Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
Peio Aguirre (1972) es crítico, ensayista y comisario independiente. En los últimos años ha publicado La línea de producción de la crítica (Consonni, 2014), prologó el famoso ensayo de Mark Fisher Realismo capitalista (Caja Negra, 2016) y, recientemente, publicó el libro que nos ocupa en esta entrevista: Estilo. Estética, vida y consumo (Turner, 2022). A continuación, vamos a adentrarnos un poco más en algunos de los temas que se abordan en el libro.
Peio Aguirre: Este es mi segundo libro así que no tengo un método de trabajo prefijado. Es cierto que en ambos libros parto de un tema o concepto, digamos abarcador: “crítica”, en La línea de producción de la crítica (Consonni, 2014), y “estilo” en este y, a partir de ahí, intento totalizar o agotar el tema desde múltiples aproximaciones. En este libro partía de material reciclado de mi blog y de fragmentos publicados aquí y allá a lo largo de veinte años. Para que estos adquirieran cohesión debían fusionarse, entrelazarse, por lo que el trabajo de estructura y andamiaje ha sido importante. El proceso es más parecido a un montaje cinematográfico, un enorme collage que aspira a ser un todo, pues desconfío siempre de la escritura natural que rellena páginas, una detrás de otra. Los interludios a los que te refieres funcionan casi como entradas de un blog, y se caracterizan por ser monotemáticos y por un tono más literario y subjetivo, mientras que el resto de los capítulos siguen la línea que caracteriza mi escritura ensayística y crítica.
PA: Mis intereses son muy variados y muchos de los referentes a los que recurro son ya clásicos modernos y posmodernos y, por lo tanto, son transgeneracionales (Sontag, Barthes, Godard, Bowie, etc.). El primer tercio del libro sienta las bases teóricas para una problemática del estilo desde el siglo XIX y después en la modernidad estética y en las vanguardias. En la segunda parte analizo el concepto de lifestyle o estilo de vida en el consumo mientras que, al final, completo algunos casos de estudio que me parecen importantes: la ropa de camuflaje, la construcción de identidad, la novela Mundo espejo de William Gibson… Considero mi escritura una variantes de la teoría crítica post-Escuela de Frankfurt, donde los objetos de estudio incluyen las formas de lo popular actual, es decir, la cultura pop. Los Estudios Culturales son también un referente y, por ejemplo, algunas obra clave en mi investigación provienen de ahí: Subcultura: El significado del estilo de Dick Hebdige, o Rituales de resistencia (Stuart Hall, entre otros). Cuando comencé a publicar en el contexto del arte a principios de este siglo los Estudios Culturales estaban en lo más alto pero, en mi opinión, de un tiempo a esta parte, han decaído en parte por su asimilación dentro de la academia. Considero sin embargo la teoría crítica más asilvestrada, más difícil de reificar, sin una forma preexistente a nivel de su forma o escritura. Puede ser Adorno o Jameson. Dicho esto, estoy de acuerdo con lo que dices del “ensayo” en España, y mi trabajo cae en una zona muerta o no participa en lo que se entiende por ensayo. Tal vez es demasiado estético para rivalizar con la filosofía política, y demasiado teórico para pasar como ensayo literario, autobiográfico, u “orteguiano”… Me fijo bastante en autores angloamericanos donde el rigor, independientemente de si pertenecen a la academia o no, no está reñido con la forma, el estilo, la divulgación… Este libro representa para mí un resumen de dos décadas, y anticipa todo lo que quiero hacer a partir de ahora.
PA: Bueno, es posible hablar de dandis digitales y de las redes sociales, que los hay, y muy buenos. Lo que me interesa del estilo es su economía, que puede ser muy manifiesta, muy marcada, pero también pasar por debajo del radar o simplemente ser lanzada como señuelo para “quien quiera que lo pille”. Incluso el o la dandi pueden escoger y variar qué cara mostrar en función del día o la ocasión. Todos hemos tocado varios palos de jóvenes y hemos sido punkis o heavis, o ligeramente newvawers. Es la magia del estilo, que cambia y no es estática, unas veces nos permite pasar desapercibidos entre muchos y, otras veces, por puro deseo o voluntad, nos facilita dar la nota. Cuando pensamos sobre el estilo primero lo asociamos a la superficie y a lo banal, o lo hacemos siempre como algo notorio, como provocación, la soberbia del dandi o la actitud esnob. De ahí que muchas veces se asocie a la moda con lo esnob, y esa es una connotación que deseo separar. La moda, la última tendencia o “el último grito”, no es necesariamente lo esnob. Lo esnob es una clase de cinismo como mecanismo de protección y, por lo tanto, estaría integrado como un estrategia del estilo. El estilo, en última instancia, es o al menos ha sido una agencia vital para los artistas, en cualquiera de las disciplinas en las que estos trabajan, arte, música, literatura, arquitectura o cine.
