Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
El Anti-Edipo lo escribimos a dúo. Como cada uno de nosotros era varios, en total ya éramos muchos.
Deleuze y Guattari
Este texto lo pensamos a dúo. En consecuencia, lo escribimos a dúo. Como Deleuze y Guattari, hemos aquí borrado todo rastro de identidad para llegar no al punto de no decir yo, sino de que esto no tenga ninguna importancia [1]. No tiene importancia, pues, que este texto no lo hayas escrito tú, o que este texto no lo haya escrito Mark Fisher, o que no lo haya escrito un boomer, o que no lo haya escrito yo. Asumimos así la suerte de la acción creativa plural para no preguntarnos –como ante un texto de Fisher– “¿qué queda aquí de mí?” sino “¿qué queda aquí de nosotras?”.
Es difícil pensar juntas, cada-una-en-su-salón, mientras aquel “hypervirus” del que habló Nick Land [2] reduce los espacios políticos y sociales: una asamblea, un concierto, un beso en público –los afectos–, el bar o, en definitiva, el conocerse. En ese seminario online que, en los cansinos y cadenciosos meses de noviembre y diciembre de la crisis del 2020, llevó por título “¿Quién nos robó el futuro? De los estudios culturales a Mark Fisher” (nosotras nos preguntábamos, más exactamente, quién nos había robado el presente), celebramos no la obra de Mark Fisher, sino esa su voz que es la nuestra. Unos activaban su micrófono para hablar; otros, callados, formulaban sus preguntas por el chat, vía escrita. Como los devenires bifurcados de aquel mensaje arrojado al mar en una botella, al que Paul Celan aludió en el Discurso de Bremen: estas podrían ser leídas o no ser descubiertas jamás. Los que callan, en el mejor de los casos, escuchan. Es otro ejemplo más de la brecha entre “señal” y “ruido” que Steyerl habría de señalar: la molestia provocada por el ruido es potencialmente peligrosa [3]. No obstante, pensábamos juntas, aunque esto sea difícil cuando la conectividad abole la conjunción [4], o cuando la depresión se constituye como “un muro entre el sujeto y la esfera social” [5].
Quizás nunca haya soñado Fisher (más bien, quizás nunca haya tenido pesadillas), con un escenario de semejante pertinencia para el análisis y la creación de un discurso alrededor de la depresión como este: el de un tiempo pandémico. Pandemia y depresión se encuentran, aporías capitalistas aparte, en un movimiento bidireccional e indisociable. Así, lo pandémico acentúa lo aislante de lo ya deprimido y lo depresivo se acentúa, pandemia mediante. Es al final de Los fantasmas de mi vida: escritos sobre depresión, hauntología y futuros perdidos (Caja Negra, 2018) cuando reconoce, en un episodio casi autoconfesional, haberse enclaustrado durante largos períodos en su habitación, para concluir que tales momentos, aún afectando individualmente, tendrían más que ver con lo impersonal y lo político [6]. Como señaló Gabriela Leoni en la primera sesión del seminario, encontraremos en las enfermedades los síntomas de un tiempo, aún con todas las dificultades que conlleve no saber leer lo que nosotras mismas no producimos en nuestros cuerpos.
Mark Fisher pensó la depresión radicalmente. Porque no pensó su ideal sino sus políticas, y porque no pensó solo, sino junto a los deprimidos. No es esta, por tanto, una depresión idealizada –como nuestro encierro no es poetizado si no hemos podido pagar el alquiler durante los últimos meses. Es esta una depresión autoconsciente de su encaje en los engranajes del capital, y se sabe atravesada por la realidad. Fisher se distingue, así, de tantos otros pensadores y literatos de “lo depresivo” que habían consolidado sus teorías en el apego a los padecimientos del moi y ase sus causas estratégicamente: “no se trata para nada de una voz ‘interior’: es la expresión internalizada de fuerzas sociales reales, algunas de las cuales tienen un interés particular en negar cualquier conexión entre depresión y política” [7]. Traza Fisher, en esta radiografía de la depresión como síntoma de un malestar general, un movimiento análogo al de Deleuze y Guattari cuando firmaron el divorcio entre el psicoanálisis y la fábula familiar para redirigirlo, para atravesarlo con los aparatos y las maquinarias sociales. Uno no sufre, sufrimos. Tomamos posición diciendo: lo personal es también político.
