«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Nuestra interlocutora, Sabina Urraca, es escritora y periodista, ha colaborado en medios como Vice, Eldiario.es, El Comidista o Ajoblanco, entre otros, ha sido editora invitada en la editorial Barrett, en la que participó con la edición de ese gran éxito de ventas que ha sido Panza de burro, escrito por Andreu Abreu. Además, recientemente ha publicado Soñó con la chica que robaba un caballo en la colección de Episodios Nacionales de Lengua de Trapo, un paseo por la memoria de una joven adolescente y una amiga ausente que, de alguna forma, también iba en aquellos trenes que saltaron por los aires el día 11 de marzo de 2004.
El motivo de mantener esta conversación surgió una tarde cualquiera, tomando café con una amiga, mientras hablábamos de las novelas que habíamos leído últimamente y las que teníamos pendiente de leer. De repente, después de hacer una larga lista de libros, hubo algo que nos llamó poderosamente la atención: todos ellos estaban escritos por mujeres y, además, todas eran hispanohablantes: Luna Miguel, Sabina Urraca, Elizabeth Duval, Irene Solà, Anna Pacheco, Aixa de la Cruz, Mariana Enríquez, Andrea Abreu, Cristina Morales, Gabriela Wiener; lo que nos empujó a tomar la decisión de ir más allá, explorar las causas y los orígenes, hablar con las autoras e indagar en sus inquietudes y su escritura.
Antes de empezar, creo que es pertinente hacer una reflexión más profunda sobre la literatura en general y sobre cómo el hábito de escribir, de leer o editar a otras autoras nos ayuda a conocernos más a nosotras mismas, como mujeres, como jóvenes, como proletarios o como personas racializadas, pero no en este sentido tan de moda del autodescubrimiento, muy centrado en la introspección espiritual del “yo”, sino entendiendo la identidad individual como parte de un agente colectivo más amplio, un cuerpo y unas vivencias que están atravesadas por un conjunto de determinantes y estructuras sociales que quedan al descubierto sobre el papel. La forma de abordar la experiencia histórica, a través de fragmentos autobiográficos con trazas de ficción, es un formato que está presente en algunas de las novelas y ensayos de las autoras que he nombrado antes. Estoy pensando, por supuesto, en Soñó con la chica que robaba un caballo o en Caliente, de Luna Miguel, pero también en Cambiar de idea, de Aixa de la Cruz, o en Panza de burro, de Andrea Abreu. ¿Cuál es el tipo de relación que tiene una autora con su escritura, con sus textos y con el formato? ¿Es la escritura una forma afectiva de alivio, de rabia, o es, por el contrario, un gesto imparcial de objetivación de la experiencia?
De esto y de algunas cosas más: la historia, las mujeres y la literatura, la precariedad y la condición subalterna, lo público y lo doméstico, y, como no, de La chica que soñó que robaba un caballo…; hablaremos a continuación.
La mirada literaria sobre las cosas siempre ha estado ahí. No ha habido un momento de descubrimiento, ni una inmersión gradual en ella. Desde que me recuerdo pensando, imagino historias o veo la vida y el mundo como relato que nos está siendo narrado. El gran paso, supongo, ha sido ese proceso de “traducción” al papel de las historias que veía y/o imaginaba. La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción (porque sí, así lo siento, como una traducción) de la vida a las palabras, de la mente a las palabras. Esa traducción es una lucha perpetua, y eso es la literatura para mí, así la vivo, así la leo en los otros.
Creemos que no, pero esa es la dirección a la que apunta la literatura ahora mismo: buenos y malos claros, posición ideológica del autor asomando en cada página. Me da miedo, la verdad.
