¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Siempre me obsesionó el concepto de «modo». Todo comenzó con mi abuelo. Desde que tengo uso de memoria, mi abuelo siempre exageraba y dramatizaba todo. Cuando era pequeño, me sorprendía con sus aspavientos y sus exageradas reacciones para realizar casi cualquier evento diario. Un día, como buen adolescente curioso y decidido a averiguar lo que se escondía detrás de ese comportamiento demasiado performativo, le pregunté por qué era tan dramático y tan exagerado. Me respondió lacónicamente: «porque la misma cosa se puede hacer de muchos modos».
Para Spinoza [1] el modo son «las afecciones de una substancia, dicho de otra manera: lo que existe en otra cosa por medio de la cual es también concebido». Para el filósofo holandés, la substancia única (en sus distintos atributos) se expresa en una infinidad de modos. En otras palabras, el atributo «materia» de la substancia se puede expresar a través de distintos «modos»: el edificio, la hoja, el bolígrafo, el asteroide… Esta es una de las ideas más fascinantes de la Ética de Spinoza: es a través de los modos como la unidad se abre al infinito.
Una de las ventajas que tiene pensar la realidad desde sus modos es que nos libra de supuestos metafísicos indeseables. La pregunta ontológicamente pesada del qué (Substancia) o el porqué (Fundamento) deja paso a una más liviana y productiva, a saber, la del cómo ocurre o se expresa algo (modo). Este es el cambio fundamental que operó Foucault en su estudio sobre el poder. En sus propias palabras, se eliminó la pregunta por el qué y el porqué para «grant a certain privileged position to the question of “how”» [2]. En el Estado español, una empresa similar está siendo llevada a cabo por Jordi Claramonte con su Estética modal [3], en la cual se pregunta no tanto qué es el arte, sino los distintos modos de hacer arte.
Este análisis modal podemos aplicarlo también al análisis de la realidad política. En vez de preguntar por la realidad, fin o esencia de cualquier acción política (qué acción y por qué), podemos preguntarnos por las distintas formas de llevar a cabo esa acción. Y con esto no nos referimos a la archiconocida estrategia y sus eternos debates [4], no. La estrategia se centra en pensar los distintos caminos hacia un fin lejano: cómo y qué camino es el más efectivo para alcanzar esa ansiada meta política (ya sea la socialización de los medios de producción y/o el destronamiento del sujeto blanco y patriarcal como sujeto epistemológico y político). No es a los distintos caminos a los que nos referimos aquí, sino a los distintos modos en los que andamos un camino, las distintas formas de hacer(nos) políticas. La estrategia sigue centrada en el qué hacer, mientras que ahora nos movemos en otro nivel: en el cómo (nos) hacemos.
Un error común en el análisis político modal consiste en mezclar (en términos spinozistas) la substancia con el modo o, en otras palabras, el fin de la acción con los modos de hacer la acción. Un ejemplo de esto es proclamar ubicuamente que nuestras prácticas políticas tienen que ser todas ellas justas, pues la justicia es el fin de la práctica política. Aunque esto puede ser algo deseable, no es un buen medidor para los modos en que hacemos algo. No solo porque nos acerca a un inmovilismo con nulo efecto real, como ya advirtió Maquiavelo [5], sino también porque queremos deshacernos de toda herencia cristiana que entiende la justicia desde el individuo y su conciencia (y la injusticia como pecado individual). Queremos una sociedad justa, no individuos justos, que no es lo mismo.
