Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
Ante los acontecimientos de público conocimiento, el virus y la pandemia, resulta indispensable volver a pensar el Estado. No obstante, como “volvemos mejores” (y “mujeres”, según el maravilloso equívoco del presidente Alberto Fernández) en condiciones absolutamente peores (luego del vaciamiento y endeudamiento producido por el gobierno neoliberal), el “deseo de cambiarlo todo” (todos los niveles y prácticas de la sociedad, por tomar una consigna feminista) ha de verificarse simplemente como deseo; esto es, en clave spinocista, el conatus: perseverar en el ser. Pues, según Spinoza: “Nadie puede desear ser feliz, obrar bien y vivir bien, si no desea al mismo tiempo ser, obrar y vivir, esto es, existir en acto”. El simple deseo de existir en acto puede ser enormemente subversivo de un orden naturalizado. Para un espíritu materialista esto es absolutamente natural: perseverar en el ser y gestionarse los mejores modos de arreglarse en ello, junto a otros, es asunto de uso de la razón y de libertad; para nada de temor, falsa conciencia o culpabilidad. Así lo expresaba Spinoza en su Ética: “El hombre que se guía por la razón es más libre en el Estado, donde vive según leyes que obligan a todos, que en la soledad, donde sólo se obedece a sí mismo.” La única soledad vivible es la que se cultiva éticamente a partir de un Estado que protege, no por temor sino en un ejercicio pleno de la razón y la libertad; para eso uno tiene que tener confianza en quienes gobiernan. A nosotros nos sobran los motivos, aunque no puede decirse lo mismo en otras partes del mundo.
La Naturaleza vuelve a su estado y el Estado a su naturaleza; no se trata de restaurar el estatuto mítico o excepcional con el que se sueña a menudo, sino del ordenamiento riguroso que responde a lo real en juego: inmanencia absoluta. Lo real sin ley de un virus induce ese ordenamiento que, además, resulta solidario porque entiende la mutua implicación de instancias y prácticas. La diferencia entre Naturaleza y Estado no es sustancial, responde a atributos distintos que capta el entendimiento en su co-pertenencia. Por ende, no saldremos de esta situación sin la colaboración de todxs, y cada quien tiene que entenderlo desde su singular posición para actuar en consecuencia.
Hace unos días escuchábamos la larga y amena entrevista que le hicieron en un informativo (C5N) a Victoria Moreno, médica argentina que tuvo el coronavirus y trabaja en New York. Con una lucidez y pragmatismo impresionantes, contaba cómo se había desarrollado la enfermedad por allá y lo maravillada y orgullosa que estaba de cómo habíamos respondido los argentinos por acá. Así como pensamos que en lugar de enredarnos en diagnósticos filosófico culturales inútiles, conviene prepararse ética y filosóficamente para lo peor, consideramos que nuestros ejercicios materialistas tienen que incluir también el reconocer la singularidad y novedad que entrañan las medidas de gobierno argentinas: su anticipación, decisión, organización, unidad, respuestas económicas solidarias, etc. No somos China ni Corea, pero tampoco Italia, España o Francia; por suerte, tampoco somos como los gobiernos de Brasil, Chile, EEUU o México. Poder sentir un mínimo contento de sí mismo (concepto clave en la Ética de Spinoza), al considerar nuestra potencia de actuar, nos da una confianza y una alegría sosegadas indispensables para afrontar lo que se viene.
