Este texto corresponde a la primera mitad de “Mothering Against the World: Momrades Against Motherhood”, publicado originalmente en el octavo volumen de la revista revolucionaria Salvage.
Sophie Lewis es una escritora feminista queer y comunista, traductora ocasional que vive en Filadelfia. Ha escrito varios ensayos de teoría y crítica cultural, así como un libro abolicionista de la familia, Full Surrogacy Now: Feminism Against Family, publicado por Verso Books en mayo de 2019. Es miembro del colectivo Out of the Woods. Puedes apoyar sus escritos en patreon.com/reproutopia.
Diario de gira de una abolicionista de la familia.
24 de mayo de 2019. Hmm. Me estoy dando cuenta de que la gente se enfurece ante la sugerencia de que merecían más de lo que, como niñes, recibieron.
17 de agosto. Por supuesto, cualquier abolicionista de la familia que se precie entiende muy bien que la "infame proposición de los comunistas" -abolir la familia- ataca los fundamentos mismos del ser (tal como está constituido actualmente). Creo que el mecanismo de reacción psicológica -y con el que todes debemos lidiar- es algo así como: "Bueno, puede que sea una máquina disciplinaria de traumas y basada en la escasez, pero es mi máquina disciplinaria de traumas y basada en la escasez. Y no sé quién sería sin ella. Retrocede. Cómo te atreves". En otras palabras, la idea de abolir la familia desencadena una enorme ansiedad onto-epistemológica, con la que a menudo se desata una violenta ira. “A corto plazo", como señalan Jules y Kate, cualquier institución contrafamiliar comunista que construyamos colectivamente será sin duda "una de las menos populares que hayan existido jamás".
Todo esto lo sé. De todos modos, me parece increíble que algunas personas -es decir, he captado algunos destellos de este fenómeno mientras viajaba- parezcan creer con firmeza que el hecho de que mi madre biológica haya contraído un cáncer en el mismo momento en que nacía mi libro contra la maternidad es una especie de deliciosa ironía, acaso una justicia divina. 'Entonces, crees que todo el mundo merece muchas madres, ¿es así? Es curioso, me he dado cuenta de que estás muy triste por la muerte de tu verdadera madre"
6 de noviembre. Mis circunstancias biofamiliares personales de este año han implicado un duelo terrible e inminente, agravado por la precariedad, por no mencionar la obstrucción y la captura relacionadas con las fronteras y la inmigración. Llamo a esto surrealista no porque sea de alguna manera "hipócrita" hablar públicamente sobre la abolición de la familia privada/nuclear naturalizada -y su contraparte en mayor escala, la nación- mientras, al mismo tiempo, luchaba (como tantas personas en este momento) para cruzar fronteras con el fin de estar con mis parientes biológicos y legales. Tampoco encontraba "contradictorio" predicar la "subrogación total" mientras atendía el lecho de muerte de mi madre, históricamente distanciada de mi. En cierto modo, todo lo contrario. La coincidencia temporal del lanzamiento de Full Surrogacy Now con este requisito sin precedentes (para mí) de estar junto a la cama de mi pariente genético más cercano, hizo que aquello que estaba en juego en la temática de mi obra cobrara vida con una intensidad casi insoportable.
3 de diciembre. Condolencias. Wow - tantas, tantas condolencias. La mayoría de ellas son realmente reconfortantes, aunque siento que hay algo amenazante en mí ahora mismo, en la socialidad cotidiana, algo radiactivo en mi aura, una marca negra en mi frente que dice "Perdió a su madre". Hay camaradas maravilloses ahí fuera que saben qué hacer, cómo estar con el dolor, no sólo tolerándolo, sino permaneciendo con él sin miedo. Las doulas, de hecho, empezaron a darse a conocer antes de la muerte de mamá, no justo después. Esta cultura europea de colonos no es, en general, buena para encarar la muerte. Pero Rosie me mostró las cuerdas. Madeline me envió por correo postal un mono de juguete. Sarah me envió un tóner. Zach aspiró mis escaleras. Paul me hizo ir a un grupo queer/trans de yoga. Julia me dejó sopa en la entrada de mi casa. Y, quizás lo más milagroso de todo, encontré el Colectivo de Doulas de la Muerte de Filadelfia. La camaradería en torno a la muerte existe.
