El siguiente artículo es el epílogo del último libro de Nuria Sánchez Madrid: «La música callada. El pensamiento social en la Edad de Plata española (1868-1936)» (Círculo de Bellas Artes, 2023)
«Si hay pasaje de la historia pintado en gris sobre fondo gris, es este: hombres y acontecimientos aparecen como un Schlemihl a la inversa, como sombras que han perdido sus cuerpos».
Karl Marx
«Esta es una historia horrible. Es espantosa cuando el cuerpo que hemos fabricado nos exige un alma. Pero es mucho más horripilante, espantosa y siniestra cuando hemos hecho un alma, y esta nos exige su cuerpo y nos persigue».
Heinrich Heine
Algunas aproximaciones teóricas recientes y valiosas, orientadas a comprender la realidad histórica de España, han subrayado cómo nuestro «angustioso problema», por decirlo con Ortega, radica, entre otras causas, en cierto carácter de «nación tardía». Ensayos como España de Santi Alba (2021), La revolución pasiva de Franco de José Luis Villacañas (2022) y este que aquí vamos a comentar, La música callada. El pensamiento social en la Edad de Plata española (1868-1936) de Nuria Sánchez Madrid —muy sensibles todos ellos a nuestros estratos y surcos, pero también al último ciclo político y a sus realidades socioculturales emergentes— nos muestran, desde modulaciones diferentes, es cierto, la necesidad de regresar a una latencia histórica, en gran medida para conjurarla, cuyo mal espectro parece de nuevo volver en su forma más reaccionaria y violenta. Como señalaba Heine, ¡qué historia tan terrible cuando, en lugar de estar en presencia de un cuerpo que busca un espíritu, vemos un espíritu anacrónico que, por carecer de sustancia material, anda agresivamente en pos de un cuerpo donde encarnarse! José Luis Villacañas escribe:
Las naciones tardías tienen, como síntoma principal, la facilidad con que sus poblaciones y colectivos se embarcan bajo banderas absolutas [...], consecuencia de una incapacidad de vivir con una autoridad menor, artificial, reversible, renovable, siempre pendiente de las funciones de la racionalidad para orientarse en la contingencia de un tiempo que no roza lo absoluto jamás y que, justo por eso, protege al singular para que administre el pequeño absoluto intransferible de su vida según la manera en que le convenga y, sobre todo, bajo la paz y las necesidades básicas cubiertas que le permitan elaborar el absoluto más absoluto de todos los absolutos, aquel del que la pulsión de muerte le trae la noticia (“La nación tardía y nosotros. El sentido de un concepto”, en H. Plessner, La nación tardía, Madrid, Biblioteca Nueva, 2017, p. 237.)
¿Cómo intervenir pedagógicamente en este escenario español, con qué herramientas teóricas? ¿Cómo lidiar con ese cuerpo, con esas contingencias, con esas fragilidades? Nuria Sánchez Madrid pone las cartas sobre la mesa en la introducción de su ensayo:
“Invirtiendo el sentido que el místico de Fontiveros aplicara a esta feliz expresión —pues, a su entender, la felicidad mental procede del divorcio entre el cuerpo y el espíritu—, tomar distancia frente a la mayor parte de los discursos hegemónicos sobre la cultura hispana potencia la envergadura propia de la dimensión material del cuerpo y la facticidad de la interdependencia humana” (p. 28).
Una mirada desde las flaquezas, pues. No en vano, cierto «giro afectivo» está muy presente en estas páginas, pero no únicamente. La manera en que esta música callada se hace cuerpo y se hace escuchar sorteando el ruido y la invisibilidad de las perspectivas dominantes no solo abre perspectivas metodológicas nuevas para comprender nuestra historia: también genera sugerentes constelaciones entre el pasado y nuestro presente que van más allá de cómodas lecturas retrospectivas. Esa tensión ha de mantenerse, por un lado, en relación con el sonido de nuestra propia herencia histórica —un legado impuro, plural, a menudo injusto y que, al resultar vencedor, no pocas veces es cómplice de la barbarie—; y, por otro, con todas esas disonancias populares, plebeyas, femeninas. Por eso es necesario escuchar también hoy la música callada, como recomendaba Benjamin, en un momento de peligro. Nuria Sánchez Madrid nos recuerda aquí una oportuna cita de Zambrano:
Ante la nihilidad que la rodea, ante la nada en que flota, la inteligencia sin vocación se retuerce sobre sí y se traiciona. [...] Pero esta ausencia de intuición, esta falta de sentir la realidad, llega a transformarse, en el fascismo, en un evadir la intuición y la realidad, en una huida sistemática y encubierta de la realidad. Pero como la realidad está ahí, sigue existiendo, hay que aplastarla y aniquilarla. Todo fascismo acaba en matar, en querer matar aquello que no se quiere reconocer (p. 291).
