Este texto no es únicamente un homenaje, es la reivindicación del pensamiento vivo de Rafael Chirbes en el 73 aniversario de su nacimiento.
Un hombre agudiza la vista ante lo que asemeja un inescrutable banco de niebla. El rostro, fatigado con el paso de los años, no disimula el afán observador que refulge discreto en su mirada. Ver y contar, o contar para ser capaz de ver. Lo importante es relatarlo, escribirlo. Alzar tu propia voz, proteger tu memoria, la de los tuyos. Nadie te asegura que vayan a tener éxito tus esfuerzos. Pero perseveras, te disciplinas, por dignidad, porque la lucha por la supervivencia es quizás la única forma de amor que nos dejaron, y no se olvida. Tanto que quizás ya nunca puedas vivir de otra manera. Y aquí nosotros ya siempre podremos asomarnos a esas novelas, a esos textos para conocer lo que ocurrió en el lado de la derrota. Incluso en días como este, cuando el propio Rafael Chirbes habría cumplido setenta y tres años. Pero él sigue desentrañando la sociedad y el tiempo que ha vivido, le perteneciese o no. El misterioso poder de la palabra escrita.
Lo que a Chirbes le interesa de la literatura es su carácter público, su influencia en el devenir del alma colectiva. Sigue a Raymond Williams para defender que toda escritura es una forma de vivir, por tanto, una forma de mirar donde va implícita una posición social que queda naturalizada a través del arte. De este modo se asienta el buen gusto, la hegemonía ideológica preconizada por los grandes grupos de influencia editorial y mediática que establecen la fantasía de lo neutral, supuestamente desideologizado. La función literaria pasa en Chirbes por atacar ese estado vigente de las cosas. Concibe la literatura como partera del mundo nuevo, como enterradora de lo viejo.
La visión desengañada y suspicaz respecto a la esfera social literaria coloca a Chirbes en una posición opuesta al influjo preponderante que observa en España desde la Transición, adonde llegan las corrientes que atraviesan la Europa del momento. A los orteguianos defensores de un arte vacío, deshumanizado, elaborado a partir de aquel axioma de que «todo lo exquisito… ¡qué le vamos a hacer! es socialmente ineficaz», se les une la ofensiva cultural del auge del neoliberalismo durante los últimos años de la Guerra Fría, con la promoción del expresionismo abstracto y todo cuanto se alejase de la más remota forma de realismo o denuncia social. Entre medias, la inevitable combinación cínica que, al tiempo que califica de garbanceros a escritores como Galdós, o condena las novelas de bolcheviques como Pilniak por la posición ideológica del autor, “olvida” el colaboracionismo y las militancias fascistas de otros autores como Ezra Pound. Por no hablar de la ensalzada versión cañí contemporánea que recupera, con el lenguaje más grotesco y chabacano, viejos mitos distorsionados y promovidos durante el franquismo. El caso de la batalla de Trafalgar es quizás el más notorio ejemplo.
Como colofón a su escenario contemporáneo, aquel inminente Fin de la Historia, recuerda Chirbes la indefensión histórica que todo producto cultural, incluso las contracorrientes, padecen para con los poderosos de cada época, por mucho que alberguen el potencial de incomodar, delatar, socavarlos. Chirbes es consciente de los «saqueos históricos», de los usos electorales y partidistas de la memoria popular, de la derrota, de la apropiación del dolor ajeno. «Veo hoy a quienes apenas han tenido tiempo de cambiarse el uniforme con que mataron a los muertos, homenajearlos, inaugurar fundaciones que llevan el nombre de las víctimas y dar conciertos en su honor, derrotándolos una vez más, queriéndonos demostrar a todos con sus gestos lo poco que vale la obra de un autor, lo inútiles que son las palabras que se escriben y los gestos que se efectúan contra el poder, porque siempre acaban siendo propiedad de quien es propietario de todas las cosas». En sus diarios podemos encontrar la siguiente anotación realizada en 1987:
Leo Las iniciales de la tierra, del cubano Jesús Díaz.
«—¿Los muertos vigilan
»—Vigilan – respondió Chava –, y estarán siempre vigilando porque los vivos traicionaron su sangre».
De eso escribo.
Decía Benjamin que ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo, si este vence. Y también que ese enemigo no ha cesado de vencer. Rafael Chirbes asiente, sin perplejidad. Sus intenciones literarias son claras. El esfuerzo por realizarlas será arduo.