Al mismo tiempo, ha habido una parte de las condolencias que se sienten casi violentas: comentarios ostensiblemente comprensivos que, en realidad, están llenos de reacción, y disciplina, y proyección personal sobre el significado normativo del duelo materno. Me siento como si me bombardearan con declaraciones prescriptivas sobre lo que es "la muerte de la madre", bajo el signo de la Experiencia Humana Universal. ¿No son conscientes estas personas de que están duplicando mi pérdida, al hacer visible mi carencia? ¿Restregándome en la cara que, no sólo he perdido a la madre que tuve, sino que la que tuve es, en cierto sentido, indigna de duelo, porque no era una Madre con mayúsculas? Esta gente parece empeñada en que yo también sienta la falta de la madre que no tuve (es decir, la que podría haber perdido de esta manera particular, prescrita y romántica).
Afortunadamente, todavía consigo reírme de todo esto, al menos a veces. Me han sugerido, por ejemplo, que debería intentar "amarme" en los días que vengan en adelante "como ella me amaba". ¡Me parto el culo! Qué idea tan terrible. Es como… ¿cariño? Voy a tener que hacerlo mucho, mucho mejor que eso. Y también todes mis amigues.
El 26 de noviembre de 2019, mi madre, Ingrid Helga Lewis, murió a los setenta y tres años en un hospicio de las afueras de Londres. Tres de las causas aproximadas de su muerte fueron las siguientes: varios cánceres, uno de los cuales había sido diagnosticado aproximadamente un año antes; complicaciones cardíacas; y esa cosa dudosa, el "alcoholismo". Mi madre era, entre otras muchas cosas, una excelente escritora, una humorista de gran talento y una alemana anglófila en casi total éxodo de su Germanidad. Era una heterosexual blanca cisgénero y una coqueta consumada (tres veces divorciada, dos de ellas del mismo hombre), y una liberal de clase media que fue brevemente una maoísta sesentayochista organizada en la Universidad de Göttingen. Era una superviviente del abandono y los abusos de sus padres, y la primera de su familia en ir a la universidad. Era una mujer imposible y voluntariosa, no explícitamente feminista, que a los cuarenta años, tras haber conseguido un perfecto bilingüismo y un puesto en el servicio alemán de la BBC, cambió repentinamente su opinión respecto a no tener hijes y se casó con mi padre, un inglés diez años menor que ella que trabajaba para Reuters y del que se había enamorado en Viena. Entonces gestó dos bebés seguidos -primero a mí, luego a mi hermano Ben- y nos crió hasta la pubertad con la insuficiente ayuda de su nuevo marido, así como con la insuficiente ayuda de una sucesión de "chicas au pair": las madres remuneradas de mi infancia.
Según tengo entendido, mamá rechazó enérgicamente la identidad cultural y social de "madre" incluso al principio, antes de volverse suicida. Por ejemplo, gritaba con una risa de protesta si alguna vez un niño se refería a ella como "la mamá de Sophie/Ben" (vivíamos en Francia); no le gustaba que Ben la interpelara como "mamá". En cambio, mucho más adelante, de repente no quiso que sus niños mayores nos dirigiéramos a ella como "Ingrid", sino como "mamá" y, sobre todo, "Mumputz" [1]: una acuñación suya característica del Engleutsch (inglés/alemán) que parece resumir perfectamente su recalcitrante, indirecta y tragicómicamente tardía entrada en la identificación con la maternidad feminista. Ella tuvo la idea de repartir cariñosamente este sufijo diminutivo, -putz, entre la gente que la rodeaba. (Éramos muy poques. Estaba increíblemente sola. Inevitablemente, alejaba a todo el mundo, hasta el último de los amigos). La práctica del apodo "Mumputz" evocaba una igualdad jocosa, una friendzone, una conspiración; conjuraba el espacio afectivo dentro del cual yo podía, según ella, "introducirla en el feminismo" a través de su "ayuda" (obstaculización, honestamente) con proyectos de trabajo como la traducción del alemán al inglés de A Brief History of Feminism de Antje Schrupp, o The Future of Difference de Paula-Irene Villa y Sabine Hark. Oscilando dentro y fuera de esta igualdad discursiva, de vez en cuando variaba "Mumputz" a "Putz-in-Chief" [2], para distinguirse de, por ejemplo, Vickyputz, mi compañera, Benputz, su hijo, o Sophputz (alias, por alguna razón, Vice-Putz-in-Chief) - yo.