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España, en definitiva, como un curioso espíritu en busca de asentimiento corporal. En «Un frustrado pliego de cordel de Ortega y Gasset», un emotivo y lúcido artículo escrito en Roma en 1963 y recogido en Papeles de Son Armadans, María Zambrano recuerda al Ortega que ella trató durante los años de 1933 y 1934 y del que en su momento fue una «discípula bastante heterodoxa». Me gustaría comentar este breve texto para clarificar algunas de las cuestiones decisivas que apunta La música callada.
«Resultaba llamativo, según lo recuerda Zambrano, que en aquella época Ortega ya no interviniese de manera tan activa en la esfera pública inmediata (¿acaso ya no estaba allí “el español”?»); sus discípulos lo veían ensimismado y angustiado, ausente, como un hombre que no actuaba de acuerdo con el nuevo sentir emergente. Fue entonces cuando el maestro reveló a algunos de sus discípulos más cercanos, entre ellos Zambrano, una idea que requería máxima discreción: la publicación por sorpresa de un «pliego de cordel» que contendría un artículo de carácter supuestamente político o social.
La anécdota es reveladora del Ortega hombre público que, en su aislamiento, aún buscaba «romper el hermetismo nacional» tanto del intelectual como del hombre de la calle, pero desde un curioso y elocuente anonimato. Entendiendo que «el modo más eficaz de penetrar en el ánimo de los españoles es el de entrar en él sin ser notado», sin propaganda —pues, era consciente del fracaso político de esta en las elecciones recientes—, Ortega concibe el proyecto de introducirse en la vida española «ahuecándose», por decirlo con una feliz expresión zambraniana. Ahora bien, ¿se llevó a cabo semejante propósito? Desgraciadamente no, y la discípula se lamentó por ello. Ese «acto de amor» hacia el español de la calle quedó truncado. Y se trataba de un amor que no «debía, en ningún caso, retirarse»: si hubiera perdurado, habría «acertado al hablarle así, porque eso era lo que don José quería, que le quisieran los españoles; que España le dijera que sí. Mas luego, como el enamorado verdadero, no acababa nunca de creerlo, no se lo creía. Creo que nunca lo creyó». (El frustrado pliego de cordel de Ortega y Gasset», en Escritos sobre Ortega, Ricardo Tejada (ed.), Madrid, Trotta, 2011, p. 175).
Zambrano describe a Ortega vagando por unos barrios de Madrid que no eran los suyos, ausente de sí mismo y ajeno a lo que publicaban los periódicos, tratando de «tomar el pulso» y «escuchar» algo que no podía aceptar pero que tampoco podía «llevar a la exactitud de la idea con la gracia del giro», porque el giro «invertebrado», femenino y ruidoso de los acontecimientos históricos parecía rechazar ya al voluntarioso amante catedrático de Metafísica.
¿Qué encontramos detrás de esa actitud de amante rechazado por las masas españolas que manifestaba el «Ortega ensimismado»? ¿Cabría ver en su proyecto pedagógico de «minorías» cierta torpeza amatoria, cierta querencia por un espectador o receptor demasiado imaginario? ¿Es posible acaso identificar cierta miopía subjetiva en la mirada despreciativa que dirige a esa masa indiferente a sus proyectos de seducción? ¿No le estaba faltando a Ortega —acostumbrado a la ausencia de fricción, a la «claridad»— cierto espíritu trágico? «Como la militante republicana que era en aquellos tiempos Zambrano —escribe Nuria Sánchez Madrid—, esta considerará a Ortega y Marañon ignorantes del hecho de que no puede haber “término medio entre la muerte y la realidad preñada de futuro”» (p. 288-89).
