En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
Continuamos con la segunda y última parte de este texto, en el que finalmente resolveremos varias incógnitas y plantearemos una posible respuesta: ¿Permite nuestra sociedad y momento histórico adolecer? ¿Se nos presentan modelos de duelo distintos? La vuelta sobre la comunidad como mejor apuesta para vivir el duelo.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado. Hoy, cuando se nos presenta el duelo, de forma inmediata anhelamos soluciones prácticas y eficientes que nos permitan continuar. Continuar produciendo, consumiendo, trabajando, o cualquier actividad que haga que nuestra vida, como pieza encajada en la rueda del sistema productivo, no cese. Las pérdidas mortales han pasado a ser meras cifras, se ha reducido un conjunto de existencia, historias, y vidas en datos diarios. El neoliberalismo consiste en un sistema inteligente de explotación, falsa idea de libertad y constante hiperestímulo que nos empuja sin otra opción a recurrir a medios de consumo y evasión para vivir siendo, ante todo, productivos. El sistema explota además por medio del juego, la emoción y la comunicación, evadiéndonos de nuestra propia existencia, alienándonos por completo. Tomamos internet como herramienta de la libertad, del conocimiento, de educación, de consuelo, pero vemos que la red, como señala Byung-Chul Han [1], nos controla como un panóptico digital. Según el autor, esta nos obliga a estar en constante y plena comunicación, comparación, autoevaluación, autoexigiéndonos rendimiento y ejemplaridad hasta el agotamiento.
Siguiendo directamente con el paradigma científico positivista (que, ¡sorpresa!, está fundamentalmente determinado por y reproduce este sistema neoliberal), buscamos la ayuda racional, evasión, la sustitución automática de nuestro vacío antes de sentirlo siquiera, de reconocer su peso. En el mundo y sociedad globalizada, interconectada, los individuos no tenemos tiempo, capacidad ni espacios seguros para cerrar duelos o siquiera adolecer. Nuestro ritmo productivo nos ha hecho generaciones más efectivas, donde no queda tiempo para escucharse, sentirse, solo para actuar, para quitarse el lastre de encima. Tanto, que cualquier parte de nosotros que no pueda ser capitalizable, productiva, es basura que abulta. Se hace de la vida un verdadero, como decíamos, lastre, algo con lo que parece que incluso hay que cargar. Parece que tratar de comprender, tomarse la molestia de digerir, asumir, sentir, un proceso existencial es algo por lo que uno debe disculparse, esconder, soportar en silencio.
Creemos que somos libres cuando nos autodiagnosticamos, buscamos por nosotros mismos información o nos encargamos de nuestro proceso con las herramientas del sistema (como medicación, patologización, reificación, racionalización del proceso), pero no se puede ser libre en medio de una sociedad sometida. En mil páginas web encontramos remedios para superar la pérdida de un ser querido, la muerte o la desaparición, consejos sobre cómo superar a tu ex, actividades alternativas de evasión, de evitación. Pretendemos racionalizar y mecanizar al completo algo tan especial, complejo, difícil e importante como son nuestros recuerdos, afectos, vínculos, procesos y emociones.
Para acercarnos a esta cuestión también debemos tener en cuenta, alejándonos de simplificaciones en nuestro análisis, que en nuestra sociedad aún queda una tradición de vivencia del duelo arraigada, ligada al fenómeno del luto, producto de una moral judeocristiana, con importantes sesgos de género y que está íntimamente interrelacionada con la religión y la familia. Hablamos del luto como la práctica del retiro y manifestación del dolor, una “muestra de respeto” que parece que mide el peso del afecto que en vida se tuvo, ese tiempo en silencio, estética oscura, triste, y comportamiento impuesto socialmente para demostrar la supuesta pureza de un vínculo afectivo. Federico García Lorca, entre muchos autores en la historia de la literatura y el pensamiento, en La casa de Bernarda Alba precisamente criticaba este fenómeno [2].