Según ella misma admite, mi Putz-in-Chief dejó de maternarme poco después de que me llegara la primera regla, hundiéndose en el alcoholismo cuando yo tenía unos once años y ella cincuenta y tres. Esta es una de las razones por las que he estado ocupada, durante dos décadas, con la pregunta de qué constituye el cuidado que nace de la camaradería; por lo que siempre he estado a la búsqueda, dondequiera que vaya, de lo que en Full Surrogacy Now llamé "bellas militantes empeñadas en la regeneración, no en la auto-replicación"; por lo que me sentí profundamente obligada, cuando mi madre intelectual elegida Donna Haraway comenzó a decir "haz parientes, no bebés" en 2015, a plantear una réplica que demandase la abolición de la familia sin antinatalismo: haz parientes y/o bebés (tal vez). Mi libro nació, casualmente, seis meses antes de la muerte de mamá, solo un par de días antes de que el NHS (servicio nacional de salud británico) declarase que su cáncer -el que conocían en ese momento- estaba en fase cuatro. Así que estaba en el lado "correcto" del Atlántico, aunque no -como señaló mamá con resentimiento- por la razón "correcta". Durante semanas, combiné mi estancia en la sala de hospital de mamá, tratando de convencerla de que limpiara, o al menos lubricara, su aterradora boca podrida, con las firmas de libros y los actos de presentación.
En algún momento de ese verano repleto de pañales para adultos, me fijé en el portmanteau 'momrade' -mamá más camarada- en las redes sociales y en los foros online de madres y/o militantes de izquierdas. El sitio web satírico The Worker's Spatula, por ejemplo, dedicó su post del Día de la Madre en 2019 a "todas las momrades". La sindicalista y antropóloga Kate Doyle-Griffiths, con sede en Brooklyn, tuiteó que, si bien "colectivizar el trabajo doméstico en comunas gigantes" no acaba con el capitalismo en sí mismo, “puede ser algo bueno para ti y tus momrades si puedes lograrlo". Las autodenominadas "mamás blogueras" llevan utilizando el término desde al menos 2004. Aparece en diversas biografías de redes sociales o en los nombres de cuadros militantes de todo Estados Unidos. Una momrade bien puede titular su post sobre el apoyo interparental "Una momrade en apuros es una mamarada de hecho" [3]; o, en un blog para ModernMom.com, compartir "consejos ingeniosos" sobre les peques recogidos del debate "con varias de mis momrades". Incluso han existido (aunque durante poco tiempo) sitios web que enarbolaban la bandera de la maternadería [4], como Momrades.blogspot.com y Momrades.com.
La página de 'momrade' en urbandictionary.com, fechada el 16 de diciembre de 2017, recoge dos definiciones radicalmente distintas: una gira en torno al verbo 'tener', y la otra sobre 'hacer', dos opciones que la autora ('Zuchinno') ha decidido conectar simplemente con un rico y sugerente 'y/o'.
Momrade, sustantivo.
1) camaradas que tienen hijes
y/o
2) camaradas que realizan la mayor parte del trabajo de apoyo y de reproducción en el movimiento [5].
¿Camaradas que tienen o camaradas que hacen? Haciéndose eco de la misma díada, aunque sin ninguno de los objetivos comunistas-abolicionistas de mis camaradas, en su novela de 2018 Motherhood, Sheila Heti se queja de la forma en que algunas madres de su cultura hablan "como si un hijo fuera algo que hay que tener, en lugar de hacer. El hacer es lo que parece difícil. El tener parece maravilloso. Pero une no tiene un hijo, lo hace".