A esta altura, resulta evidente entonces que uno de los efectos inmediatos de la pandemia desatada por el coronavirus es, además de la crisis económica global reproducida en todos los diarios, la reivindicación del Estado. En la urgencia por adelantarse a los acontecimientos, rediseñar los imaginarios de futuro y no quedar fuera del tren de opiniones que transita a toda velocidad, han proliferado los análisis de filósofxs que vaticinan el fin del capitalismo, el desplazamiento global hacia el modelo de China (bastante caricaturizado, por cierto) o la normalización de la excepcionalidad; e incluso, análisis de los análisis. Pero lo que sorprende es la falta de eso que Lenin llamaba “un análisis concreto de la situación concreta”. Sin ánimos de subirnos a aquel tren, aunque con la necesidad de elaborar lo que esta experiencia histórica suscita, intentamos situar en su especificidad la respuesta del gobierno argentino ante la emergencia sanitaria del coronavirus. No una apreciación general, grandilocuente y homogeneizadora de lo que pasa en el mundo, sino una valoración en su justa medida de la lógica que anuda las medidas del gobierno (pensamos situados).
En medio de la crisis desatada por la pandemia, el gobierno del Frente de Todxs demuestra en cada uno de sus anuncios su comprensión materialista del Estado, es decir, del entramado complejo de realidades, temporalidades, instituciones y prácticas concretas que se anudan en él. Siguiendo de cerca la evolución del virus en el país, pero adelantándose a sus efectos, las primeras medidas tendieron a prevenir su circulación local. Comenzaron los controles en el aeropuerto de Ezeiza, por donde ingresaron los primeros contagios; el aislamiento de quienes presentaban síntomas y el monitoreo de sus contactos cercanos. Le siguieron la justificación de las inasistencias en las instituciones educativas en caso de presentar síntomas compatibles con la COVID-19 y las licencias excepcionales por 14 días para quienes regresaran de zonas afectadas. Con 19 casos importados confirmados y el primer fallecimiento, el gobierno creó el 10 de marzo un fondo especial de 1.700 millones de pesos para la adquisición de insumos y equipamiento para hospitales y laboratorios. En los días siguientes, se cerraron los espacios culturales nacionales, se suspendió la presencia de público en los espectáculos masivos (como los partidos de fútbol), se reforzaron los controles fronterizos, se creó una línea de consulta gratuita para adultos mayores y se habilitaron vías de comunicación las 24hs para argentinxs en el exterior, entre otras medidas dirigidas a distintos sectores afectados por la crisis sanitaria en esa primera etapa (hoteles, agencias de viaje, universidades, parques nacionales, etcétera). El 15 de marzo, se suspendió el dictado de clases presenciales en todas las escuelas del país, una medida que siguieron luego las universidades, y se comenzó a trasladar al ámbito virtual el cursado del ciclo lectivo. Se creó incluso una plataforma especial (educ.ar) que ofrece a los diferentes niveles educativos materiales didácticos. En los días siguientes, se anunció el cierre de fronteras, las licencias laborales para grupos de riesgo y la promoción del trabajo remoto en el ámbito público y privado. Se lanzó un paquete de medidas, que incluían restricciones a los hoteles y en el transporte de pasajeros para desalentar los desplazamientos durante el fin de semana largo, la creación de la línea 134 para denunciar incumplimientos de la cuarentena, refuerzos en la política de protección social (bono extraordinario para jubiladxs, pensionadxs, beneficiarixs de la AUH y de la Asignación Universal por Embarazo, refuerzo de viandas en comedores y merenderos y mayor distribución de la Tarjeta Alimentar) y medidas especiales para proteger la producción, el trabajo y el abastecimiento. Se dispuso la construcción de 8 Hospitales Modulares de Emergencia y la creación de la Unidad Coronavirus COVID-19, de la que participan científicxs e investigadorxs de todo el país. Cuando el 19 de marzo, con 128 casos confirmados y 3 muertes, se decreta el Aislamiento Social Obligatorio, prácticamente el conjunto de las instituciones y aparatos del Estado venían trabajando de forma coordinada desde hacía semanas: con el Ministerio de Salud a la cabeza, se concertaron