El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
El necro-liberalismo es la fase superior del neoliberalismo. Hasta el siglo XVII existía el poder de muerte propio del soberano, esto es, el poder de la espada, que después dio paso al poder de encierro y disciplinario sobre el cuerpo, con el fordismo del siglo XX como punto álgido. Luego vino la sociedad del control neoliberal, que “libera” a la población de la seguridad basada en derechos y externaliza en el mercado lo que en su día se llamaba “aparatos ideológicos del Estado”.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida. Es el paso de la economía del goteo, donde supuestamente algo de la riqueza acumulada acaba drenando a toda la población, a la economía del sacrificio, en la que se celebra que sobre gente. Ya no se pretende gobernar a la población con el objetivo de gestionar y administrar la vida, no, el poder se centra ahora en expulsar a una parte excedente de esa misma población y dejarla morir.
Para que pueda operar esta lógica, a priori contraintuitiva, ridícula e incluso insultante, el necro-liberalismo necesita generar un fervor oscuro e hiperbólico contra cualquier forma de igualdad, de ahí que su rechazo a la vida sea tan obsceno. Sabemos que son los valores los que dan el soporte a nuestra cosmovisión en torno a “cómo deben ser y funcionar las cosas” en sociedad. Así se entiende mejor que el negacionismo de la igualdad ocupe el centro de sus valores políticos: si lo que buscas es legitimar un modelo cuyo principal rasgo es desprenderse y abandonar a la gente, si lo que buscas es defender un modelo inviable con el sostenimiento de la vida, es razonable que empieces por desprestigiar la igualdad y el igual derecho a la vida como paso previo para justificar la expulsión.
Para que la igualdad sea un elemento por odiar, es necesaria la creación de mundos alternativos que den consistencia a la creencia en los hechos alternativos acorde con los valores defendidos. Es desde esta certeza y convicción desde donde se niega cínicamente el machismo, el cambio climático o la desigualdad, es decir, el necro liberal necesita negar la democracia, pues aceptarla supondría una enmienda a la totalidad de los valores que defiende.
Empero, no lo hace de manera frontal, no viene y dice “mis valores son los de expulsar a gente”, al contrario, necesita ubicar la responsabilidad en el otro y la liberación en uno mismo, porque la suya, como toda política, es una lucha por establecer lo que es justo en sociedad. Así pues, funciona como una apropiación invertida de los mismos valores que combate, ya que no se enfrenta de cara a los elementos transformadores, sino que los rodea y captura para darles el sentido opuesto: busca deshacerse de los derechos para tener más autonomía, hundir los servicios públicos para dejar de estar tutelado, fomentar la fiscalidad regresiva como una forma de liberación y entender la desigualdad como un incentivo para obtener oportunidades. Una desobediencia funcional a la obediencia de ese poder ciego que mueve al capital.
El necro-liberalismo es consciente de que el crecimiento sin medida y sin término colisiona con los límites del planeta. Pero, como no puede poner en duda las bases del crecimiento, resuelve la contradicción expulsando gente en nombre de la libertad, es decir, cribando a los que “libremente” deciden quedarse fuera. Así pues, la exclusión es justa porque expresa lo que cada individuo necesita. La capacidad de mercado del individuo significa que uno obtiene lo que se merece y lo que uno se merece depende de lo que desea conseguir.
Si no deseas nada mejor para tu vida es porque no lo necesitas y debes ser apartado, pues no aportas nada a los demás: el rico laborioso debe culpar al pobre por vago y costoso. Según esta lógica, el que peor parado sale es el máximo culpable, no solo de su situación sino también de lastrar la de los demás. Por eso debe ser eliminado, aunque no de forma directa sino por omisión, por descarte y, en última instancia, porque es lo que ha deseado.
Se instrumentaliza la idea del esfuerzo para presentar como algo normal que el Estado controle, culpe y persiga a los pobres mientras libera, agradece y exonera a los ricos. A esto habría que sumarle el victimismo y la inoculación del resentimiento. Así es como se da a entender que lo más duro y laborioso es ser muy rico, mientras que lo más fácil es ser pobre porque viven entre algodones. La víctima sería el rico y el sin papeles un privilegiado.
De este modo fomenta la voluntad de siervo con apariencia transgresora: un populismo en consonancia con las élites más reaccionarias. Personajes como Trump, Bolsonaro, Kast, Milei o Ayuso en España son expresiones políticas de este sentimiento propio de una arrogancia caprichosa apoyada en una incorrección que recuerda a los niños consentidos de la película Funny Games.
Pero el necro-liberalismo no se limita a unos actores políticos, sobre todo se incrusta en un paisaje cultural y en la normalización de la indiferencia ante la muerte y la banalización de la vida. El estrés, el colapso mental, la falta de tiempo de vida y el síndrome del empleado quemado, conllevan “un riesgo, mucho más preocupante, como es la renuncia silenciosa” [1], esto es, que hacer lo justo sin excederse en horarios ni tareas es un problema, pero no lo son los efectos psicosociales que provoca el exceso de trabajo. En ese enfoque de la cuestión anida la violencia y explica, por ejemplo, el ensañamiento necro-liberal contra los sanitarios y la salud en Madrid. Lo último que importa es la vida.