Al igual que Heti, la colaboradora de UrbanDictionary capta con precisión la tensión tan poderosamente articulada en el clásico feminista de Adrienne Rich Of Woman Born: Motherhood as Experience and Institution (Nacemos de mujer: la maternidad como experiencia e institución), entre el potencial del trabajo reproductivo para llevar a cabo la creación de parentescos liberadores (maternar), por un lado, y la privatización reaccionaria (la maternidad como ideología de la propiedad), por otro.
Pero la pregunta, para mí, que no plantean ni Heti ni zuchinno, es la siguiente: 1) ¿(tener hijes) te convierte automáticamente en 2) (momrade)? A la inversa, ¿maternar implica tener "niñes" o no hay ningún componente de propiedad necesario para ser "una" madre? ¿La maternidad es simplemente camaradería -pero entonces, ¿camaradería con respecto a quién? - por parte de las personas que han procreado? ¿O acaso la única definición significativa de "camarada" es la de hacer el esfuerzo con respecto a las denominadas labores de "apoyo" y "reproducción" de la vida? ¿Se puede llamar a un camarada tal cosa si no es momrade? ¿Y qué pasa con personas como mi difunta madre, una activista de izquierdas que "tuvo" hijos, que tenía documentos legales que lo demostraban, pero que desde principios del siglo XXI apenas hizo trabajo de apoyo o reproductivo para esos niños, y mucho menos para el "movimiento"?
La definición de la web, en resumen, encapsula perfectamente la dialéctica de "maternar contra la maternidad" que las herederas intelectuales de Adrienne Rich siguen debatiendo hasta el día de hoy: las verdades contradictorias de que "Madre es una institución" y "Madre es un verbo" [6].
En el primer caso, podemos plantear la negación de la violencia materna por parte de quienes altermaternan [7]. O, para no apropiarnos del término "altermadre" del feminismo negro y, en su lugar, acuñar otro que designe a las personas que maternan sin ser necesariamente madres, podríamos hablar de las "maternadoras" [8] multigeneracionales de la experiencia de muchas personas. Cuando pienso en la maternadería, por ejemplo, no me viene a la mente mi madre, sino precisamente aquellos otros seres humanos de mi vida que me ayudaron a revertir y curar el dolor que ella (y mi padre, divorciado de ella desde hace mucho tiempo) me infligieron a lo largo de los años, al no haberme maternado de forma significativa durante mi adolescencia.
Mi madre -es decir, mi madre oficial- era muchas cosas, pero hasta donde yo podía ver, no era una maternadora. De hecho, era una de las personas menos cuidadosas y más narcisistas que he conocido. Pero también era exactamente el tipo de persona (como yo) a la que le hace cosquillas un término tan estremecedor como el de "momrade". Además, le habría gustado tomarse el neologismo en serio y poner en diálogo las nociones de maternidad y camaradería. Eso es lo que estoy intentando hacer. Sentada en mi escritorio cinco meses después de su muerte, llorándola, vestida por fin con muchas de sus ropas largamente codiciadas por mí y sus excelentes collares, soy, después de todo, una personalidad y un cuerpo algo parecidos a los suyos, por herida que esté y desleal que sea.
¿De qué manera las madres camaradas de todos los géneros abolen no sólo la maternidad sino el estado presente de las cosas? ¿De qué manera las artes colectivas del trabajo de cuidados deshacen (quizá) mundos? ¿Qué hace que la maternidad sea anti-productiva, en lugar de reproductiva? ¿Cómo retoman, modifican o recombinan todas estas cuestiones conceptos como la "abolición de la familia" de Marx y Engels, el "polimaternalismo" del feminismo negro queer y la "xenofamilialidad" del Xenofeminismo?