La razón de que me haya decidido a evocar este texto de Zambrano es sencilla: si en el ensayo de Nuria Sánchez Madrid se encuentra un interés recurrente por las relaciones entre la racionalidad y la vida, es justo por esa vocación pedagógica gramsciana que en España habría encontrado tantos obstáculos y sinsabores trágicos. En La música callada también vemos a un Ortega que, al enfrentarse a la pluralidad —a figuras como la de Bosch i Gimpera, por ejemplo— muestra sus recelos; a alguien que, como se señala en el libro:
No reparaba, pues, en que el sentimiento nacionalista no respondía a un déficit de educación, sino quizás a la buena salud de esta […]. Lejos de esta realidad, en el centro de los intereses de regeneración nacional orteguiana está la recuperación de la relación que se estima virtuosa entre la masa, que gustaría de ver revestida de «humildad, entusiasmo y adoración» —lo contrario de su hechura actual, que la vuelve «sórdida, envidiosa, petulante»— y unas élites conscientes de su elevada misión orientadora de las energías colectivas (pp. 191-92).
Es conocido cómo Zambrano discute el programa pedagógico orteguiano orientado desde la distinción masa-minorías; entre otras razones, porque a lo largo de la historia española —como nos muestra esta obra— esa masa ha sido abandonada por sus élites en muchas ocasiones y ha sido deshumanizada por un aristocratismo cultural que, aunque disfrazado bajo las figuras del liberal o del intelectual, no ha terminado de comprender las nuevas realidades populares contemporáneas. Como Zambrano recriminó a Ortega en otra ocasión, también «había que superarse genialmente en posición y en edad».
Me interesa, sin embargo, ahondar en la matizada ambivalencia que muestra Zambrano en su texto sobre el pliego frustrado, porque algo de ahí también resuena, creo, en la intención de este ensayo de Nuria Sánchez Madrid. Por un lado, Zambrano habla aquí como discípula, si bien heterodoxa, recordando no solo a su maestro, sino al intelectual público español, a la figura pedagógica cuya «caridad intelectual» estaba olvidándose injustamente en su país. «Sin duda don José percibía, oía ya signos, voces de tragedia que no podía aceptar, porque ni en su mente ni en su alma había lugar adecuado para la tragedia [...] Y de ahí su angustia. Angustia, sin duda, por lo que percibía, pero más angustia aún porque eso que percibía no podía llevarlo, como en él era sólito, a la claridad cristalina del pensamiento.» Ortega, prosigue Zambrano, deseaba «descender todavía más en el ánimo de los españoles, de todos, no de la élite», pero había perdido la confianza en la palabra, «en la función de la palabra en España y en el mundo».469 Parecía, pues, «extravagando ensimismado, recogiéndose dentro de sí mismo, en ese lugar donde se oye la realidad y no sólo se la ve, como un novelista. Por entonces, yo había descubierto a Galdós bastante sola en ello y aun a contracorriente, y había sabido que don Benito se asomaba al balcón de su casa y allí permanecía mucho rato antes de ponerse a escribir».470
Zambrano parece entender la música callada como «ese lugar donde se oye la realidad y no sólo se la ve». Un lugar «a contracorriente». Por eso señala ese parentesco entre Galdós y Ortega, esa voluntad de escuchar España. Sin embargo, que Ortega no sintonizara con la nueva música de las masas, lo lleva a plantearse algo que me parece decisivo en La música callada: que afrontar en serio el angustioso problema de la racionalidad pedagógica en España equivale no solo a confrontar desde arriba, sino a comprender desde abajo esa otra mirada plebeya, femenina —¿no es esto justo lo nacional-popular?—: una mirada desde los dolores. Zambrano, y creo que aquí la perspectiva musical epistémica no es en absoluto menor, habla como una mujer que acierta al percibir a Ortega como un seductor contrariado. El «racionalista vital» que había escrito que «en España para persuadir, es menester antes seducir», ¿no estaba sufriendo acaso el rechazo por parte de la realidad que emergía de la nueva vida social de las masas? Las masas.
En estas páginas Nuria Sánchez Madrid considera cómo la idealización epistémica del pueblo imponía a Unamuno un corsé que recuerda al que la llamada civilización ha reservado tradicionalmente a la mujer. Su reverso es la pasividad civil. La reivindicación de una «vida auténtica» frente a formatos inauténticos de la existencia es uno de los operadores conceptuales más exitosos en la rehabilitación de la filosofía en el siglo xx, pero también una de las manifestaciones de manipulación cognitiva más inequívocas de esta disciplina (p. 52).
