El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Abro Twitter y me encuentro con un video presidencial. Llama mi atención, no se parece al remake local que Iván Duque tiene de Aló presidente, tampoco a las alocuciones presidenciales comunes. Por eso no sigo de largo como siempre. Lo abro. Este video es especial, en él, nuestro presidente, sin ningún tipo de contexto, en un lenguaje audiovisual parecido al de los documentales de Netflix, aparece hablando en inglés, enérgico, dirigiéndose a un entrevistador invisible, respondiendo a preguntas que nadie real ha hecho.
El contenido textual del monólogo del presidente en el video apenas merece comentario, Duque repite el conocido libreto de estigmatizar la protesta social y le echa la culpa a otro de todo lo que acontece. Esta vez, siguiendo el guion de la revista oficialista, Semana, responsabiliza al líder de la oposición, Gustavo Petro; eso sí, lo hace sin mencionarlo con nombre propio. Adicionalmente, termina negando la autonomía de quienes llevan semanas protestando, los deja como sujetos carentes de agencia, que solo actúan por el mandato de un funcionario del mal. El mensaje es claro, si le hiciéramos caso a nuestro presidente viviríamos en un paraíso terrenal.
Mucho más elocuente que el mensaje, es el vídeo en sí mismo, como acto de comunicación, como episodio enigmático dentro de una narrativa que día a día se va revelando. La semiótica del video ha sido suficientemente analizada en redes sociales y en varios artículos que con detalle supieron señalar cada uno de sus elementos y estrategias discursivas. Aunque abunden los análisis, el video presidencial en inglés sigue revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando. Acá quisiera detenerme en un aspecto particular del video; en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad. El uso que Duque hace de ambas imágenes a su favor en este video está en plena sintonía con nuevas formas del poder autoritario en el mundo, cuyo marco conceptual ha sido proveído por políticos de centro.
El apelativo de títere viene de antes de las elecciones. Para los colombianos, incluso para quienes lo eligieron, Duque no tiene una agenda propia, es un hombre sin atributos, el testaferro de un gobierno por interpuesta persona, donde el que tira de los hilos del poder es en realidad el expresidente Álvaro Uribe (presidente eterno, como lo llaman en su partido). Para la mayoría de colombianos Duque es un ungido, pero es fungible. El presidente bien habría podido ser cualquier otro a quien Uribe hubiera señalado.
La imagen del gobernante desconectado de la realidad se opone a la del títere, porque ya no muestra a un gobernante que recibe órdenes de otro, sino que muestra a uno ignorante. Según esta idea Duque desconoce lo que sucede en el país, gobierna de espaldas a él. No entiende los conflictos y necesidades que atraviesan el territorio y por eso gobierna mal.
Es claro que Duque no está desconectado de la realidad (al menos no en el sentido de ignorarla). Todo lo contrario, le ha dado forma, ha sido un determinador de ella. Siguiendo la agenda de su partido político, ve los reclamos sociales y quiere aplastarlos. Él no vive en la fantasía, ve el mundo desangrarse y se frota las manos satisfecho; sigue con gusto el guion que su partido le ha pedido interpretar. Decir que el presidente está desconectado de la realidad es quitarle agencia, y sugerir que las masacres y el estrangulamiento económico sobre la población es producto de un error de percepción, y que quizá si él entendiera la realidad, las cosas serían distintas. Lo que sucede en Colombia hoy, y lo que ha sucedido durante toda su historia, es producto de voluntades claras y precisas, es el resultado de un relato tejido entre muchos y que ha convertido las montañas y los ríos del país en fosas comunes. En pocas palabras es el resultado de una necropolítica.
Tampoco es tan cierto que Duque sólo sea un títere, pues él ha permitido al uribismo ponerse en mayor sintonía con el centro político, aportando su figura de moderado. Duque más que un títere es un actor que sigue con gusto el guion que su partido le ha pedido interpretar, imprimiéndole su propio estilo.
Pero volvamos a las imágenes. Las alocuciones presidenciales tienen una semiótica clara y transparente. El presidente de la República, hombre que representa la unidad nacional, desde el palacio de gobierno, detentando todos los signos del poder del que lo ha investido el pueblo, se dirige a la ciudadanía en cadena nacional, usando el idioma oficial, el español. Por eso estas alocuciones siempre están filmadas en un plano americano-general con profundidad de campo, que deja ver el espacio desde el que se habla. El ángulo siempre es frontal, porque el presidente se dirige a nosotros, está hablando con cada uno de los ciudadanos, y lo hace usualmente sin cortes, en un único plano secuencia que busca afirmar la sensación de que su discurso carece de mediación.
El famoso vídeo presidencial infringe todas estas normas. El presidente está despojado de todos los símbolos del poder republicano y dignidades de su cargo (ni siquiera lleva corbata). Ya no está en el palacio de gobierno sino en un espacio abstracto. El plano ya no es americano, es más cercano, digamos más íntimo, a veces mediado por cortes a primeros planos que buscan agregar dramatismo. Hay una ausencia total de profundidad de campo. No habla en cadena nacional, sino en piezas destinadas a circular en las redes. Más importante que todo lo anterior, en este video el presidente no mira a cámara, dirige su mirada a un punto indeterminado que nunca se actualiza, se acomoda en un ángulo de ¾ bañado por una luz que proviene de un fuera de campo absoluto, de un más allá inescrutable, con el que sólo él parece estar conectado. Además, habla en inglés.
