En ausencia de otra forma de existencia, lo que hay es lo único que puede haber y ser aceptado; de poco sirve denunciar sus efectos nocivos si nos seguimos moviendo dentro del mismo imaginario dominante.
¿Qué es lo que hace posible que en una comunidad con la mayor brecha entre el 20% más rico y el 20% más pobre, que está a la cabeza de Europa en segregación escolar y a la cola de España en inversión en sanidad, gobiernen los mismos desde hace tanto tiempo? No es engaño, ni siquiera ignorancia, más bien es la expresión de una racionalidad en base a una ética que asigna un lugar, una explicación, una jerarquía y un reconocimiento a las distintas partes de la sociedad. Está más que demostrado que la meritocracia es una falacia y que solo sirve para perpetuar la desigualdad de partida entre quienes más tienen y quienes menos tienen, pero saberlo y confirmarlo no es sinónimo de impugnarlo, de hecho, cuanto más desiguales son las sociedades más tienden a reforzar esa misma desigualdad como resultado de un mecanismo de protección. Así pues, el problema de la meritocracia no es tanto demostrar que es falsa, que lo es, sino lograr contraponer otra forma de organizar y dotar de sentido al funcionamiento de la sociedad.
Explicaba la filósofa Judith Butler que cuando ciertas categorías “garantizan una existencia social reconocible y perdurable, la aceptación de esas categorías, aun si operan al servicio del sometimiento, suele ser preferible a la ausencia total de existencia social.” Dicho de otra manera, en ausencia de otra forma de existencia, lo que hay es lo único que puede haber y ser aceptado; de poco sirve denunciar sus efectos nocivos si nos seguimos moviendo dentro del mismo imaginario dominante. La crítica se hace impermeable cuando no se elabora desde otro paradigma distinto, esto es, desde otra racionalidad apoyada en otra ética y otros valores que organizan y dan sentido a la existencia social.
Para desmontar el orden de la desigualdad hay que ofrecer una existencia reconocible, especialmente a los más perjudicados por el modelo imperante que, precisamente por serlo, pueden abrazar con más fuerza la creencia -y la esperanza- que relaciona al trabajo duro con el éxito: “quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo” (Nietzsche). Los seres humanos somos aspiracionales, siempre intentamos alejar de nosotros aquello que nos entristece e intentamos abrazar aquello que nos calma o nos alegra, de ahí que los libros de autoayuda tomasen fuerza en medio de la gran depresión del 29 del pasado siglo. Repetirle a gente lo que ya sabe, que lo está pasando mal y que todo a su alrededor garantiza que seguirá pasándolo mal en ausencia de otra cosa, poco tiene que hacer frente a la esperanza que ofrece un orden injusto. La esperanza, como recuerda Spinoza, es una alegría inconstante, es decir, algo bueno que no es seguro que vaya a suceder.
Una ética democrática levantada sobre otros valores que consiga cristalizar en otra racionalidad, en otra forma de vivir y comprender la vida, necesita huir de dos grandes males. El primero es la búsqueda de respuestas y de brújula en un pasado inmaculado; el segundo es la búsqueda de una sociedad armoniosa proyectada en una utopía futura. Entre ese pasado que atrapa y ese futuro plano se encuentra la tensión del presente, es ahí donde toca incidir, incluyendo también las lecciones extraídas del pasado y los deseos proyectados en el futuro. Para renovar el proyecto de la democracia es necesario reensamblar a la igualdad con la libertad, pero para eso se necesita primero modificar la noción contemporánea asociada tanto a la igualdad como a la libertad. El problema radica tanto en oponer la diversidad a la igualdad como en oponer la libertad a la igualdad. La democracia hace inseparables igualdad, libertad y diversidad.
La igualdad no puede ser sinónimo de uniformidad, de reducir a las personas a ser lo mismo, porque la igualdad significa garantizar que cualquiera tiene el mismo derecho a ser: igualdad como garantía de la diversidad/pluralidad y no una igualdad que uniformiza, tutela, reduce y unifica. En segundo lugar, la igualdad no es un horizonte que lograr; al contrario, es el punto de partida que luego, después, se niega por la introducción de la desigualdad. La igualdad como inicio y no como horizonte significa garantizar la misma libertad a cualquiera. Así pues, no se trata tanto de paliar la desigualdad del resultado como de afirmar la igualdad de partida.