medidas en todas las áreas, desde la seguridad social, la producción, el trabajo, la ciencia y el transporte, hasta el deporte, el turismo, la cultura, la educación y el medioambiente. Todos los Ministerios de la Nación estuvieron involucrados, de una u otra forma, en el trazado de las medidas que se fueron tomando progresivamente y que no apuntaron solamente a lxs residentes en el país, sino también a lxs argentinxs que por distintos motivos se encuentran en otros países. Hasta su situación se tuvo en cuenta y se enviaron vuelos especiales de la aerolínea de bandera, que ya repatriaron a más de 20 mil argentinxs. La cuarentena obligatoria trajo nuevas dificultades en el manejo de la crisis desatada por la pandemia: la especulación en los precios de productos de primera necesidad (especialmente, los productos de limpieza e higiene), la pérdida súbita de ingresos para monotributistas y quienes viven de jornales, changas y pequeños comercios, la imposibilidad de afrontar gastos de alquiler y de servicios esenciales, el corte en la cadena de pagos de las PyMES que les dificulta el pago de sueldos, y la imposibilidad de cumplir con el aislamiento en los barrios más pauperizados. Sin embargo, el gobierno no se detuvo y trató de implementar medidas que respondan a cada una de estas problemáticas: creó un Ingreso Familiar de Emergencia para los sectores más perjudicados económicamente, ordenó precios máximos para los productos de primera necesidad, suspendió el corte de servicios por falta de pago, acordó con el Banco Central la incorporación de créditos para el pago de sueldos de las PyMES y está evaluando la posibilidad de instalar un aislamiento barrial obligatorio en las zonas más precarizadas de las ciudades. Para el personal sanitario, tan indispensable como expuesto en esta crisis, se dispuso un pago extraordinario por sus servicios. Asimismo, se está avanzando en la descentralización de los testeos epidemiológicos (para agilizarlos) y, con el aval de la Organización Mundial de la Salud que seleccionó a Argentina y otros 9 países en el combate contra la COVID-19, se están probando nuevos tratamientos.
Argentina fue uno de los primeros países en América Latina en registrar un caso de COVID-19 (el primero fue Brasil el 26 de febrero). Pero a diferencia del resto, fue también el primero en adoptar medidas de prevención, contención y mitigación del virus. Antes incluso de que se confirmara el primer contagio el 3 de marzo. Si tiene algún sentido aquí enumerar aquellas medidas, es para identificar el modo en que se anudan, la diversidad de niveles, instancias y relaciones a las atienden y, por lo tanto, la forma particular de Estado que encarnan.
Lo sabemos, el Estado no se agota en (ni se identifica con) las personas que lo administran. Tiene una lógica propia que las excede y que condensa múltiples registros, temporalidades y prácticas. Aunque tampoco es irrelevante quiénes ocupan el Estado; al contrario, esto resulta esencial, en la medida en que le imprimen una orientación precisa al entramado de relaciones que compone al Estado. Es ante todo una diferencia ética. Por eso, no da lo mismo quiénes estén a cargo del aparato de Estado, por más que las inercias, el diferencial de poder y el principio de desigualdad que lo definen (en tanto no todxs tienen la misma capacidad para tomar decisiones en su interior), estén ahí operando. Dicho esto, una sensación de alivio parece circular entre la gran mayoría de argentinxs (algo que pone en evidencia el aumento récord de la imagen positiva de Alberto Fernández, hasta en los sectores que menos lo votaron) por tener a cargo de la pandemia a un presidente que, entre sus primeras medidas de gobierno, le restituyó al Ministerio de Salud su posición. Que, además, recuperó el Ministerio de Ciencia y Técnica, clave ahora en la lucha contra el virus. Y cuyo gobierno practica performativamente la máxima que lo define: es con todxs. Más que simplemente imaginar, en un ejercicio (afortunadamente) distópico, cómo se desarrollaría la pandemia bajo el gobierno de Cambiemos, o poner en tela de juicio la respuesta del gobierno actual por los abusos cometidos por algunos agentes de las fuerzas de seguridad, nos resulta más sugestivo pensar en su singularidad el caso argentino que hoy se plantea como ejemplo en todo el mundo.