Creo que es perfectamente posible crear personajes que no piensen lo que nosotros pensamos y hagan cosas que nosotros jamás haríamos. Creo que eso es casi lo que más me interesa de escribir: lograr entender a los personajes, así sean completamente opuestos a mí, lograr reflejar y fantasear sobre un mundo que es terrible, y en el que por tanto hay constantemente personas haciendo cosas terribles. Creo que es perfectamente posible escribir sin una moraleja, sin dar una lección de nada (de hecho, creo que cualquier libro que nos dirija hacia una moraleja será una obra maniquea) y sin llegar a ninguna conclusión concreta. Lo de no llegar a grandes conclusiones es algo que aprecio especialmente. En los últimos tiempos, siento que la visión de la literatura se desdibuja, y corre el peligro de transformarse en un arte al que se le exige moralidad, personajes correctos, una postura del escritor bien visible. Ahora mismo vivo en Estados Unidos, que marca esta tendencia moralizante de la ficción, y aseguro que, si eso es a lo que nos vamos abocando, es espantoso. En un seminario de estructuras literarias al que asistí hace poco, una escritora dijo que intentaba que sus personajes fueran buenos y no lo pasasen muy mal ni hiciesen nada malo, porque no le gustaba hacérselo pasar mal al lector y porque ya bastantes cosas feas hay en el mundo. Creemos que no, pero esa es la dirección a la que apunta la literatura ahora mismo: buenos y malos claros, posición ideológica del autor asomando en cada página. Me da miedo, la verdad.
Bueno, son las condiciones que se han dado en el momento que nos ha tocado. O renegamos de ellas y lo dejamos todo, o intentamos llevarlas con la mayor salud mental posible. En el fondo, sospecho que en mi caso no sería necesario ser tan empresaria de mí misma y que lo que oculta ese afán por mantener mal que bien esa “marca personal” es un miedo muy grande a que detrás de la marca no haya nada, o no lo que me gusta imaginar que hay. Creo que a muchas nos sucede lo mismo: hemos aprendido a existir así, trabajando para estas empresas de una sola persona que somos, y nos da miedo averiguar si hay otro camino distinto. Lo que hacen las redes y los medios con nuestras identidades es algo muy salvaje a lo que nos entregamos con los brazos abiertos. Es difícil bajarse de este circo. Ojalá lo consiga en algún momento.
Antes había menos editoriales, un ramillete de lectores más limitado. Antes decías que querías ser escritor y tu padre te metía un capón.
Hay muchas más editoriales, muchas más maneras de alcanzar la publicación. Antes había menos editoriales, un ramillete de lectores más limitado. Antes decías que querías ser escritor y tu padre te metía un capón. Además, para bien y para mal, muchos nos hemos creído merecedores de tener voz en este asunto, de creer además que otros pueden querer escucharnos. Y claro, nos hemos desmadrado. Lo digo con miedo y risa. Hay muchas cosas que merecen mucho la pena en este desmadre desatado. Me maravillo y doy gracias por alguna novedad casi cada mes.
Gracias, Hélène Cixous. Creo que ahora mismo ese empuje alternativo de apostar por voces invisibilizadas y minoritarias también ha sido fagocitado por las grandes editoriales. Siendo absolutamente contradictoria esta opinión con mi modo de vida, me pregunto por qué hay tantas editoriales, por qué no dejan de aparecer nuevas. Es decir, una parte de mí se alegra mucho, pero otra se aturde un poco. Hay casos excepcionales, en los que realmente se ve una apuesta por algo distinto, un salto verdaderamente mortal en cuanto a apuestas literarias (y ese creo que debe ser el papel de las editoriales denominadas alternativas) pero en otros casos, tristemente, sólo veo la repetición de una fórmula, nada nuevo, ningún atrevimiento. Con respecto a la labor de las editoras, supongo que cada cual se marca un objetivo, y en base a eso va construyendo su labor editorial. En mi caso, me he propuesto editar únicamente lo que me arrebata de verdad, sin pensar en grandes públicos. Querer contentar al lector medio, lograr un producto, debe ser un camino a evitar. Luego, por supuesto, el lector leerá y reaccionará como le dé la gana, porque eso a veces es imprevisible, pero el punto de partida debe ser jugársela.
Creo que la reflexión que hace la literatura sobre el mundo puede ayudarnos a vernos, a una cierta autoconsciencia.