PA: No tengo ni idea, especialmente porque vivimos en un momento de amnesia generalizada y hasta la pandemia parece no haber existido. “Periodizar” y “periodización”, en el sentido de la historiografía marxista, son términos clave en mi pensamiento, pues siempre trato de capturar el Zeitgeist o el espíritu de época. Pero considero que este espíritu corresponde siempre a periodos que abarcan hasta dos y tres décadas. Analizar las modas y las vestimentas que de ahí emergen me parece algo tremendamente material y sirve a este mirar hacia atrás a través de los anillos de las décadas pasadas, los ochenta, los noventa, los dosmiles… Mi libro es una incursión en lo que, de una manera más amplia, se denomina indistintamente como posmodernidad y/o posmodernismo. Es un estudio de detección de lo que las estéticas nos dicen respecto del mundo actual, la globalización en el capitalismo tardío. En general en mi trabajo me propongo religar la cadena rota de las relaciones entre estética, crítica y base/infraestructura.
PA: Completamente, y quizás es verdad que si bien el libro tiene un componente pop (desde la música y la moda) tal vez el Pop Art no está suficientemente abordado o queda integrado dentro del posmodernismo. En el ideario de las Bellas Artes durante la modernidad, la utopía de esta unión de las artes tenía como destino el mito del proyecto y la modernización, la transformación de la vida cotidiana. En su fase final de siglo XX , esto es, en la posmodernidad, la unión de las artes es más una cuestión de homenajes y citas, de hibridación de lenguajes. Uno de los puntos álgidos del estilo posmoderno, pionero a todas luces, es cuando el modisto Yves Saint Laurent coge un cuadro de Mondrian, de colores primarios y rayas horizontales y verticales, y lo convierte en moda. ¡Ese es también un momento del Pop Art!
PA: Sí, dentro de la subjetividad neoliberal de finales de siglo y principios del nuevo este “diseño de sí” ejemplifica el reverso del “cuidado del sí” foucaultiano. Estamos ahora en un grado completamente inmaterial y digital de ese cuidado, pues además el término “cuidado” puede servir tanto para una ética hacia el otro, como para una introspección donde no faltan los caprichos, los mimos para con uno, es decir, el consumo. Las apps y las redes sociales pueden ser filtros del yo para nuestra imagen pública pero, también, como apuntas, pueden servir de prótesis para un sujeto cada vez más poshumano. En lugar de alabar o demonizar las redes sociales, me interesa el uso que cada cual, desde su individualidad y subjetividad, hace de ellas.
PA: Esta es una línea muy interesante que no he explorado. Para mí el hogar y la casa representan el no trabajo y la privacidad, la otra cara imprescindible de la esfera pública. El estilo no solo se da a ver en las calles, también lo cultivamos en nuestra privacidad. Doy mucha importancia a la manera en la que construimos hogar desde los ambientes y los objetos, cómo habitamos, moramos nuestros dormitorios o cuartos propios. Sabemos que lo siniestro se esconde cuando desfamiliarizamos la más estricta familiaridad… Pero no sé muy bien qué decirte, más allá de que los géneros de terror, misterio y ciencia ficción son mis preferidos, y alrededor de eso hay muchísimos artistas plásticos y visuales trabajando ahora mismo, por no mencionar al Mark Fisher de Lo raro y lo espeluznante.
PA: Entiendo el estilo como una construcción cultural y no algo dado o preexistente. El estilo se presta por ello a las más radicales de las mutaciones, incluidas las del género, lo queer, etc. Siempre tengo en mente el título del libro de Susan Sontag: Estilos radicales, o en el original Styles of Radical Will, donde ese “will” se traduce como voluntad, deseo y también futuridad. Mi libro apunta en esta dirección y sugiere algunas vías, pero tal vez corresponda a otros autores, como Paul Preciado, a quien mencionas, investigar de una manera más específica sobre el asunto. En cuanto a la izquierda, solamente se ha interesado por el estilo cuando los Estudios Culturales se centraron en el fenómeno de una nueva clase social emergente, principalmente obrera, que comenzaba a acceder al consumo: el/la adolescente. Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de “lo posmo”, de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases. Eso significaría un retorno a otro esencialismo, o populismo de izquierdas, por el cual las clases bajas tendrían vedada el disfrute de las obras modernistas, por elitistas, quedando abocados únicamente hacia “lo popular”, pero lo popular entendido como aquellas producciones de masa o mainstream. Para deshacer este falso dilema, la categoría de “modernismo popular” de Fisher resulta pertinente, porque reivindica el carácter popular, que no populista, de la cultura de masas sin en ningún momento abjurar del arte experimental y el radicalismo de la vanguardia. Pero además, hoy en día las categorías están tan disueltas que un mismo consumidor puede integrar en sus gustos opciones completamente antitéticas.