Ante esta perspectiva, debemos dejar claro que sigue siendo una forma opresiva y limitadora del duelo, problematizándolo y no dejando que se atienda a la vivencia de cada individuo con respecto a su pérdida, especialmente a las mujeres. Entre ellas, habrá quienes deseen continuar con un ritmo de vida parecido al previo a su pérdida, otras viajar hasta la Conchinchina, o hincharse a llorar durante semanas, o pisar cada discoteca del país, o cerrar puertas y ventanas durante meses… siendo todas estas formas legítimas siempre que sea según su libre y autónoma elección. Parece que al perder un vínculo estamos obligados a responder sufriendo, y si no se hace lo suficiente, es algo negativo. No sufrir no es negativo, tampoco lo es buscar reconstruir nuestra vida. El luto es un medidor social erróneo acerca de la validez de nuestros afectos, y tratar de enfrentarnos ante lo que se nos presenta, incluso disfrutando, es algo completamente válido.
Debemos cuestionar bajo qué estructuras base se elabora este duelo, encontrando que responde a unos principios, como decíamos, de familia, religión y tradición, que, tal y como se analiza desde el materialismo histórico [3], se tratan de constructos que responden y reproducen un determinado sistema -el mismo del cual llevamos hablando a lo largo del texto-. Este luto se manifiesta de forma más pura en ciertas regiones o realidades de nuestro país -especialmente en esa “España profunda”- y, junto a la anterior visión globalizada, estas dos tendencias se encuentran sobre la mesa y afectan de determinada forma en nuestras vivencia y percepción, pero, desde luego, ninguna permite un duelo sano, liberador, sentido y aceptado. Ante esto, decimos: ni tanto ni tan poco. Ni extremo luto y encerramiento en uno mismo, ni evasión y negación efectiva. La evitación genera un problema mayor al que enfrentarse a largo plazo, los traumas emocionales no se tapan. Deben verbalizarse, curarse, darse tantas vueltas como sean necesarias, recordar hasta la saciedad, llorar hasta quedarse dormido, hablar cuanto haga falta a quien haga falta, tanto, que se deje de ver incluso como trauma, que se deje de ver un problema en una respuesta ante un acto tan común como asumir las consecuencias de nuestro peso en el mundo y la fuerza de nuestro afecto. Tanto, que llegue el momento de entender que la existencia no es ningún lastre. Que sí pesa, pero porque nos indica que existe, tratándose de algo que exige hacerse cargo de ello, y que debe defenderse.
Ante esta desoladora situación no nos queda más que buscar una forma de no paliar, erradicar o evitar el duelo, sino, insistimos, abordarlo y asumir su peso en nuestra vida. A lo largo de la historia de la filosofía, célebres pensadores hablaron ya acerca de la importancia de la comunidad y el sentimiento de conexión profunda con un tejido social para la salvación del individuo y cómo sanar procesos dolorosos. Yéndonos muy lejos, una de las primeras pensadoras en reflexionar en torno a ello fue Aspasia de Mileto, referenciada en la Antigua Grecia por su don de la palabra y elaborar los discursos de su esposo, Pericles. Aspasia insistía en lo esencial que era la comunidad frente al luto, en cómo solo volcándonos en ella encontraríamos una dirección para nuestro dolor, cómo lograríamos ver nuestro sufrimiento como algo estructural, no aislado, y facilitar su asimilación [4]. En todas las culturas, de hecho, es algo común la vuelta hacia el grupo en el duelo, viendo al pueblo como mejor salvación en la lucha contra el aislamiento y la desconexión.
