La serie es consciente de que el machismo y el capitalismo no van de “hombres malos” y que, precisamente, hay una distancia profunda entre los arquetipos y la realidad de las relaciones personales.
Aviso: spoilers
Veinteañera comunista, estudiante de literatura, entra a formar parte de un triángulo amoroso-sexual con una pareja de celebridades de la élite cultural. Esta es la premisa de Conversaciones entre amigos (Lenny Abrahamson, 2022), adaptación del libro homónimo de Sally Rooney. Historia que a pesar de tener el sabor inicial de una versión refinada de Crepúsculo (Catherine Hardwicke, 2008), Cincuenta sombras de Grey (Sam Taylor-Johnson, 2015) o La bella y la bestia (Kirk Wise, Gary Trousdale, 1991) viene acompañada de un enfoque político que la separa de todas estas obras. Tanto Rooney como la adaptación de su libro a la pequeña pantalla cuentan esta historia desde una perspectiva marxista en la que las relaciones entre los protagonistas hablan de género y de clase; del impacto en las relaciones personales, de lo que merece la pena arriesgar a pesar de ellos y de la ambigüedad en la que es inevitable vivir en consecuencia.
Conversaciones entre amigos rompe con la tendencia liberal que podemos ver reflejada en el tipo de feminismo característico de películas o series como Una joven prometedora (Emerald Fennell, 2020) o Intimidad (2022). Estos proyectos retratan a mujeres burguesas que son, además, sujetos altamente racionales. En ambos casos el conflicto y el abuso machista se relegan exclusivamente al ámbito sexual, llegando a reforzar la idea de terror sexual que abunda en ciertos sectores del feminismo, y proponiendo el castigo, la venganza o la denuncia como soluciones. En ellos, poco o nada se habla de las condiciones materiales de las protagonistas, ya que estas no representan un problema. Para alcanzar estas soluciones punitivas, estas mujeres cuentan o bien solo consigo mismas, lo cual ya las separa de los demás y del mundo que habitan, o bien con las leyes y quienes controlan que se cumplan, lo cual implica que ellas pertenecen a una clase a la que esas leyes y cuerpos de seguridad protegen.
Este tipo de feminismo, el liberal, nos supone sujetos que no tienen dudas ante la posibilidad de vengarse de un hombre, el hombre, al que se esencializa como encarnación del machismo. Si dudamos, si estamos abiertas a soluciones diferentes que sean redistributivas y antipunitivas, y que tengan en cuenta factores como la clase o los procesos de racialización, somos unas ‘alienadas’ o ‘reproducimos el machismo’, parecen decirnos este tipo de historias. En definitiva, este feminismo perpetúa identidades esencializadas, naturalizando así categorías como el género, y nos da el mandato de deconstruirlas o, según la palabra que irónicamente suele enmarcar sus discursos, ‘abolirlas’ en el transcurso de una sola vida, sin error y permaneciendo opacamente permeables al mundo que de facto habitamos.
Sin embargo, Conversaciones entre amigos hace otras preguntas a través de su protagonista, una veinteañera relativamente precaria y comunista en lugar de una mujer burguesa, condición de clase que se refuerza por la proveniencia social de su protagonista masculino. En Conversaciones, la protagonista no es un sujeto absolutamente racional ni una buena víctima, la serie es consciente de que el machismo y el capitalismo no van de “hombres malos” y que, precisamente, hay una distancia profunda entre los arquetipos y la realidad de las relaciones personales.
La protagonista de la serie, Frances, que recibe ayuda económica de su padre alcohólico pero también sabe lo que es una tarjeta denegada, estudia literatura y recita su poesía con su amiga y ex novia Bobbi en Dublín. Al acudir a una de sus performances, Melissa, una célebre escritora, entabla una conversación con ellas y enamora a Bobbi. Nace así una amistad entre esta y las jóvenes estudiantes. De esta manera, Frances conoce a Nick: según sus propias palabras, el trophy husband de Melissa. Ambos le sacan unos diez años de edad.
Este primer encuentro no ocurre en cualquier sitio, sino en la casa que la exitosa pareja comparte. Es fácil percatarse de que esta enorme casa es demasiado espaciosa, demasiado nueva, demasiado –visiblemente– perfumada, demasiado bella en comparación con la ropa de estudiante precaria de la protagonista. La casa es un personaje más de la serie, y es parte del personaje de Nick. Es en ella donde Frances y él dan comienzo a su relación de amantes. Cuando la joven acude a ver a su madre le habla de ella, además de sobre Nick. Esta le dice a su hija: ‘no te pega que te impresionen las casas lujosas’.
