Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
Vivimos bombardeadas de estímulos románticos. La idealización de la vida en pareja sigue siendo una constante en las sociedades en las que vivimos. El producto cultural que consumimos no queda, casi nunca, fuera del marco de relaciones en el que la cisheterosexualidad se constituye como práctica dominante y que llamamos heteronorma y, aún menos, fuera del concepto de vida en pareja idealizada.
El amor se ha asumido como una parte normal y hasta necesaria dentro de lo que supone convivir en sociedad. Muchas de las problemáticas y maneras de enfocar la vida van dirigidos hacia esto: las ofertas de viaje, de hoteles, de fin de semana. Hasta el urbanismo viene determinado por una manera concreta de entender las relaciones afectivo-sexuales: la pareja monógama que se junta para compartir bienes, vida, descendencia.
Hay un sistema que se lucra de la misma concepción de amor que consumimos constantemente, que ha conseguido cimentarse sobre muchos pilares que quería hacer pasar como incuestionables. ¿Cómo se ha llegado a concebir la vida en pareja como el mejor futuro? ¿Por qué (casi) todas hemos soñado alguna vez con casarnos y tener hijos, y nunca con un futuro de crianza colectiva con nuestra red afectiva?
Con la obra de Sreckó Horvat parece fácil caminar entre los imaginarios colectivos que se han ido construyendo sobre el amor. La radicalidad del amor constituye un análisis certero de las diferentes posiciones que la izquierda ha elaborado sobre las relaciones afectivas y sexuales, ayudando a comprender por qué en varias ocasiones el tema del afecto no ha sido tan atendido como debería. Heredando de Kollontai, por otra parte, no es difícil hacer revisiones históricas de cómo las relaciones han sido un refuerzo y representación de las instituciones sociales y políticas del momento. El amor como sustento y elemento de ruptura no debe ser infravalorado nunca.
Tener una pareja estable era, hasta hace relativamente poco, lo que se esperaba a nivel social como culmen del desarrollo individual. Ahora, se podría entrar a debatir si este modelo sigue vigente o las crisis a las que se está enfrentando el neoliberalismo están tendiendo a abrir el abanico de opciones. La romantización del coliving, por ejemplo, nos aleja de manera radical del habitual objetivo de tener un trabajo y mudarte con tu pareja. Las diferentes imágenes deseables que crea el sistema se adaptan a lo que es más rentable para él.
El capitalismo crea imágenes y modelos de relación que ayudan a la prolongación y mantenimiento del mismo en el tiempo. Cuando se habla de amistades, parejas o matrimonios no se hace en términos estáticos. Estos conceptos, como la mayoría de ellos, están sujetos a las contingencias históricas de su contexto. Las relaciones afectivas, las relaciones interpersonales, en general, tienen un desarrollo y una connotación histórica que varía con el transcurso del tiempo. Lo único que tienen en común es que, como valores y cimientos del propio sistema, ayudan a mantener el régimen político y social que esté vigente. Desde la amistad entre varones en la Grecia Clásica, pasando por los romances y enamoramientos platónicos de los caballeros medievales, hasta el matrimonio en el seno de las familias burguesas, toda forma de unión o relación vigente entre la clase dominante ha supuesto una manera de mantenimiento del statu quo.
La forma más reciente de relación es la que se construye sobre la moral burguesa: en un intento de acumulación de capital se crea la familia monógama, guiada por los principios de prudencia y recato que acompañan a la época. Se penan, moral y socialmente, cosas como el adulterio, porque se entiende que ponen en peligro la transmisión de capital de manera correcta. ¿Cómo afrontar las herencias cuando aparecen hijos ilegítimos fuera del matrimonio?
No ocurre esto únicamente en el seno de la burguesía: el matrimonio se consolida en el sistema capitalista también para la clase trabajadora. Relegar al ámbito privado, mediante el matrimonio, a la mujer y, por tanto, a los trabajos de cuidados, implica para el capitalismo establecer uno de sus pilares básicos sin que se pueda exigir una retribución real por ello. Lo que se intenta hacer creer a la mujer es que el trabajo lo hace por el amor y cuidados por su familia, cuando alimenta cada día la reproducción del mismo sistema que la condena a una doble opresión. Huelga decir que tampoco es intención de este artículo condenar la ternura, el amor y los cuidados tachándolos de herramientas del capital. Por el contrario, lo que se busca es arrancar todos estos conceptos de un sistema que los vicia, pervierte y mercantiliza a su favor.