El amanecer del capitalismo industrial advino con la “plaga invisible” de desórdenes psiquiátricos que hoy encuentra, en las lógicas del capital, su éxtasis, su nombre. El posfordismo realiza ahora el sueño del dadaísmo, del constructivismo: la indisolubilidad entre el trabajo y la vida. El capital nos persigue, ahora, durmiendo; grita, constantemente: “¡no hay afuera, no lo hay!” y es esa la naturalización última de una ideología hecha cosmovisión efectiva del mundo o, en otras palabras, el realismo capitalista. Seamos, pues, realistas: si la radiografía fisheriana del mundo era ya nefasta en 2016, en 2021 se agravia. No obstante, “es bueno recordar que lo que hoy consideramos ‘realista’ alguna vez fue ‘imposible’” [8]. No reivindicaríamos, en cualquier caso, el pensar juntas en esta época de desastres bioclimáticos; o el pensar juntas en un mundo colapsado por el auge sin precedentes de las enfermedades mentales, del aislamiento, del claustro, de la habitación y de la muerte de “lo social” –su segunda vida como espectáculo–, si no fuera necesario luchar un afuera. Cuanto menos, pensar un afuera o crear su gramática. Porque las luchas y las resistencias mutan (deben mutar) en este nuestro horizonte sin horizontes devenido presentismo, presente estático y catequesis del “fin de los tiempos”. Las fuerzas desterritorializadoras del capital continúan atomizando los “cuerpos sociales”, mientras, todo lo sólido se disuelve en el aire.
En el mundo del futuro negado y del presente como repetición, es menester generar un “deseo poscapitalista” que, verdaderamente, haga de las elucubraciones y los sueños políticos la superación del capitalismo como algo deseado y deseable. Así se reclamó en la primera sesión del seminario: se necesitarían nuevos modelos de deseo. Podemos desear un mundo a imagen y semejanza del pasado soviético, o del laborismo británico de posguerra, pero será esa –como así está siendo– nuestra perdición. El mundo no será jamás como ya fue: “es imposible volver a algún tipo de territorialidad precapitalista. El anticapitalismo debe oponerse al globalismo del capital con una universalidad suya y auténtica” [9]. Podríamos y deberíamos hablar, entonces, de las “izquierdas depresivas”, aquellas insertas en las lógicas del “realismo capitalista”, su magma. Unas –haciendo uso de la impotencia reflexiva y la interpasividad en el mundo de “todo es imposible”– renuncian a la acción política en pos de “lo anticapitalista” como etiqueta mercantil, “triburbanización” sectorial de lo político, identificación; otras optan por la aspiración pobre de la reforma mínima, cuyas ínfulas primarias terminan, rápidamente, ahogadas en las fuerzas del discurso parlamentario. Lo recordó Fisher: “no hay identidades, sólo deseos, intereses e identificaciones” [10].
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI:
1/ ¡No seas, jamás, un nostálgico!
2/ ¡No existe un futuro prefijado teológicamente! ¡Construimos, constantemente, nuestro porvenir!
Fisher no es un reformista, como Realismo capitalista no es un tratado teórico que ofrezca recetarios fáciles. Pues renegar de las soluciones fáciles, erradas y añejas de la “izquierda autoritaria” no es posponer el debate o diluir las herramientas políticas en “complejidades inaprensibles”, sino entender que, en esta coyuntura telemática, necesitamos de una nueva gramática, de nuevos modos narrativos, de una sintaxis radicalmente distinta. No necesitamos volver a decir exactamente –aunque debamos seguir insistiendo– “mi depresión es política”, o “ya no hay una sola pista de baile en el mundo en la que no se trabaje”, o “ese partido se ha vuelto una miserable farsa”, o “cómo será el poscapitalismo del futuro”. Ya es hora “de que la izquierda pueda desear algo más que un ‘Estado grande’” [11], quizás de que, verdaderamente, la izquierda incluya más entradas a su diccionario, una nueva gramática, una narrativa original para lo ya dicho.
