Llegamos, como Fernando Berlín, a un cruce de caminos: ¿qué eran mis colegas, víctimas, estúpidos, o simplemente una generación sin ningún otro referente?
“Son víctimas de la propaganda”. Este es el resumen que hacía Fernando Berlín, fundador y director de Radiocable y La Cafetera, a la noticia de que “los hosteleros” apoyan a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, poniendo su nombre a algunos platos. Dejando de lado que la noticia apenas hace referencia a una cadena de pizzas y un par de locales más, el diagnóstico estaba claro: víctimas. Quien más y quien menos, en algún momento de su vida ha emitido un juicio similar, ya sea comentando con desprecio que no hay nadie más imbécil que un obrero que vota a la derecha o, más fino y academicista, hablando de las falsa conciencia y los intereses de la clase dominante.
La noticia de los hosteleros poniendo el nombre de Ayuso a algunos platos coincide con la invasión de los nuevos Cien Mil Hijos Borrachos de San Luis, que al igual que la experiencia previa, parece que llegan para recordarnos cuál es el sitio de España en Europa: una colonia de sol y playa, que a ser posible, levante poco la voz. La cuestión es que pocos -no digo ninguno por decoro, aunque no creo que me equivocase- han unido ambas imágenes: esos hosteleros, los que pueden cambiar nombres de sus productos, no los que los sirven a cinco euros la hora y en negro, no son víctimas. Sus locales en la Puerta del Sol están haciendo su agosto en marzo gracias a las políticas de la Puerta del Sol: todo queda en casa.
Sobre el año 2012, el magnate Sheldon Adelson -fallecido hace escasas semanas- llegó como Míster Marshall y los gobernantes españoles se vistieron de Pepe Isbert para la ocasión: quería traer el modelo de Las Vegas a España y “sólo” pedía cuatro cosas: un aeropuerto cerca, una reforma laboral para poder contratar mano de obra barata y sin derechos, ventajas fiscales y, por qué no, que en sus locales no imperase la ley y se pudiera fumar.
La pelea a cara de perro entre varios presidentes autonómicos la acabó ganando la Comunidad de Madrid, y el lugar donde se iba a establecer este faraónico proyecto eran unos terrenos entre Alcorcón y Madrid, cerca de la base aérea de Cuatro Vientos, entre la M40 y la M50, y al lado de una masa de más de un millón de habitantes que llevábamos padeciendo un paro juvenil superior al 40% desde hacía ya cinco o seis años: el infierno de Aguirre estaba hecho del mismo material que el paraíso de Adelson.
Al final el proyecto fracasó, según dicen, porque el gobierno de Mariano Rajoy no podía transigir con tantas exigencias, aunque la verdad parece más bien que ningún banco quiso financiar el gasto milmillonario que iba a suponer la construcción de varios complejos hoteleros y casinos en medio de un páramo castellano.
Socialmente, el proyecto fue muy contestado desde la izquierda, particularmente desde el sur de Madrid, donde la sombra del casino se proyectaba sobre el futuro laboral de miles de jóvenes como una amenaza de precariedad perenne. Yo en aquel momento tenía 23 años y vivía en Móstoles, donde sigo viviendo, y bastantes amigos míos estaban esperando las noticias para echar el currículum: sin un ladrillo puesto, en los parques se hablaba ya de ser croupier como una salida laboral más. Y no era la peor.
Llegamos, como Fernando Berlín, a un cruce de caminos: ¿qué eran mis colegas, víctimas, estúpidos, o simplemente una generación sin ningún otro referente?
El sueño de Adelson combinaba bastante bien con el sueño de Gallardón, que era organizar, por lo civil o por lo criminal, en 2012 o en 2222, unos Juegos Olímpicos. En ese contexto, en todo Madrid, capital, ciudades dormitorio o pueblos algo más alejados, se fueron construyendo instalaciones deportivas para albergar no ya los Juegos Olímpicos, sino la esperanza de Gallardón, que no cabía en el Palacio de Cibeles. Los encargados de llevarlo a cabo fueron los alcaldes y alcaldesas del PP que, después de la victoria de Aznar en el año 1996, fueron sustituyendo el rojo por el azul en todo el mapa. Esta debacle electoral socialista tomó su forma definitiva en 2003, con el “Tamayazo”, la operación política por la que dos tránsfugas del PSOE decidieron que la presidenta de la Comunidad iba a ser Esperanza Aguirre en lugar de Rafael Simancas, quien obtuvo la mayoría necesaria para gobernar junto con Izquierda Unida.
Desde 1996 hasta hoy han desfilado Jaime Lissavetzky, Rafael Simancas, Cristina Narbona, Tomás Gómez, Rafael Simancas otra vez, Sara Herández y José Manuel Franco al frente de la Federación Socialista Madrileña. Como candidatos, hemos visto en la Comunidad a Cristina Almeida, el propio Simancas o Ángel Gabilondo y, en el Ayuntamiento, a Fernando Morán, Trinidad Jiménez, Miguel Sebastián, Jaime Lissavetzky, Antonio Miguel Carmona y Pepu Hernández. Más a la izquierda con sólo hablar de Gregorio Gordo, Moral Santín o Ángel Pérez, queda todo dicho.