Volvamos al análisis modal, es decir, no tanto a dónde caminamos, sino a los distintos modos de caminar. Es bien sabido la historia del olvido a la que se han sometido estos modos de hacer y, así, después de grandes e históricas revoluciones con sus más afinadas estrategias, se han avenido las más indeseadas atrofias y derrotas por descuidar, precisamente, los gérmenes que arrastrábamos en nuestros modos de hacer política. Los modos de hacer, la modalidad de nuestra política, no es un accidente de la misma, no es un mero decorado estético a su trasfondo, sino que los distintos modos de hacer condicionan e influyen en cómo andamos hacia ese objetivo final. De esta manera, el cómo hacemos una acción política puede que no condicione esa acción a corto plazo, pero establece unos límites, un marco, que impone una deriva a medio y largo plazo. En otras palabras, puede que a la hora de hacer una acción política (tomar una fábrica, por ejemplo) no importe a primera vista el modo de realizarla, pero, a la larga, condiciona severamente nuestro futuro político.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos. Esto se traduce en varios puntos clave. En primer lugar, hay autonomía cuando el grupo tiene la capacidad de crear un espacio de debate democrático y de no-asimilación de las diferencias (donde estas lejos de reducirse se potencian y son vistas como apertura). Además, y esto es importante remarcarlo, la autonomía presupone la auto-organización. Aunque sea baladí, no viene mal recodarlo: un grupo que ha sido externamente organizado, que ha sido ordenado por cualquier factor que no sea la propia voluntad del grupo, nunca podrá ser un grupo autónomo. Como consecuencia, la autonomía muestra la capacidad del grupo de reconducirse en todo momento (en un estado de devenir-margen constante) lejos de cualquier centro encorsetado, esto es, sin endurecerse en torno a sendas rígidamente impuestas por burócratas, direcciones sindicales o sagrados corpus teóricos.
Otra característica fundamental de la autonomía es que tiene en su núcleo el ser generalizable. Un proceso es autónomo si es capaz de contagiar esa autonomía porque, de no ser así, se enquistaría en un mero privilegio. La autonomía sólo es tal si tiene unos márgenes fértiles, si los alrededores se inician en esos mismos procesos de auto-organización. De nada sirve participar en un grupo la mar de autónomo si cuando el grupo trata con personas/familias u organizaciones de fuera del grupo no se generan en esos espacios mixtos procesos de autonomía y auto-organización.
En fin, ¿por qué es importante entonces los modos de hacer política? ¿Por qué es importante perseguir esta autonomía? Porque, como hemos dicho más arriba y al contrario de lo que les parece a muchos, el fin de la acción (tomar la fábrica) nos condiciona en el corto plazo (se toma o no), pero los modos de hacerlo (autónomo o de cualquier otro) condicionan la deriva medioplacista del sujeto político de dicha acción. Esta distinción fin-de-la-acción/modo-de-hacerla permite una crítica a la mayoría del panorama político actual y a sus distintos grupúsculos: no basta con pensar la acción política y su estrategia (pues el devenir burocracia aparece como el fin cuasi natural de este proceso) ni en pensar únicamente en la democratización y autonomía de los grupos dejando de lados las acciones (pues pensar en cómo andar sin andar es la peor de las abstracciones políticas). Se trata, entonces, de caminar hacia la sociedad que queremos mientras la vamos dibujando con nuestros pasos.
[1]. Spinoza,B. (2017). Ética. Sevilla: Espuela de Plata.
[2] Foucault, M. «The subject and the power» en Dreyfus, H., Rabinow, P. (1982) Michel Foucault: Beyond Structuralism and Hermeneutics. Chicago: Chicago University Press pp. 208-229, p. 217.
[3] Ya están editados los dos primeros tomos: Claramonte, J. (2016). Estética modal. Libro primero. Tecnos; Claramonte, J. (2020). Estética modal. Libro segundo. Tecnos.
[4] El debate sobre la estrategia ha sido históricamente un debate central en el marxismo que llega hasta nuestros días. Valga como prueba reciente de la viveza de este debate el interesante libro: Albamonte, E. y Maiello M. (2017). Estrategia Socialista y Arte Militar. Buenos Aires: Ediciones IPS.
[5] El célebre debate entre los utopistas (lectores de la República de Platón, con Moro a la cabeza) y Maquiavelo se puede entender desde estas coordenadas. Mientras que los primeros aducían la necesidad de unas prácticas justas para llegar a una sociedad justa, el pensador italiano señalaba la no conexión empírica entre ambos enunciados: pues siendo justo en una sociedad injusta no se puede llegar a ninguna parte.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»