La casa de Dublín de Nick y Melissa no es la única con la que nos seduce la serie. La escritora invita a las chicas a irse de vacaciones con ellos y algunos amigos de la pareja a Croacia, donde viven en un complejo con vistas al mar, luminoso, cálido, romántico, repleto de comida y bebida. En la habitación en la que la pareja hospeda a Frances, ella y Nick continúan su romance adúltero. Otro personaje que no pasa desapercibido es el coche de marca de Nick, en el que, de nuevo, Frances desentona. Este, así como su abrigo, que la estudiante le dice repetidamente que quiere quedarse, a lo que él contesta repetidamente que no, nos hablan de una búsqueda, de cierta fascinación, por parte de la protagonista pero también inducida en el espectador, por las cosas bonitas y, a menudo en la coyuntura actual, caras. Resulta evidente que el embarcarse, por parte de Frances, en este tour de lujos en consecuencia a su relación con Nick es un elemento que la serie subraya conscientemente.
Sin embargo, allí donde otras historias que presentan hogares y objetos como personajes protagonistas de forma inconsciente o como representación extendida de un hombre poderoso y abusivo, como pueden ser las ya mencionadas Crepúsculo y Cincuenta sombras de Grey, Conversaciones nos presenta este lujo perteneciente al protagonista masculino como una realidad que choca y crea disonancia por lo difícil y lo raro de alcanzarlo. Así, Nick no es ‘malo’ por habitar estos bienes, y estos bienes no representan frivolidades de las que debamos librarnos para vivir vidas más significativas, sino elementos que hacen, citando otro libro de Rooney, el mundo de quien los habita –en este caso Frances– más bello. Los lujos se nos presentan como cosas de las que sería una buena noticia ver a todo el mundo disponer.
Al ir ligados a los personajes masculinos, estos espacios y objetos son casi una extensión de su abuso en adaptaciones como Cincuenta sombras. En el caso de Nick, también van ligados a él. Pero Nick no engaña a Frances: se enamora de ella, decide ser honesto con su mujer y contarle lo que le ocurre, terminamos descubriendo que también ha sufrido graves problemas de salud mental y que no es un hombre invencible. Frances se enamora de él, pero él no está desligado de sus objetos ni de su posición social y de clase. Cuando la madre de esta le conoce y le dice que están ‘muy elegantes juntos, como estrellas de cine’, el espectador sabe que esa realidad es parte de lo bello de la historia de amor de los protagonistas.
Conversaciones entre amigos juega con los clichés. Los personajes son arquetipos, y Nick lo es especialmente. Frances es la joven soñadora, virginal, naíf, romántica, rara y, como no iba a ser de otra manera, guapa. Nick es, básicamente, el príncipe azul. Melissa la bruja. Nos esperamos que haya abuso por parte de Nick hacia Frances, y que a esta, hasta cierto punto, eso le guste. Sin embargo, las diferencias que generan disonancia entre ellos no son el resultado de una naturaleza violenta o egoísta por parte de él, sino de las diferencias de clase entre los dos. El espacio entre ambos que más llama la atención es sistémico, no personal. Frances no desea ser abusada en ningún momento y es una protagonista con conciencia de clase. Melissa, cuando Nick le cuenta de su relación con Frances, le permite seguir viéndola. Todos estos elementos los ve la protagonista, que se percata así de la distancia entre cliché y realidad.
La realidad es compleja y, sin embargo, la búsqueda del cliché, para la que el simple deseo hacia la figura de Nick sería ya suficiente, no es algo de lo que la serie reniegue. Al revés. A pesar de sus complejidades, la trama y los personajes siguen encarnando un arquetipo. La serie hace esto de forma consciente, pero también sin juzgar a sus personajes: en su búsqueda de un mundo bello, la soñadora protagonista lo construye reflejando cómo el mundo que habita la ha construido a ella. Nick es un actor célebre, rubio de ojos azules, mayor que ella y, sobre todo, adinerado. Rooney y los autores de la serie lo saben, Frances lo sabe: hay conciencia de que el objeto del amor y el deseo del personaje principal encarna un arquetipo que puede resultar contradictorio a los valores de la protagonista, pero no hay condena. Al instaurar este complejo enfoque, se refleja lo que nos comunica Rooney cuando afirma que no existe un ‘yo’ sin los demás, que nos cambiamos los unos a los otros constantemente, que el mundo nos moldea: no existe el individuo hecho a si mismo y separado de lo demás y los demás.
Frances no es el sujeto híper racional del tipo de feminismo que nos presentan películas como Una joven prometedora. Se enamora de un hombre que encaja de manera prácticamente absoluta en un cliché que cualquiera conocemos, se convierte en su amante a espaldas de otra mujer –lo cual le da bastante igual, por cierto–, le prioriza ante la relación romántico-amistosa queer que tiene con Bobbi. Es consciente de todo ello y de sus implicaciones, pero aún así lo hace, y es inevitable ver que, para ella, el mundo bello se halla, principalmente, en su relación con Nick. Esa relación a la que el mundo lleva toda su vida diciéndole que debe aspirar, y que su entorno, feminista y de izquierdas, le dice que debe evitar a toda costa y que solo le traerá abusos.
