que, además, logra humanizar a los ricos, separar a las personas del sistema. Las reacciones de amor en redes sociales por el personaje de Daphne demuestran que, como dice la actriz Najwa Nimri, los puntos de luz de alguien oscuro resultan más emocionantes que el lado oscuro de alguien luminoso.
Harper y Ethan representan, por lo tanto, a la izquierda identitaria e (híper)horizontalista que parece vivir su vida como si en una diera tiempo de ‘abolir’ todos los males del mundo: manteniéndose enfermizamente transparentes el uno hacia el otro, consumiendo material cultural con mensajes políticos o culturales sesudos, juzgando a los (demás) ricos como si sus maldades personales fueran la raíz de nuestros problemas.
Asimismo, al presentar a una pareja, sexualmente infiel, como feliz, y a una, en principio, fiel, pero presa de una ansiedad constante al vivir obsesionada con controlar los deseos sexuales del otro, la serie nos pregunta: si hay un proyecto de vida compartido lleno de amor y de disfrute, ¿tiene la fidelidad sexual realmente un rol tan inamovible? ¿O deberíamos plantearnos el hecho de que el rol que le damos al deseo y al sexo en el amor tiene raíces reaccionarias? Si todos somos – y todas las parejas son – tan diferentes, ¿por qué iba a encajarnos siempre un mismo guión?
White parece, al señalar el aburrimiento y la ansiedad malgastada que empapa la vida de Harper y Ethan, preguntarnos acerca de cómo definimos el ser fiel, y de si deberíamos ir más allá de la idea de que la supuesta maldad personal de los ricos es el gran problema que nos mantiene explotados. Si esa maldad no es el problema, ¿cuál es entonces la causa de todos los males? ¿Qué potencialidades se abren al hacernos esa pregunta?
Otro personaje clave es Portia (Hayley Lu Richardson), la joven asistenta de Tanya, la -divaza– señora ultrarrica interpretada por la premiada Jennifer Coolidge. Dice: ‘Pensaba que vendría aquí y sentiría algo. ¿Todo es aburrido? (…) Creía que en algún momento el mundo tendría algo más que ofrecer. Misterio o algo, y vas a un sitio, como este, y es precioso y haces una foto y te das cuenta de que el resto está haciendo exactamente la misma foto y has hecho contenido redundante para el puto Instagram y ya no puedes ni perderte porque te puedes buscar en Google Maps’.
Con tan solo esta escena queda claro que Portia es un personaje del que es difícil saber si estaría más orgulloso Mark Fisher – vista a través de sus ojos, hasta Sicilia queda convertida en un ‘aburrido’ anónimo y aséptico non-place (no lugar) de un mundo congelado en un instante de dolor que se dice natural – o Margaret Thatcher – la claustrofobia de la no-alternativa persigue a la joven toda la serie. Hablando con Albie (Adam DiMarco), veinteañero como ella y generación más joven de la rica familia italoamericana que se halla en el hotel White Lotus de vacaciones, Portia declara: ‘Yo solo quiero vivir. (…) Quiero conocer a alguien que no tenga ni idea de qué está pasando’. White pone esto en claro contraste con Albie, el personaje que encarna el ‘aliado’ tan obsesionado con ‘lo que está pasando’ (mal traducido de ‘the discourse’), con el consentimiento, que a Portia le resulta evidentemente insufrible (y aburrido, claro). Este graduado de la elitista Ivy League estadounidense es en si mismo un ‘non-place’ que repite, cual papagayo, discursos precocinados por una izquierda que nos exige encarnar una pulcra y securitaria perfección en nuestras vidas privadas.
El deseo de Portia de escapar de la insoportable ligereza del realismo capitalista, por lo tanto, claramente no se ve satisfecha por los mandatos de la izquierda liberal ni de la izquierda identitaria para la cual no existen ya verdades de ningún tipo (irónicamente ya que, para esta, todo su propio discurso es irrefutable dogma). Al presentarnos a este personaje, White nos hace preguntarnos si ciertas izquierdas son o no la solución ante los defensores del capital: la equidistancia entre ambos bandos, la ridiculización de estos y la humanización de las personas que, con sus luces y sus sombras, supuestamente los integran, nos hacen preguntarnos si realmente ciertas tendencias actuales de la izquierda sirven a la clase trabajadora o a sus adversarios, si sirven a la igualdad de género o a la perpetuación de la moral de la iglesia católica.
A todo esto, algo que queda claro al ver las reacciones de los espectadores es que hay gran expectación ante una nueva temporada de la serie. We love a binge, claramente.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
La idea de la compulsión a la repetición es muy poderosa y ha calado profundamente en nuestra cultura. Me gustaría argumentar que, históricamente, el marxismo ha experimentado cuatro neurosis importantes: la neurosis económica, la neurosis filosófica, la neurosis histórica y la neurosis cultural.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?