PA: En primer lugar, es falsario oponer lo material a lo simbólico, y viceversa. El sentido de las subculturas históricas era siempre a partir de un sentimiento de clase, de pertenencia y orgullo a una clase obrera (y juvenil) que subvertía los iconos y los referentes de la cultura oficial. Pero, sin idealizar, el destino de las subculturas, desde el momento que nacían en el seno de sociedades capitalistas (por ejemplo, en el Reino Unido de posguerra) estaba en ingresar en un horizonte de consumo y de mercado: discos, ropa, parafernalia, etc. En el calor del punk de finales de los setenta, Hebdige ya se refería a esta reificación, necesaria para las subculturas, esto es, convertirse en estilo. Es lo que diferencia a las subculturas de la contracultura la cual, dicho sea de paso, tiene otros problemas. Paradójicamente, ese horizonte de consumo no anulaba el potencial subversivo de la subcultura porque su radio de acción era, y sigue siendo, la ritualidad de lo simbólico, la ceremonia social, las formas en las que negociamos nuestra presencia en sociedad, entre el individualismo y lo colectivo, etc. Evidentemente, hay nuevas estéticas y tribus urbanas que se reinventan y se modelan cada temporada, hay amalgamas y remedos del hip hop, el trap, lo manga, lo gótico, etc… ¿Pero podemos todavía llamarlas subculturas? En el libro sostengo que las subculturas históricas entraron en un punto de no retorno con la tendencia hipster de principios de este siglo, en tanto que todas las subculturas anteriores, incluyendo lo hipster de los años cincuenta de donde cogían su nombre, lo teddy, mod, punk, rocker, New Romantic, grunge e indie se presentaban todos ellos como estilos disponibles en un gran bazar para el bricolaje del estilo personal. En nuestras sociedades globales, cualquier movimiento estético y de clase como el de las subculturas queda subsumido casi antes de nacer porque el espacio ha sido abolido por la información instantánea. Por eso digo que el secreto era tan importante en lo subcultural.
PA: La singularidad como un universo de diferenciación constante es un mito que Bourdieu y otros ya se encargaron de desmontar. Efectivamente, singularidad y autenticidad son sinónimos y ambos son conceptos clave que se explotan hasta la saciedad en la publicidad y el consumo actuales. La nostalgia se explota continuamente a través de lo vintage y “lo retro”, que están por todas partes. Con la gentrificación, el estilo como singularidad moldea nuestros centros urbanos. Sin apurar demasiado, el concepto de estilo es porque no solo sirve para analizar el arte y la cultura, sino porque ayuda a entender el presente en su más estricta cotidianeidad, desde la vestimenta y la música que escuchamos, a cómo organizamos nuestro espacio privado y hasta cómo participamos en la ciudad a partir de los hábitos de consumo.
PA: La expresión “el arte de modelarse a uno mismo” es un tanto reductivo y es más un lema de la sobrecubierta del libro que una síntesis del mismo. No me gusta el término “decrecimiento” o “consumo responsable” porque los asocio a campañas de lavado o washing promulgadas desde dentro del sistema de consumo hegemónico. En respuesta, abogo por una filosofía del estilo en tanto una ética autoconsciente, en tanto una forma-de-vida (Agamben) la cual, vivida con coherencia, tiene incidencia en un consumo que respete lo necesario y lo imprescindible y que, sin prescindir del disfrute, se distancie del consumismo esquizofrénico en la comercialización rampante de la vida.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
La idea de la compulsión a la repetición es muy poderosa y ha calado profundamente en nuestra cultura. Me gustaría argumentar que, históricamente, el marxismo ha experimentado cuatro neurosis importantes: la neurosis económica, la neurosis filosófica, la neurosis histórica y la neurosis cultural.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).