El trauma residual del abandono de mamá sigue siendo una de las cosas más difíciles de mi vida. Sin embargo, aparte del dolor y el odio, también siento una profunda empatía, rayana en el respeto, hacia su repugnante salida (a través del suicidio) de la miseria del sistema matrimonial y la familia nuclear. Mientras que, en el pasado, en ocasiones he deseado la muerte de mi madre, durante la última década, más o menos, me ha resultado difícil condenarla rotundamente por haber optado por abandonar un trabajo (maternarme) que la sociedad capitalista le había obligado a ejercer de una forma tan solitaria. Después de todo, mis compromisos espirituales y políticos más profundos son con el lema revolucionario queer "¡Abolición de la familia! Junto con un pequeño pero creciente número de escritores declarades "abolicionistas de la familia" en los EE.UU. y el Reino Unido, actualmente contribuyo a una tendencia teórica que considera que la supresión positiva de la familia nuclear-normativa es -no, siempre ha sido- el objeto propio de las luchas por la liberación queer, feminista y de género. Bajo el capitalismo, como señala Alva Gotby, "las familias son relaciones de trabajo". Por lo tanto, una cuestión importante para les que nos oponemos a la tiranía del trabajo es de qué manera, como se pregunta Madeline Lane-McKinley, abolir la familia para les niñes. En el libro de poemas de Lane-McKinley, Dear Z, la poeta escribe a su criatura: "Me pregunto cómo abolir la familia, no sin ti, sino contigo". ¿Cómo le hablarías a une niñe de la abolición de la familia?
No estoy del todo de acuerdo con la sabiduría recibida de que, en la actual coyuntura, las madres deben ocultar a toda costa a sus hijes que se arrepienten de haberles tenido. Si me preguntáis, de entre todas las cosas que Mumputz hizo mal, el hecho de no ocultar esto fue una de las que tienen menor importancia. Les niñes, aunque necesitan y tienen derecho a un abundante compromiso incondicional, también son, claramente, capaces de una camaradería recíproca. Elles -nosotres, de niñes- desean con frecuencia que no se les resguarde falsamente de la oportunidad de practicar la empatía y la solidaridad. Les niñes no pueden ser bien maternades por les inmaternades, y no están, colectivamente, bien servides por el sistema de lotería bio-legal que les asigna al cuidado privado de unos pocos adultos - a la vida en la arquitectura solitaria, insostenible, dependiente-del-coche de la atomización nuclear heteropatriarcal. Les niñes son, probablemente, quienes mejor comprenden que "cuanto más amorosa y elegida es la familia, más susceptible es a su autoabolición", por citar a M. E. O'Brien. La abolición de la familia, como la define O'Brien en la revista Pinko, "no es la destrucción de los lazos de parentesco que actualmente sirven de protección contra la supremacía blanca, la pobreza y la violencia del Estado, sino la expansión de esa protección a comunidades de lucha más amplias" que incluyen, en el centro de sus procesos democráticos, a personas muy jóvenes.
Les niñes, en su inspiradora libertad de la ideología propietaria, son elles mismes, no solo les herederes, sino les inventores de las posibilidades de la futura comuna de cuidados. No hay duda. Nadie debería estar encadenade en un apartamento a su gestante (o gestade) en contra de su voluntad: en las comunas imaginadas por el socialista utópico Charles Fourier en el siglo XIX, o por Shulamith Firestone en 1970, tanto les niñes como los progenitores podían optar por salir de una dinámica tóxica, con la seguridad de que nadie quedaría totalmente falto de cuidados. O'Brien destila la idea central: "Ya nadie está unido violentamente".
En mi infancia, no quería que nadie tuviera que unirse violentamente. Por lo tanto, creo que nunca confundí la diferencia entre que mi madre se arrepintiera de serlo y que mi madre me desease la muerte. Entender que tener hijes -o tenerlos con papá- era, sencillamente, una decisión equivocada para mamá, no era algo que debiera tomarse como una ofensa personal.
Para ser clara, no creo que lo que Ben y yo recibimos fuera una "maternidad suficientemente buena", por utilizar el término de Winnicott. Desde luego, no estoy diciendo que no esté resentida, enfadada, y profundamente necesitada de sanación. No me malinterpretéis: en lo que a mí respecta, Mumputz era una jodida mierda. Es sólo que, como comunista queer anti-trabajo que entiende que la familia nuclear es el punto cero del capitalismo, no puedo condenar de todo corazón la insistencia de mamá en el pasado, cuando todavía intentaba ser madre, de ser finita; de querer, como dice la cómica Ali Wong, no inclinarse, sino acostarse [9].