En la izquierda no parece encontrarse aún una posición unitaria en lo que respecta a cómo debería ser el amor y las relaciones que construimos entre nosotras. Para entender la dualidad de opiniones, las dos principales, es útil remitirse a la obra de Sreckò Horvat. En un ensayo breve, de no más de 200 páginas, hace una revisión de las diferentes posiciones que se han ostentado, desde el inicio del siglo XX hasta los setenta, con respecto a las relaciones interpersonales.
En un primer momento, nos encontramos con las posiciones de los bolcheviques. Es importante destacar el “los” porque hace referencia a la posición del género masculino principalmente. Hasta dentro de la propia izquierda más revolucionaria se ha tendido a relegar la importancia de las relaciones sexuales y afectivas: desde las posiciones leninistas se dedicaron a acusar las preocupaciones de mujeres de retrasar inevitablemente la importancia de la revolución. La preocupación constante por la reforma de las relaciones entre hombres y mujeres era, a ojos de muchos, una causa egoísta y que podía ser contraproducente con respecto al futuro revolucionario.
Las discusiones entre un Lenin profundamente virginal y sus compañeras, desde Inessa Armand hasta Alexandra Kollontai, ejemplifican a la perfección las carencias de un movimiento obrero no demasiado capaz de centrarse en las necesidades de las mujeres como grupo determinado. En muchos de estos debates, Lenin consideraba las peticiones de amor libre de sus compañeras como una mera ensoñación burguesa más, al no contemplar el amor como un elemento más de la revolución, al no entenderlo como otra parte más de la actualidad del momento, simplificaba las ideas de las bolcheviques a meros delirios que emanan de los vicios burgueses.
Lenin no falló por completo en su entendimiento de los diferentes peligros que las relaciones de consumo podían tener para el hombre y la mujer. Por ello, también hay destacar que, como dice Horvat, su posición no era, enteramente, de un conservadurismo relacional. El fallo más grande que tuvo el revolucionario ruso estuvo relacionado con no ser capaz de entender los tiempos ni la importancia real que el amor y todas sus implicaciones tenían para las mujeres.
Hay una segunda posición, quizás menos desarrollada en profundidad debido a lo excepcional de la situación, en la que Horvat habla de la relación del Che con el amor y la revolución. Guevara es capaz de relacionarse con el amor de una manera diferente al anterior: los encuentros con su amada son una parte indispensable de su lucha. Encuentra espacio para el amor incluso en los momentos más revolucionarios y peligrosos. Es una vida, sin embargo, llena de sacrificios y que, pese a la idealización que Horvat pueda llegar a hacer de esta relación en el libro, deja intactos los cimientos del sistema de relaciones románticas.
Nos encontramos, por otra parte, a la izquierda de finales de los 60: una izquierda de liberación, de pacifismo y de independencia. Una izquierda que pareció ser capaz de dar respuesta a ese replanteamiento de las relaciones amorosas que tanto se llevaba pidiendo. Es útil remitirse al ejemplo que Horvat muestra en La radicalidad del amor: la Kommune I, una comuna política establecida en Alemania en 1967 y disuelta a finales de 1969, basada en la búsqueda de trascender la “lucha abstracta” y traducirlo a una praxis. Establecen una relación negativa hacia la familia nuclear, a la monogamia y a las relaciones convencionales entre hombres y mujeres.
Así llegamos al “amor libre” proclamado por el Kommune I: la supuesta ruptura de las relaciones monógamas consigue materializarse entre hombres y mujeres. El ideal anticapitalista parecía haberse alcanzado y, sin embargo, se pierde la capacidad rupturista al crear de esta imagen no monógama algo que consumir hasta agotarlo y pudrirlo. Se consigue hacer de la desnudez de la mujer un bien mercantilizado y capitalizado. Muchos miembros de la comuna descuidan sus relaciones, intercambiándolas por un sexo ocasional y placentero. Se evita hablar de cuidados, se camufla la libertad individual de amar y de no establecer propiedades privadas sobre el corazón de los demás con una falta de cuidados entre compañeros que no debería ser normalizada. Los celos de las mujeres son ignorados por los hombres, y los de los hombres se muestran de maneras violentas o de enfado con sus compañeras. El amor libre revolucionario reivindicado por Inessa Armand queda difuminado entre sexo sin cuidados y comportamientos que se limitan a reproducir las mismas dinámicas del capital.