Duque le habla a una otredad radical, a alguien que no somos nosotros, el pueblo, le habla a alguien invisible que habita en la luz. ¿Por qué el presidente ya no se dirige a nosotros? La respuesta la da el monólogo presidencial. Duque habla con un gran otro porque a nosotros, el pueblo, se nos ha arrebatado la razón, no escuchamos. En cambio, ese otro etéreo ubicado en el lugar luminoso sí escucha, justamente porque no tiene voz; es virtuoso porque a él la naturalidad de los argumentos del presidente sí parece convencerlo.
Dice Duque que el país estaba proyectado a crecer económicamente, pero ahora por culpa de la gente y de aquellos que la manipulan ello no sucederá. Por eso ha decidido finalmente encarnar esa imagen que hicieron de él, la del desconectado. Es hora de separarse de la gente. Si el pueblo ya no atiende razón, es momento de dirigirse a otros que sí presten atención. Para poderse desconectar, Duque desliza la otra imagen suya, la del títere, pero la proyecta sobre los demás. Duque figura al pueblo como una masa salida de sí, y ahora afirma: “Yo no soy un títere, los títeres son ustedes y Petro el titiritero. Ahora me separo de ustedes, y entro en conexión con un gran otro que me ilumina, al que debo hablarle en lingua franca, en inglés, y, en consecuencia, me veo en la obligación de hacer cosas en contra de ustedes.”
Así se ha hacho realidad la desconexión de Duque, pero no como ignorancia, sino como acto político. Desconectarse, para Duque, es separarse del flujo de la irracionalidad (que los políticos de centro también creen ver en los manifestantes) para no tener que legitimar más sus medidas. Duque, con esta nueva estética limpia, ascética, neutra, en inglés, practica lo que Roland Barthes llama “el habla mítica”. Un habla despolitizada, encubridora que “purifica las cosas, las vuelve inocentes, las funda como naturaleza y eternidad, les confiere una claridad que no es la de la explicación, sino la de la comprobación…” un habla en la que sus actos se justifican porque caen por su peso. Si Duque, igual que los políticos de centro, afirma que Colombia es víctima de una violencia ahistórica, sin causas sociales, ni explicaciones complejas, está a nada de vendérnosla como un fenómeno natural, que no merece discusión, sino acción.
Por eso este video no es en una explicación presidencial dirigida al mundo sobre lo que sucede en Colombia. En realidad, es un aviso. De ahí que no haya referencia alguna a la brutal y sanguinaria acción de la fuerza pública que todos sí podemos ver y experimentar. El presidente, conectado con la luz que le otorga claridad, ha tenido que empezar a hablar otra lengua. Nos dice: “Mi mundo ya no es el común a los colombianos, sino otro, superior, en el que las cosas no merecen explicación, sino que son naturales, pero ustedes se niegan a entenderlo.” Ahora sus decisiones no se inspiran en ningún tipo de legitimidad popular sino en bienes superiores de la patria. La desconexión entonces ya no es una falta de agencia o de torpeza política. Es el paso determinante hacia un quiebre con la fachada democrática. Es la forma de justificar como natural la excepcionalidad del golpe por venir.
Entender los hilos del relato de Duque es relevante para la región. La estrategia discursiva puesta en marcha por el presidente colombiano es parte de una política más amplia que empieza a mostrar sus dientes en el mundo y de la Colombia es laboratorio. Esta estrategia sella (una vez más) la connivencia entre fascismo de derecha y neoliberalismo, para crear una fachada que justifique la suspensión de la democracia por motivos de fuerza mayor, haciendo uso (esta vez) de “argumentos científicos”.
En los últimos días se ha visto a decenas de políticos “moderados” pavonear su neutralidad ante el compendio de horrores, asesinatos y violaciones flagrantes de la fuerza publica. Esos políticos creen ubicarse en un justo medio entre dos demonios azuzados por una causa única, el odio. Para esta idea tan simplificadora echan mano de un coctel de doctrina liberal mezclada con elementos de neurociencia y teorías de acción racional. Lo que sucede para ellos es que el pueblo ha sido manipulado, ya no es libre, sus cerebros han sido “hackeados” por sucios políticos populistas; sus elecciones ya no son legítimas, por lo tanto, (sin hacer el más mínimo intento de entender al electorado) se impone levantar la democracia para imponer la sana dictadura de la razón a la que solo ellos tienen acceso, y cuyo contenido no es más que la vieja y buena economía de mercado salvaje reforzada con un lustroso autoritarismo centralizado. Viejas soluciones para problemas “nuevos” ¿No es este, al fin y al cabo, el mensaje final del video de Duque?
Se ha ido gestando un ethos político que aparenta hacer oposición a estos regímenes brutales como el uribismo, pero que en realidad está ansioso de recibir su mando y hacer una leve transición que continúe con la mayoría de las políticas que hoy tienen al pueblo en las calles. El habla mítica, limpia, donde todo cae de su propio peso, es el código de entrada al mundo que políticos moderados habitan desde hace tiempo ya. Son ellos quienes más defienden los mitos de la violencia ahistórica y ciega, de los extremos que se tocan, del pueblo engañado por “el populismo”, sin dar explicaciones convincentes. Son ellos quienes desde hace mucho han querido desactivar la noción de pueblo e instalar la de gobierno técnico, en el que unas operaciones racionales “despolitizadas” arrojan los datos duros de cómo se debe gobernar, incluso por encima de cualquier idea de autodeterminación. Duque hablando en inglés y con su mirada en la nada se dirige justamente a conectarse por completo con los mitos que el centro político ha creado. El problema es que su evidente incompetencia deja expuesta la miseria que los sostiene.
*Director y crítico de cine
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).