Este despliegue de nombres podría sugerir que en el PSOE se han tomado muy en serio recuperar Madrid: hay destacados militantes, exministros, exministras, futuras -en aquel momento- ministras… La realidad es que, salvo Simancas y Gabilondo, el denominador común de todas estas personas es que desaparecieron de la vida política y social de Madrid una vez perdieron sus respectivas elecciones.,
Quizá la mejor manera de resumir estas dos décadas es hablar de David Lucas, actual secretario general de Agenda Urbana y Vivienda en el ministerio de José Luis Ábalos. Lucas comenzó su carrera política como jefe de gabinete del Alcalde de Getafe en los 90, para ser posteriormente concejal del mismo ayuntamiento en los 2000. En 2007 acompañó a Miguel Sebastián como número 7 de su lista pero, ante la huída del economista ahora epidemiólogo, acabó asumiendo la portavocía de su grupo municipal, siendo de facto el líder de la oposición a Ruiz Gallardón. Pese a eso, en 2011 acabó de candidato en Móstoles, después de unas guerras fratricidas en la agrupación de la ciudad que acabó con el cierre de la misma por parte de la ejecutiva autonómica. Lucas, como no podía ser de otra manera, perdió, pero contra todo pronóstico se quedó a organizar la agrupación y la oposición. El resultado fue su victoria cuatro años después, siendo elegido alcalde de la ciudad, cargo que acompañó con el de senador.
Pero la tradición suicida de la izquierda en Madrid manda, y David Lucas acabó sus días en Móstoles dimitiendo tras una operación de la fontanería más cutre y tradicional del aparato socialista, que nos dejó como alcaldesa a Noelia Posse, persona bien vista por parte del equipo de Sánchez en Moncloa -Simancas e Iván García Yustos, concejal que tuvo que dimitir en los 90 por un escándalo de llamadas a números eróticos desde su despacho-. Los mayores méritos de la alcaldesa hasta ahora son regalar dinero a empresas, destrozar su ciudad con un festival que ni está ni se le espera para pagar lo que debe o múltiples enchufes a amigos y familiares, por nombrar las más sonadas. Esto, sumado a la escisión Podemos-Más Madrid, ha devuelto a la ciudad a un estado anímico similar al del año 2003 y la época de victorias del Partido Popular por incomparecencia del rival.
Más allá del localismo, no es difícil extrapolar esta sensación y comparar el momento político actual con el de aquellos años de zozobra: el PSOE presenta a Gabilondo, exministro sin carisma ni proyecto conocido, y Unidas Podemos recupera la tradición de los Miguel Sebastián de turno, con la llegada salvífica y redentora de un Pablo Iglesias, que se presenta para recuperar la Comunidad y de paso a su partido -o tal vez sea al revés-, y que genera muchas dudas en cuanto a si aguantará cuatro años en Entrevías. La sorpresa es la aparición de Mónica García, médica a quien la pandemia le ha otorgado un plus de relevancia y credibilidad, que se ha puesto a los mandos que abandonó Errejón, quien después de dar la sorpresa y llegar a sumar 20 diputados en las elecciones de 2019, dejó Vallecas por la carrera de San Jerónimo unos meses después para ser uno de los dos diputados de su partido en el Congreso. Pura tradición madrileña.
Estos problemas en el quién influyen decisivamente en el qué. ¿Qué quiere la izquierda para la Comunidad de Madrid? Frente a la “venezuelización” que la derecha predica, desde la izquierda se ha contestado con eslóganes y símiles antitéticos: “queremos ser Dinamarca”, “queremos competir por arriba y no por abajo”, etc. Pero, ¿qué es ser Dinamarca? ¿Qué es competir por arriba y no por abajo? En la Comunidad no hemos tenido un líder de izquierdas que haya sido capaz de dibujarnos lo que podría ser otra Comunidad, nuestra Comunidad: ninguno se quedó el tiempo suficiente para llegar a decirnos nada.
A nivel municipal, el Ayuntamiento de Manuela Carmena dio una muestra de lo que podría ser eso: medidas de protección de la salud y ambientales, una gestión más eficiente, una redistribución -dentro de los límites de Montoro- de los superávits y, también hay que decirlo, la continuidad con la cultura de las operaciones inmobiliarias. Aunque las competencias de un Ayuntamiento son bastante limitadas, no importa que sea el de la capital del Reino, y no puede establecer políticas de empleo o legislación para “competir por arriba y no por abajo”, los cuatro años de Carmena nos recordaron que las cosas se podían hacer de otra manera, que se puede imaginar otra ciudad y se puede construir otra ciudad.
Los programas son probablemente una de las herramientas electorales menos sexys y que menos definen el voto de todas las que hay. No hablemos ya en unos comicios que se dibujan como muy personalistas, entre Ayuso e Iglesias, fundamentalmente, como los símbolos de dos países enfrentados, no ya las dos Españas, sino Venezuela y Dinamarca. No obstante, los programas dibujan, nos dejan imaginar. Sin imaginación sólo tenemos el no: no queremos ser el Madrid de Ayuso, el de Cifuentes, el de González, el de Aguirre, el de Granados. Pero ¿qué queremos ser? ¿Qué ofrecemos a Madrid, a Móstoles, a Estremera, al Boalo, al Corredor del Henares o a la Vega del Tajo?
Cuando no tienes imaginación te queda el imaginario social: lo que en 2012 era irse de croupier, en 2006 fue dejar el instituto para ir a la obra. Ninguno pensó que podría entrar en una FP para instalar paneles solares, pero todos supimos que en el blackjack un as puede valer once o uno en función de cuándo salga. Me temo que gran parte de los que hoy tienen veinte años sólo se pueden imaginar poniendo cañas a turistas borrachos, lo que significa que, efectivamente, acabarán poniendo cañas a turistas borrachos.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.