Debemos apostar por un modelo sano de abordar nuestros procesos, dialéctico y lo más importante, que no se haga sólo. Una red social fuerte y relaciones de calidad son claves para el que adolece, el duelo es importante porque une a la comunidad y es la comunidad la que cura el propio dolor. El individuo no puede llevar a cabo el proceso sin tener en cuenta el papel clave del contexto, la importancia de la intervención, la actividad, pero en un marco de relaciones, tomando conciencia de que el ser humano es político y se encuentra inmerso en un escenario contingente. De hecho, debemos luchar contra cualquier otra forma de abarcar el duelo, dado que si por estas tendencias terapéuticas descritas, el estigma social y la falta de conocimientos compartidos, ese espacio social de sufrimiento expresado es reducido, esto puede acarrear un estancamiento, cronificación o complicación del duelo.
Yendo más allá, si queremos cuestionar el modelo de luto por su origen metafísico y en moral judeocristiana, “matar a ese Dios” como Nietzsche, de nada sirve acabar con un Dios cristiano para poner al mercado, la positivización y la extrema racionalización en su lugar. Porque matar a Dios de verdad exige necesariamente superar la mayoría del paradigma científico y social en el que vivimos y del que participamos, y la forma de hacerlo es posicionándonos contra la atomización, haciendo de la experiencia individual una experiencia colectiva. Se mirará desde la comunidad, siempre desde la unión del pueblo, frente a la negación de la vida, y en los grupos despiertos con voluntad de asumir su existencia y exigir su derecho a disfrutar, sufrir y vivir sus procesos por completo.
Como conclusión, vayamos un poco más allá. Incluso, como preparación para el duelo de la pérdida de nuestra propia vida como individuos, de nuestro enfrentamiento a la muerte: la única manera de ser eternos es vivir en los demás, dejar esa misma huella que los que sentimos ausentes dejaron en nosotros. Siguiendo con lo que decíamos antes, la vida de aquellos que pasan el tiempo sin vivir de forma activa es corta. Con plenitud e intencionalidad no sólo somos libres, sino que viviendo en los demás es nuestra forma de sobrevivir. De nada sirve haber tenido una existencia pasiva, dejando que la racionalización y la alienación nos alejen de nuestro proceso. La vida es radicalmente activa, un constante abrirse paso, un movimiento sin freno, una cadena de actos y consecuencias, de vínculos y afectos. Si no se vive, si no se da cuenta de esto, no se está viviendo, se es muerto en vida. Como decía Spinoza, dejarse llevar por las circunstancias sólo lleva a la muerte, no únicamente material, sino también en nuestro último recurso, de nuevo, en esa huella en el otro [5]. No somos nada sin el otro ni sin luchar activamente porque nos reconozca.
De nosotros no quedarán ni los gusanos que nos comen, pero sí nuestras palabras, nuestras acciones, nuestras decisiones, nuestra actividad. Cuanto más peso pongamos en cada acción, más vivos seremos en la eternidad. Luchar por vivir plenamente nuestros procesos, aunque sean dolorosos, nos acerca cada vez más a una existencia consciente, activa y libre. Eso no significa tratar de ser algo que no somos. Es aceptar el peso real que tenemos en la vida, y aceptando nuestra naturaleza, luchar por nuestra libertad. Volviendo sobre la dialéctica y en síntesis: sólo en el otro somos realmente nosotros.
[1]Han, B. (2014). Psicopolítica. Barcelona: Herder.
[2]Lorca, G. F. (2017). La casa de Bernarda Alba. Barcelona: Penguin Random House.
[3]Engels, F. (2017). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado(Básica de Bolsillo no 334) (1.a ed.). Madrid: Akal.
[4]Mileto, D. A. (2011). Testimonios Y Discursos. Madrid: Siglo XXI.
[5]Nietzsche, F., & Jara, J. (2019). La gaya ciencia (Quintaesencia). Barcelona: Ariel.
[6] Baruch, S., & García, P. V. (2012). Ética (1.a ed.). Madrid: Alianza.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
La idea de la compulsión a la repetición es muy poderosa y ha calado profundamente en nuestra cultura. Me gustaría argumentar que, históricamente, el marxismo ha experimentado cuatro neurosis importantes: la neurosis económica, la neurosis filosófica, la neurosis histórica y la neurosis cultural.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.