Creo que la reflexión que hace la literatura sobre el mundo puede ayudarnos a vernos, a una cierta autoconsciencia. Cuando una lee sobre personajes, los destripa, puede aprender a destriparse a sí misma con mayor facilidad. Esta visión externa hacia el personaje aplicada a una misma puede ayudar a observarse mejor, a detectar lo terrible y el absurdo en una misma. No creo en grandísimos activismos, sino en una acción de proximidad, de lo más básico. Creo que la literatura puede ayudar a imaginar el horror que está por venir, pero también a hacernos conscientes de nosotros mismos como parte de ese horror.
Me interesaba hablar sobre enfermedad mental y en concreto sobre la figura del impostor, del que había leído cada poco en los medios: un hombre presidente de víctimas del Holocausto que de pronto resulta ser un embaucador, diversas personas que dijeron haber estado en atentados famosos y que resultaron ser un fraude. Obviamente, la primera reacción siempre es de repulsa. Me pareció interesante ir un poco más allá y preguntarme por qué alguien haría eso, por qué alguien fingiría o mentiría diciendo que fue víctima de un suceso terrible que en realidad no vivió. Escribiendo el libro, al tiempo que se fue desarrollando el personaje de la amiga, fui encontrando la respuesta: El dolor que causan la enfermedad mental o el sufrimiento psíquico es algo profundamente solitario e incomprendido. Las desgracias generales, los traumas colectivos, son en cambio un dolor absolutamente legitimado, que se vive con comprensión y apoyo. En mi libro, la amiga se quiebra de pronto por algo que no depende de ella: una enfermedad mental, la herencia de la desgracia familiar. Sola ante esa inmensa confusión, toma la salida de subirse al carro de las víctimas del acontecimiento dramático más reciente. De alguna forma, es la única forma de legitimar un dolor que no comprende.
En un momento dado, tuve que parar de documentarme, tener claros los acontecimientos clave y centrarme en la trama del libro.
Quise también hablar de otros temas que siento que atravesaron mi generación (la primera generación en la que se usó el término postadolescente como un salvoconducto para seguir sin rumbo) en aquellos años: el sentirse perdido, sin identidad, en ciudades desconocidas, la búsqueda desesperada de un grupo social, los enamoramientos feroces, la irresponsabilidad y la torpeza afectivas, la precariedad laboral. Me interesaba también tocar un fenómeno que he comentado mucho en los últimos tiempos con amigas y amigos: a la luz de estos nuevos tiempos más conscientes con respecto a violencias sexuales, el repaso de qué momentos abusivos pudimos haber vivido o perpetrado sin ser conscientes de ello. Las protagonistas son víctimas, pero también tienen conductas violentas y abusivas, pero todo se diluye por desconocimiento y falta de consciencia, aunque les pasa una factura que no alcanzan a comprender del todo.
Lo que he hecho no ha sido propiamente una reconstrucción, porque mi 11M fue distinto al de mis personajes, pero durante la escritura del libro sí que hubo, irremediablemente, diversas conversaciones con los amigos con los que viví aquellos momentos, una inmersión en el pasado que a ratos resultó muy reveladora y a ratos muy dura. Vi todos los noticiarios y programas disponibles de aquellos días. Hubo un momento en el que se me fue un poco la mano; estaba como obsesionada con una serie espantosa que me tocaba cada vez más de cerca. En un momento dado, tuve que parar de documentarme, tener claros los acontecimientos clave y centrarme en la trama del libro.
La novedad editorial que más me ha impactado en los últimos tiempos ha sido el primer libro que ha sacado Editorial Comisura, El infarto del alma, un fotolibro de la fotógrafa Paz Errázuriz y la escritora Diamela Eltit. En él hay poesía, ensayo, narración epistolar… todo ello en torno a un hospital psiquiátrico de Chile. Es una joya.
Lo último que he leído es La comemadre, de Roque Larraquy. Aún no está editado en España, pero lo estará. Es un genio que juega a un juego muy arriesgado con una prosa absolutamente prodigiosa.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).