Bobbi es, de hecho, la primera que siempre está alerta cuando se trata de Nick, que regaña a Frances por no usar preservativo siempre y sospecha de él aunque esta le diga que es ella quien ha tomado la iniciativa, que le dice que la está viendo desaparecer, que no pierde ocasión para reírse del hombre con quien su amiga y ex mantiene una relación. Pero Bobbi también demuestra complejidad, por ejemplo cuando Philip, un amigo de ambas estudiantes, se indigna ante la relación adúltera de Frances y Nick. Bobbi reacciona diciendo: ‘No seas moralista, es lo que nos faltaba’. ¿La respuesta de Frances ante el comportamiento de su amiga y amante? De nuevo, compleja. Frances reconoce las críticas lícitas, y a la vez huye de nuevos clichés y terrores sexuales que muchos feminismos han adoptado.
Frances es crítica con los clichés que encarna –y cuya distancia con la realidad comprueba a menudo– pero no por eso se limita a habitar un mundo tan híper securitario que, como argumenta Santiago Alba Rico, con todo riesgo se desvanece también toda belleza. Esta combinación de factores hace que la serie resulte profundamente honesta, nos hace sentir su abrazo ante un panorama político que nos fuerza o bien a relaciones estrictamente monógamas y tradicionales o bien a adoptar un hábito de censura obsesivo que nos pone a salvo de lo malo a costa de lo bueno, y que nos pretende sujetos absolutamente racionales que, sencillamente, no somos.
Conversaciones no naturaliza, como haría un proyecto conservador, la monogamia o la heterosexualidad: al revés. Lo que hace es ofrecernos una mirada sincera hacia cómo los mundos que habitamos nos moldean, preguntándose hasta qué punto pueden el amor y nuestra autopercepción superar los obstáculos que estos nos ponen y si pueden, además, jugar con ellos. Y la respuesta solo puede ser lo contrario al simplismo rebosante de prejuicios en el que, como parece sugerirnos este proyecto, debemos evitar caer. La respuesta son más preguntas y la serie, de hecho, termina sin terminar. Nick y Frances seguirán viéndose, pero nada indica que dejarán de querer a o de convivir con Melissa y Bobbi. Como dice la propia Rooney, cuando estaba escribiendo el libro en el que se basa la serie se dio cuenta de que no necesitaba un desenlace nítido y perfecto: la realidad, sobre todo la personal, rara vez abandona el espacio de la ambigüedad y la duda, ¿por qué debería hacerlo esta historia?
Cuando Frances y Bobbi reciben la invitación a una fiesta que dan Nick y Melissa en su casa, que acaba con Frances besando a Nick y Bobbi besando a Melissa, y se lo cuentan a Philip, la conversación termina con Frances diciéndole: ‘hubieras matado porque te invitaran’. Porque la realidad es que deseamos fiestas, casas bonitas y perfumadas, deseamos parecer estrellas de cine, pero, por supuesto, también solemos desear y querer a más de una persona –y de hecho, a menudo, de más de un género– y deseamos que la sanidad pública nos diagnostique rápido la endometriosis como hace con Frances. Todos queremos un mundo bello y, al imaginarlo, es inevitable que tenga trazos de lo que siempre nos han contado que es bello: lo realmente condenable es que no todo el mundo tenga acceso a sus elementos materiales más deseables.
En el último capítulo de la serie, Frances y Bobbi están juntas, Nick y Melissa también, y el romance entre Frances y Nick parece haber terminado. En una llamada telefónica, Frances le reconoce a Melissa que lo que realmente sentía hacia ella era envidia: por su carrera, por su vida. Reconoce que debería haber sido más considerada, se da más cuenta que nunca de que lo que está viviendo no es un cuento, de que su escritura, basada explícitamente en otra gente, y sus acciones tienen consecuencias porque las otras personas son igual de reales que ella. De que la situación, aún sin malvados, había sido difícil para todos sus integrantes, y de su papel desestabilizador en todas sus vidas. El realismo, y el perdón, que nos otorga la serie, también está en que después de haber admitido y aprendido todo esto, después de que todo parezca estar dicho y zanjado, la última toma encuadra a Frances diciéndole a Nick por teléfono: ‘Come and get me’ (‘Ven a buscarme’).
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
La idea de la compulsión a la repetición es muy poderosa y ha calado profundamente en nuestra cultura. Me gustaría argumentar que, históricamente, el marxismo ha experimentado cuatro neurosis importantes: la neurosis económica, la neurosis filosófica, la neurosis histórica y la neurosis cultural.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.