Tal vez en reacción a la romantización por parte de mi padre de la angelicalidad doméstica [10] de su propia madre -o tal vez no-, siempre he amado a una zorra, a una guarra, a una mujer en huelga. En algún momento del camino, conecté los puntos. Recientemente, me he dado cuenta de que siento un profundo respeto por aspectos importantes del (escaso) estilo de crianza de Mumputz.
De manera contraintuitiva, quizás, llegué a esta apreciación a través de la lectura de Alexis Pauline Gumbs. Contraponiendo la maternidad negra a la maternidad hegemónica, Gumbs, académica independiente, poeta, activista y educadora de Carolina del Norte, historiza el trabajo polimaternal colectivo de las mujeres negras - "hacia quienes nunca estuvieron destinades a sobrevivir"- como queer, "porque perturba la reproducción social del capital al ofrecer un marco social alternativo". "M/other" [11], escribe Gumbs, "es un verbo". La maternidad negra, la producción de la diferencia radical, cuando se hace para "nosotras mismas" como una reclamación del trabajo y una intervención reflexiva contra la reproducción de la uniformidad, es un modo alternativo de producción'. Durante la investigación de mi libro, sentí una gran curiosidad por conocer exactamente esto: cómo las labores multigénero de la maternidad pueden ser concebidas, por camaradas gestantes, como implicadas en una política revolucionaria de construcción de la comunidad. ¿Cómo es que la maternidad, a pesar de llamarse "reproducción", es de hecho anti(re)productiva (en tanto anti-propiedad)? He aquí, finalmente, algunas respuestas.
En "My Son Runs in Riots" (Mi hijo corre en disturbios), un poema de Christy NaMee Eriksen publicado en Revolutionary Mothering (Maternares revolucionarios, una colección de 2016 coeditada por Gumbs), la reproducción no solo es no-reproductiva y colectiva, sino que implica nada menos que la fabricación de bombas. Para Eriksen, la lactancia es una construcción de armas, y las madres de color son, por defecto, pétroleuses [12] polimaternales. Les niñes son camaradas, pertenecen a todes y a nadie más que a elles mismes: "cuando ves el vídeo / es difícil saber de quién es el hijo". De hecho, la crianza de bebés ha sido reconocida explícitamente desde hace mucho tiempo en algunas corrientes del feminismo negro -así lo he aprendido- como una empresa tanto destructiva como creativa; una insurgencia de los comunes y un peligro antinatural: personal pero plural, íntimo pero inclusivo, cariñoso pero sin pretensiones. Para las madres estructuralmente queer implicadas, la pregunta que subyace a esta poética es: ¿cómo puede aprovecharse, organizarse y dirigirse colectivamente este poder de acabar con el mundo (no sólo de crearlo)?
La principal forma en que esta literatura de polimaternidad negra queer y anticapitalista me condujo a apreciar la crianza de mi propia madre es, por supuesto, simplemente en el sentido negativo. La suya, obviamente, no era la "mala maternidad" subversiva que es mala para el capitalismo, teorizada por Gumbs en su lectura de la famoso mandato de Audre Lorde a las lesbianas negras: "Podemos aprender a maternarnos nosotras mismas". La ralentización pasiva de mamá, o huelga blanca, no era categóricamente una "producción de una maternidad rival" antagónica a la reproducción de la familia nuclear heteropatriarcal. Pongámoslo así: si soy algo parecido a una bomba, no es porque mamá, en su alcohólica soledad, fuera (capaz de ser) una artesana de bombas. Además, como Alexis Shotwell recuerda de forma convincente a las personas blancas, la maternidad negra no puede ser simplemente asumida por los blancos, y "las prácticas indígenas de relacionalidad no pueden ser asumidas por los colonos... debemos elaborar nuevas formas de relacionarnos que puedan destruir el colonialismo y su articulación con el racismo anti-negro y el militarismo fronterizo".