En sus prácticas de gobierno ante la pandemia, el Frente de Todxs efectivamente despliega un “todismo”: convoca no solo a expertos y a dirigentes de todo el arco político, sino también al conjunto social. El gobierno que en campaña anunció la unidad de lxs argentinxs, ahora la pone en acto. Ahí donde la tan mentada “grieta” se suspende temporalmente y se cierra más que los hogares en cuarentena, surgen nuevas formas de cuidado que involucran a todxs y a cada unx (al conjunto y al sí mismo en cada gesto). Lo que resulta tan llamativo y especial del caso argentino es, precisamente, cómo se atiende a la complejidad del entramado social para dar respuestas rápidamente desde una ética del cuidado. Si dirigentes como Boris Johnson y Donald Trump ponen en términos numéricos las vidas de sus compatriotas, calculando a la vez cuantos millones se van a enfermar (o incluso alentando a que se enfermen para generar anticuerpos) y el daño económico que puede generar una cuarentena (que se intenta evitar a toda costa, a pesar de su probada efectividad para controlar la circulación del virus), Alberto Fernández reconoce cada vida en su singularidad. En diferentes declaraciones en los medios, señaló la congoja que siente ante la noticia de cada fallecimiento producto de la COVID-19 y el imperativo de proteger cada vida; pues, “una economía que cae siempre se levanta, pero una vida que termina no la levantamos más”. Alberto Fernández nos alienta a salir de la falsa dicotomía entre vida y economía, al mismo tiempo que promueve el cuidado entre todxs. De esta manera, las medidas tomadas por el gobierno no son aleatorias, ni están desconectadas entre sí. Es justamente aquella ética del cuidado la que las enlaza en cada nivel: el gobierno de sí y de lxs otrxs.
¿Cómo se gobierna, entonces, (en medio de) una pandemia? El gobierno argentino demuestra que no simplemente poniendo policías y gendarmes en las calles, como si se tratara ante todo de una cuestión de seguridad, sino atendiendo al complejo entramado de instancias y niveles del Estado desde una ética del cuidado. Que no es posible instaurar una cuarentena total sin reforzar las políticas sociales y ayudar a quienes ven radicalmente deterioradas sus fuentes de ingreso; que no es posible cerrar las fronteras sin contemplar la situación de quienes quedaron fuera del país; que no es posible suspender las clases presenciales sin darle cierta continuidad al ciclo lectivo; que no es posible respetar la cuarentena si no se tiene acceso a las condiciones mínimas de vivienda, higiene y salubridad que lo permiten; que no es posible, en definitiva, habitar un país en condiciones dignas sin un Estado que proteja a sus habitantes, sobre todo (pero no solamente) en las peores situaciones.
La vida por sobre la economía significa, en concreto, que “hay algunos muchachos que les tocó la hora de ganar menos” (clara alusión al grupo Techint). La política es la práctica que puede invertir las prioridades y poner un freno a la estupidez y ambición desmedidas. Siempre y cuando esté orientada también por una ética consecuente. Saber leer, saber escuchar, saber acompañar las medidas justas es casi tan importante como lavarse las manos con gel o mantener la distancia adecuada. No se pueden tomar los enunciados del gobierno literalmente, es decir, sin escucharlos anudados a los actos y medidas concretas que protegen a la población por múltiples vías, en una situación extremadamente difícil, e insertos además en una orientación ideológica definida que se desmarca claramente de otros gobiernos. Privilegiar la vida y la salud por sobre la economía no implica desconocer el nudo real por el cual, ya sabemos demasiado bien, cada instancia y cada práctica resulta indisociable de la otra; pero la decisión política, fuertemente investida por un cuidado ético, muestra otra vez cómo se puede invertir la lógica de las prioridades. Por supuesto, nada está garantizado en una situación de peligro extremo, pero la responsabilidad de leer, escuchar y escribir en implicación material con lo que acontece, para potenciar lo mejor de cada acto, resulta clave en este delicado momento.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.