Elon Musk ha defendido en alguna ocasión la jornada laboral de 80 horas porque, según él, nadie ha cambiado el mundo en 40 horas semanales. Elon Musk es a la economía lo que Trump (o Ayuso) a la política: niños mimados, consentidos y caprichosos que exigen a los demás todo lo que ellos no hacen: sacrificio, esfuerzo y trabajo duro. Musk tiene razón, aunque se equivoca: hay que cuestionar la jornada de 40 horas, pero para lo contrario, ya que la civilización avanza cuando se trabajan menos horas buscando vivir mejor, porque solo con más tiempo liberado del trabajo es posible cambiar el mundo; sin tiempo libre somos "menos que una bestia de carga" (Marx).
En su desprecio a la vida, el necroliberal busca inocular la voluntad de siervo envuelta en retórica inconformista. El discurso que señala a los mayores como privilegiados, a la juventud como caprichosa, a los trabajadores como vagos y al rico como emprendedor que se lo ha currado, solo busca expandir el orden de la desigualdad e inocular el resentimiento en la población afectada por su modelo: como yo me jodo, te jodes, como yo no me quejo, no te quejes.
Una característica de lo que en el siglo XX representaba el fascismo y hoy lo hace el necro-liberalismo es el deseo de que alguien a quien se considera mejor ejerza el poder de muerte sobre uno mismo y sus iguales. Es la muestra de lo que puede movilizar la reacción impulsada por el resentimiento contra los que más se parecen a ti, pero que han osado rechazar el mismo papel pasivo y subordinado. En este Nietzsche bastardeado, el sentimiento más venenoso de la venganza se da, no los esclavos contra los ricos y nobles, al contrario, se da contra los que son iguales a uno, pero que no se resignan a vivir sometidos a otros. Se da contra quienes, siendo como tú, buscan afirmar la voluntad de poder de una igualdad sin dominio.
Sin embargo, los hechos alternativos que brotan en los mundos no se combaten abriendo los ojos ni desmintiéndolos, porque no son fruto de la ignorancia ni como consecuencia de un déficit de educación o de conocimiento, sino que emergen en otro plano, a saber, en la creencia y el deseo. Hay que combatir su desprecio a la vida desde la afirmación y el disfrute placentero de la misma; la batalla se da en los valores, el deseo y la economía libidinal. Así que poco importa aquí declarar la verdad si esta no viene acompañada de una manera de imaginarla, de sentirla y expresarla en valores. Anunciar la verdad en ausencia de un contexto donde aterrice es como sembrar una semilla en un terreno donde no crece nada. Un ejercicio de impotencia. Y esto es así porque la verdad, para que tenga fuerza política, necesita contar con el poder que la haga efectiva.
La pregunta que tenemos que hacernos es tan simple como difícil de responder ¿cómo se hace para hacer deseable el proyecto de la igualdad? Para responder a esta pregunta lo primero sería definir qué se entiende por igualdad. No es la igualdad de los judeocristianos que se someten a un Dios elevado por encima de los fieles, tampoco es la igualdad de quienes, empujados por el miedo, pactan con el Leviatán que les gobierne de forma absoluta, ni la igualdad de mercado que aplica la plantilla de un individuo abstracto ignorando las desigualdades sociales e individuales. En definitiva, no se trata aquí de la igualdad uniformada subyugada, ni de la igualdad resentida, tampoco la igualdad que reduce todo a la equivalencia de la mercancía, al contrario, es la igualdad diversa que se emancipa de lo que le impide ser. No se trata de una igualdad que rebaje a todos a un mismo nivel, al contrario, se trata de impulsar una igualdad como “el deseo de elevarse con todos.” (Nietzsche).
Sabemos que la mayoría de los personajes históricos en distintas disciplinas, desde la política a la biología, pasando por la ingeniería o la literatura, han contado con el mismo ingrediente fundamental, esto es, el de disponer de un crédito de tiempo infinito para dedicarse a ello. La cuestión de la igualdad lo que se plantea es algo muy básico, ¿por qué cualquiera no puede disponer de un crédito de tiempo garantizado? ¿Qué es lo que les hace desiguales? Durante mucho tiempo fueron solo unos pocos quienes podían aburrirse e innovar gracias al trabajo de otros. Lo que toca no es señalar que ellos, los ociosos, deberían trabajar como los obreros sino al revés, que lo bueno, desde el tiempo libre, el aire limpio, la amistad, la alimentación saludable o dormir tranquilo pertenece a todas las personas por igual. La democracia es, ante todo, la igualdad en el ejercicio de la libertad y la libertad es una cuestión de tiempo.
[1] “Después de la gran renuncia llega la renuncia silenciosa” Cinco Días 27/09/2022
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.