Dicha elaboración es lo que, en cierto modo, este ensayo trata de hacer, como parte de la dolorosa y difícil tarea que Shotwell describe como "Reclamar a los malos parientes": el necesario proyecto de "los colonos blancos que reclaman, en lugar de repudiar, nuestra conexión con las personas y las relaciones sociales de la supremacía blanca", así como de "les amigues y camaradas que trabajan como traidores raciales contra la blanquitud". Al decir que los feminismos polimaternalistas negros me ayudaron a apreciar a mi madre comprometida con la blanquitud, lo que estoy diciendo es que me dieron palabras para poner sobre ese horizonte -uno al que el abandono histórico de mamá simplemente me arrastró, mientras que elles lo abren. Gumbs: "¿Y si cualquiera puede participar en la producción del futuro criando, enseñando, sobreviviendo?
Como parte de mi abolicionismo de la familia , lo sé, debo reclamar a mis malos parientes. Este es mi punto de partida. Mamá no fue una maternadora queer, pero en su desempeño [13] de la maternidad había un núcleo de algo que Gumbs nombra en su análisis de la maternidad revolucionaria: la reclamación/rechazo del trabajo impuesto. La mejor manera de expresarlo es la siguiente: aunque no estaba de ninguna manera "cuirizando" la maternidad, aunque era blanca, cis, heterosexual y de clase media, Mumputz “hizo” la maternidad como si fuera una forma de drag. La tarea (de maternar) consistía para ella, al parecer, en arrojar crema solar y kiwis, también conocidos como Vitaminbomben (bombas de vitaminas), a la generación más joven, a menudo con voz de oficial nazi. Pero incluso cuando la broma no era divertida -de hecho, incluso cuando era aterradora y mortalmente seria, como cuando nos gritaba con furia maníaca sobre la ropa sucia o el lavado- une estaba, más o menos, involucrade. No sé si le he perdonado todo, pero le agradezco su desnaturalización estructuralmente queer del amor materno y su crítica inmanente a la invisibilidad del trabajo reproductivo doméstico. Sé que su insatisfacción con el statu quo se transmitió a todes sus hijes (biológicos y no).
Continuará...
[1] Putz es un diminutivo en el alemán, en este caso estaría empleado como fórmula de cariño y vendría a significar “mamita”.
[2] “In Chief” vendría a significar una posición de autoridad, podríamos traducir “Putz-in-Chief” como “Pequeñita jefe” pero he preferido mantener el término original.
[3] En el original hace alusión al refrán “A friend in need is a friend indeed”.
[4] El término original es momradeship, la traducción literal sería “mamadería” pero he considerado que esta forma queda mejor en castellano.
[5] Se refiere a los espacios militantes de izquierdas.
[6] En el texto original hay un juego de palabras, ya que el verbo maternar (to mother) se escribe de la misma forma que el sustantivo madre (mother).
[7] El término original es “othermothering” y surge en las comunidades diaspóricas africanas de Estados Unidos para referirse al acto de críar a niños que no son biológicamente propios. He considerado que emplear la raíz latina “alter” podía transmitir el sentido original del texto.
[8] El término original es “motherer”, añadiendo el sufijo “er” (normalmente atribuido a quien realiza una acción) al verbo “to mother”, por lo que considero que “maternadora” es la expresión que más se acerca al significado original.
[9] El texto original realiza un juego de palabras con los phrasal verbs “lean in” y “lie down”.
[10] El término original es “angel-in-the-house-ism”.
[11] Nótese que la escritora juega con la presencia de Other (alteridad) en el verbo maternar.
[12] Nombre que recibieron un grupo de mujeres revolucionarias en la defensa de la Comuna de París.
[13] El término que la autora emplea es “performance”, conectando el trabajo de la maternidad con una noción performativa del género.
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"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
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La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
La idea de la compulsión a la repetición es muy poderosa y ha calado profundamente en nuestra cultura. Me gustaría argumentar que, históricamente, el marxismo ha experimentado cuatro neurosis importantes: la neurosis económica, la neurosis filosófica, la neurosis histórica y la neurosis cultural.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.