No hay proyecto de la igualdad que no sea a su vez de liberación. La libertad no puede ser la de uno en detrimento del otro, la mía contra la tuya, la tuya como límite de la mía, precisamente porque la libertad solo es posible en relación con los demás: mi libertad solo es posible sobre la base cooperativa que hace posible la libertad del resto. La libertad no puede desligarse del poder, esto es, no puede haber libertad sobre la base naturalizada de la desigualdad de poder. La libertad precisa de la universalidad y la incondicionalidad, es decir, no puede ni ser una libertad privatizada, que por serlo se fundamenta en la falta de libertad de otro, pero tampoco puede ser una libertad tutelada, ya sea por el mercado, el Estado o el partido que se encarga de administrar las vidas individuales de quienes conforman el cuerpo social. Una libertad para todas las personas requiere del amparo de las instituciones, pero no para que éstas decidan su finalidad sino para lo contrario, para que garantice su autonomía y margen de acción.
Es decir, para transformar no nos vale con oponernos al otro y cuestionar su imaginario, es necesario hacerlo levantando uno diferente y propio, capaz de anunciar un pensamiento que está por venir; solo lo impensable puede llegar a ser realizable. Uno donde la igualdad y la libertad sean indisociables, donde el individuo y lo común se complementan y en el que la emulación y la cooperación se retroalimentan. Un imaginario requiere de la fuerza que lo empuje, y la fuerza la otorgan los afectos que logra movilizar: generar lazos afectivos, nociones comunes en torno a una serie de creencias y postulados capaces de convertirse en costumbres y leyes. Desmantelar el ordenamiento asentado en la desigualdad requiere de una noción de justicia que entienda la igualdad como una premisa y no como un horizonte. Partir de la igualdad significa anular la separación entre quien sabe y quien no sabe, entre quien enseña y aprende, entre quien manda y obedece. Dicho de otro modo, según la igualdad como punto de partida, quienes tienen, saben y mandan no lo hacen porque se hayan esforzado más, sean más listos y capacitados que los que no tienen, desconocen y obedecen, sino porque existe un determinado orden que reproduce una distribución jerárquica del poder y la visibilidad. Lo que define a la democracia es, precisamente, la desnaturalización de ese orden que segmenta y cerca al poder, al conocimiento y la riqueza entre unas partes de la sociedad en detrimento de otras. Concebir a la igualdad como el punto de partida es la garantía para el ejercicio de la libertad, porque mitiga la desigualdad de riqueza y de poder en origen que condiciona la calidad de vida, el desarrollo y el acceso a la cosa pública.
Libertad e igualdad son inseparables porque significan la libertad de cualquiera para desarrollar sus capacidades y su potencia de obrar. Una libertad universal e incondicional, sin tutelas, requiere de un proyecto de igualdad que no se confunda con la uniformidad, sino que permita lo contrario, esto es, una misma igualdad de todas las personas para poder ser diversos. Una libertad donde nadie quede sujeto a la coacción de la desigualdad no se desentiende de la responsabilidad, la norma y la interdependencia, sino que, al contrario, es esa su base efectiva sin la cual queda reducida a pura anomia (ausencia de norma) o heteronomía (normas impuestas por un tercero). Como decimos, la libertad del individuo solo es posible gracias a fundamentos que van más allá del propio individuo, a saber, la cooperación con el resto, de ahí que Spinoza considerase que solo los hombres libres se son muy útiles los unos a otros, y solo ellos están unidos entre sí por la más estrecha amistad. Amistad que, como recuerda Aristóteles, se agranda en democracia, pues es mucho lo que tienen en común los que son iguales. La democracia agranda la amistad gracias a la igualdad que comparten quienes son libres, y lo son porque ejercen poder autónomo sobre su tiempo.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
La idea de la compulsión a la repetición es muy poderosa y ha calado profundamente en nuestra cultura. Me gustaría argumentar que, históricamente, el marxismo ha experimentado cuatro neurosis importantes: la neurosis económica, la neurosis filosófica, la neurosis histórica y la neurosis cultural.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.