Las posiciones con respecto al amor han sido difusas a lo largo de los años entre la izquierda hegemónica. Desde el “amor libre” sin cuidados y que recae constantemente, aunque quiera evitarlo, en las mismas lógicas monógamas heteropatriarcales que intenta erradicar, como diría Vasallo, hasta las posiciones conservadoras leninistas, que acusan a sus compañeras de distraídas y poco centradas en la revolución, no se ha conseguido encontrar un punto común para el cambio.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo. La propia Illouz se muestra dudosa ante la posibilidad de hablar del amor como algo revolucionario: cuando el sistema económico ha doblado y tergiversado tanto un elemento del discurso, ¿cómo hacerlo nuestro?, ¿cómo reapropiárnoslo en nuestras luchas?
¿Cómo compaginar la revolución con un concepto líquido, que se nos escapa de las manos? Entendiendo que lo que se nos ha vendido como amor hasta ahora no es lo que nosotros aceptamos como tal. Rompiendo con las lógicas neoliberales y capitalistas que nos han convencido durante años de que amor y relaciones válidas son aquellas que ayudan a sustentar el sistema que nos explota y enferma: sea el matrimonio en el seno burgués, o la volatilización de las relaciones interpersonales a las que nos podría llevar un futuro neoliberalismo.
Así, hay que recurrir a Kollontai y a otras autoras más contemporáneas, como la misma Illouz y Vasallo, para poder entender qué necesitamos construir para poder hablar de “amor y revolución (y sexo)”, sin tener que elegir a una sobre las demás.
La construcción de relaciones se ha sustentado sobre el establecimiento de jerarquías constantes. La privatización del corazón del ser amado, salvando distancias descomunales entre amigos y pareja, nos ha llevado hasta hace poco a encontrar “refugio” (a veces real, otras forzado) en una pareja idealizada. La solución no está ni en las relaciones descuidadas de la Kommune I ni en el celibato revolucionario de Lenin: Horvat y Kollontai, quizás con interpretaciones diferentes, nos remiten a la necesidad de entender y replantear de distintas maneras las nuevas relaciones en los marcos del momento. Illouz tiene razón cuando habla de que encontrar revolución en el amor que hemos aprendido y que rige este sistema es ya dudoso y complicado. Es, en parte, tarea nuestra imaginar nuevos horizontes relacionales, que sean compatibles con nuestras necesidades y nuestro bienestar.
Afrontar cambios relacionales sin un cambio social radical es adaptarnos a las crisis a las que el capital nos ha arrastrado: precarización relacional y de la vida en comunidad, la incapacidad de mudarse con una pareja cuando se quiere, de poder tener hijos si se quiere, o de vivir una vida conjunta y estable con tu red afectiva. Adoptar el coliving como moda es aceptar nuestro sometimiento a un orden social cambiante y precario.
Afrontar un cambio social sin un cambio relacional radical es desvincularnos del análisis material sobre el significado de esas relaciones. Relegar constantemente el debate sobre la familia tradicional, la monogamia, el sexo y el matrimonio es un claro símbolo de la ausencia de reflexión sobre lo que esto implica para un gran sector de la población, y el significado histórico que se les ha atribuido.
Podemos entender, por lo tanto, que ya ni siquiera se trata de una expresión conjunta. No es amor y revolución, sino la revolución contenida en el amor, y el amor contenido en la revolución. Las nuevas formas de amar no surgirán automáticamente de la revolución, y la revolución no surgirá del tirón de nuevas formas de querer. Se trabajarán, la una de la mano de la otra: conseguir cambiar un sistema tiene que llevarnos, directamente y en esencia, a replantearnos nuestras relaciones. De no hacerlo, la revolución no habrá sido capaz de atacar las verdaderas raíces de la opresión. La búsqueda de nuevas formas de querer y relacionarse tiene que ser una lucha por construir el sustento del orden social que queremos habitar.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).