Es terriblemente pertinente el análisis filosófico, político, cultural y social de Mark Fisher, como igual de pertinente ha sido su lenguaje. Demasiado “bloguero” para ser académico y demasiado académico para ser “bloguero”. En la mediana de tal tensión se encontraba no “lo que se contó”, sino “cómo se contó”. Como las novelas por entregas de Dostoievski, Fisher habla desde lugares visibles y aspira, con ello, a una revolución gramatical modélica: lo autoconfesional, el tratado político, la ficcionalización de una película, las implicaciones políticas del “escribir sobre el punk” o “escribir en un blog”. Es en la intersección entre lo académico y el blog -reivindicación que, en estos momentos, parece ya superada–, la inacción depresiva y la agilidad del activismo crítico, lo personal y lo político, donde el diccionario de una nueva lengua se engendra.
Cuatro años después de su muerte cogemos el teléfono, accedemos a nuestras redes sociales, recorremos el feed de Twitter hasta encontrar en él el vigésimo séptimo debate del mes sobre el posmodernismo o el arte abstracto. Vemos en Instagram infinitos corazones verdes celebrando la aprobación de la Ley del aborto en Argentina. Podríamos, en toda conexión, lanzar la pregunta por la conjunción y hablar ahí. Pues, de la experiencia pandémica hemos aprendido, en definitiva, que si queremos que se escuche nuestra voz hemos de encender el micrófono, emitir ruido, ser potencialmente peligrosas cada-una-en-su-salón juntas.
Podríamos, además de buscar de qué son sintomáticas estas distancias heredadas, decidir incluirlas en las nuevas gramáticas del deseo. Que ya no sea importante que este texto no lo hayas escrito tú, sino que lo hayamos pensado juntas.
[1] Utilizamos libremente la apertura de Rizoma, escrito por Gilles Deleuze y Felix Guattari publicado en el año 1976. Véase DELEUZE, G. y GUATTARI, F. (2013). Rizoma.Valencia: Pre-Textos.
[2] Nos referimos al texto de Nick Land con título “Hypervirus”, escrito en mayo de 1995 y editado, en una recopilación de textos, en LAND, N. (2019). Fanged Noumena, vol. 1. Salamanca: Holobionte Ediciones. Se lee: “10110010010011101100001001001. hypervirus eats the end of history”.
[3] STEYERL, H. (2018). Arte Duty Free: el arte en la era de la guerra civil planetaria. Buenos Aires: Caja Negra. p. 75.
[4] Véase BIFO BERARDI, F. (2017). Fenomenología del fin: sensibilidad y mutación conectiva. Buenos Aires: Caja Negra.
[5] FISHER, M. (2016). Realismo capitalista: ¿No hay alternativa?. Buenos Aires: Caja Negra. p. 53.
[6] Véase el capítulo “Bueno para nada” (pp. 279-283) en FISHER, M. (2018). Los fantasmas de mi vida: escritos sobre depresión, hauntología y futuros perdidos. Buenos Aires: Caja Negra.
[7] FISHER (2018), op. cit., p. 280.
[8] FISHER (2016), op. cit., p. 42.
[9] Íbid., p. 118.
[10] FISHER, M (2019). “Salir del castillo del vampiro”. En Sinpermiso: república y socialismo, también para el siglo XXI [en línea]. https://www.sinpermiso.info/textos/salir del-castillo-del-vampiro [consultado el 6 de enero de 2020].
[11] FISHER (2016), op. cit., p. 116.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
La idea de la compulsión a la repetición es muy poderosa y ha calado profundamente en nuestra cultura. Me gustaría argumentar que, históricamente, el marxismo ha experimentado cuatro neurosis importantes: la neurosis económica, la neurosis filosófica, la neurosis histórica y la neurosis cultural.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»