La incapacidad de comprender la emancipación femenina por parte de Ortega revela, por otra parte, hasta qué punto su postura participaba de una limitación epistémica que, asimismo, lo incapacitaba para comprender los dinamismos subjetivos activos de la emergente sociedad de masas. Del mismo modo que Ortega no podía oír las demandas de las nuevas corrientes populares, su sensibilidad teórica tampoco podía escuchar esa «música callada» que obligaba al intelectual a cuestionar su papel de minoría dirigente. Frente a esto, como escribe Nuria Sánchez Madrid haciendo un guiño a Rancière:
El gusto de sintonizar con esa «música callada» nos ha traído hasta aquí, para ceder el testigo a otros en consonancia con el esfuerzo teórico que exige sacar debidamente a la luz el archivo textual y vital alumbrado por la noche hispánica de los trabajadores, en la que aguardan las madréporas de otra historia posible para la articulación social y política (p. 362).
«El fuerte de la mujer no es saber sino sentir. Saber las cosas es tener conceptos y definiciones, y esto es obra de varón. La mujer no sabe». Las citas de Ortega a este respecto podrían multiplicarse. Es muy significativo advertir cómo el funesto lugar común intelectual de la femineidad de la masa se modula en Ortega desde el motivo de su elevación a través de un gesto ascético de seducción poderoso y, por ello, genuinamente masculino. Es esta pasividad antropológica la que de hecho comparten el pueblo y la mujer, por naturaleza antiascéticos, antiintelectuales y básicamente climáticos. Esta «índole atmosférica» de la mujer tiene una poderosa relación con lo popular y contrasta así con la supuesta actividad —acción, trabajo, misión, historia— genuinamente masculina. Si la mujer no sabe, tampoco el pueblo sabe. Por eso, en el rechazo femenino de España a Ortega parece como si el espíritu —nobleza obliga— tuviera que forzarse demasiado a buscar su asentimiento en lugar de encontrarse, más orgánicamente, con él. Como si la nobleza del gesto bastara para demandar la buena complicidad.
Ahora bien, que Ortega se perciba desde la otra mirada de Zambrano como un caballero rechazado, un señor que trata infructuosamente de seducir a las masas españolas, no quiere decir, para ella, que sea simplemente un hombre ridículo, una suerte de Quijote totalmente desacompasado de los ritmos históricos. Ortega sigue educando porque, para él, «España nunca fue una “idea”». Dicho de otro modo: acceder a ese lugar «donde se oye la realidad y no solo se la ve» requiere seguir confiando en una caridad pedagógica que debe, eso sí, desprenderse de su masculinismo epistémico. Aunque la caballerosidad pedagógica debe dejar paso y reformularse atendiendo a «otra música», no cabe tampoco recusar el esfuerzo, la tensión de Ortega. Que hayan sido justamente las discípulas de Ortega quienes hayan señalado su ceguera a la hora de valorar el sentido histórico del cambio en el papel de la mujer, su emergencia en el espacio público y su revolución epistémica, como vemos en algunas de las protagonistas de La música callada, ¿no muestra también en qué medida la mejor herencia pedagógica del maestro pasaba por superarlo en unos tiempos ya diferentes, donde la aparición tumultuosa y carnal de otra música ya no permitían hablar complacientemente desde arriba acerca de una supuesta «psicología femenina» o de una «psicología social de la masa»?
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Valoro el trabajo de Nuria Sánchez Madrid como una necesaria y sugerente reformulación de la promesa pedagógica española, como un intento de mantener esta tensión productiva con modestia y rigor. Semejante voluntad de futuro es la que debemos transmitir en nuestra tarea educativa. Como compañero de departamento en la Facultad de Filosofía de la UCM, conozco de cerca la responsabilidad con que Nuria desempeña esta labor en un contexto no siempre fácil y que, bajo el nuevo estalinismo de la gestión neoliberal, invita una y otra vez al cinismo con nuestro alumnado y con nosotr@s mism@s. He leído estas páginas admirando una escritura donde se expresa la misma actitud que su autora manifiesta como profesora universitaria en el espacio público. Me gustaría terminar destacando esta rara coherencia en nuestro mundo cultural. Hacernos cargo en 2022 del problema español en aulas, despachos, periódicos, libros o conferencias requiere una voluntad de intervención que encuentra en Nuria un ejemplo.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
La idea de la compulsión a la repetición es muy poderosa y ha calado profundamente en nuestra cultura. Me gustaría argumentar que, históricamente, el marxismo ha experimentado cuatro neurosis importantes: la neurosis económica, la neurosis filosófica, la neurosis histórica y la neurosis cultural.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).