El legado histórico siempre es territorio de disputa, susceptible de usurpación por parte de la misma barbarie que condena. Esta supone, me atrevería a decir, una de las grandes preocupaciones de Chirbes con respecto a su producción literaria, fuente de no pocas de sus inseguridades como autor. De hecho, en El novelista perplejo admite que el objetivo de sus conferencias o ensayos es limitar en cierto sentido el mensaje de sus novelas. Propósito que reconocía baldío. Conocía las infinitas posibilidades de apropiación que ostentan los poderes culturales sobre toda obra, gracias a figuras podadoras de sentidos como la del crítico-intérprete. De todos modos, me pregunto si la forma de mirar sobre la cual se construyen sus novelas es susceptible de domesticación ajena. Preguntémonos por esa voz, de dónde viene y de dónde jamás huye, porque la mirada de Chirbes tiene un componente esencial. La clase.
La primera entrega de sus Diarios, ya citados arriba, se publicó el pasado noviembre entre cierto revuelo mediático. Más allá de las pocas notas en las que se centraron los medios culturales, y que levantaron un ruido morboso y ensordecedor, por encima de aquella inmediatez, los Diarios revelan el repertorio de materiales, técnicas e instrumentos con los que se construyeron sus libros, las ideas que propulsan su escritura, la realidad que la sostiene. Abundan las referencias a la cuestión de clase, no tan pregonadas por los medios. Una de las más emotivas data del año 2004. Chirbes relata conmovido la cena reencuentro con sus viejos compañeros del orfanato, los recuerdos que el tiempo les devuelve. Sería injusto cualquier resumen o cita escueta de las variadas y vívidas historias que deja por escrito, así que iremos directos a la conclusión alcanzada tras el torrente de anécdotas de la noche, no sin antes recomendar con insistencia la lectura, que en conjunto adquiere una energía incapturable por un ensayo. La reflexión final de Chirbes dice así:
«(…) Nos reímos. Qué teníamos. Nada, o casi nada. Este cuaderno empezó con unas notas que tomé sobre los libros de Jünger. Veo las citas cada vez que lo abro, que lo hojeo y ahora, mientras escribo estos apuntes, pienso que quien ha vivido esto y así, no puede escribir nunca como Jünger, no me refiero a escribir bien o mal, él es un maestro de la buena escritura, me refiero a que hemos visto el mundo desde distintos lugares, mi lugar ya está aquí dicho; él lo miró desde las alturas de la tradición y el poder».
Y determina: «No hay medicina que cure el origen de clase, ni siquiera el dinero que pueda llegar luego, o el prestigio social que se adquiera. No debería extrañarme. Como materialista tendría que saber que el alma es un moldeado de las circunstancias, un complejo tejido de formas, de tabúes, de esperanzas, desconfianzas y rencores, que se amasa en la primera infancia. Es una composición, una combinación de materiales, pero también una herida de cuyo dolor te defiendes».
Esa herida ancha y profunda atraviesa la literatura de Chirbes, novelas, ensayos y Diarios. En un texto titulado Material de derribo, incluido en la recopilación El novelista perplejo, Chirbes reivindica la obra de Juan Marsé con especial hincapié en Si me dices que caí. De la inmensa lista de halagos literarios que le lanza al barcelonés («Marsé es mi padre y mi madre. Sin Últimas tardes con Teresa y Si te dicen que caí la novela española sería otra cosa»), quizás el más valioso sea su convencimiento de que el éxito de Marsé radica en la destilación de verdad literaria. «Ha conseguido transmitirnos la impresión de que nada de lo que narra le es ajeno». Eso consigue el tumultuoso pero cuidado tejido artesanal de los recuerdos de la infancia, de la vida. Y justo lo mismo sucede en Chirbes, ese reflejo de una vida entregada a través de diversos personajes donde no hay espacio para el azar, nada se dice en vano y ninguna mirada es inocente aunque pretenda aparentarlo.
Hoy, cincuenta años más tarde, quien llega a Madrid ya en esta la Era del Desclasamiento, supuesto destino final del capitalismo, se encuentra con entornos, personas, familias, esferas demasiado próximas a aquella época en teoría tan lejana de La caída de Madrid. En mi caso, también descubrí la tierra castellana venido desde otro de esos lugares con una lengua materna que, sin ser el castellano, no alcanza a ser escrita con la fluidez que para la otra impusieron largos años académicos, una tierra natal donde sobran historias locales demasiado similares a las de novelas como La buena letra o La larga marcha. El eco de la vida novelada de Chirbes, contaminada como toda vida privada por sus choques históricos – clasistas, rurales, periféricos, de género y sexualidad – se confunde con el presente. Son esas obras que no envejecen, que te cuentan su tiempo y a la vez el tuyo, pasado y presente condenados a caminar de la mano. Será verdad aquello del etéreo y ubicuo enemigo que, después de todo, no ha dejado de vencer.
Es así, en el encuentro con unas verdades sociales tan certeras como poco frecuentes en este «prestigioso gesto universal del libro», donde se origina, supongo, esa vana ilusión mía de que la narrativa chirbesca ofrece especiales resistencias al saqueo de su legado. Toca decirse que si un gobierno aznarista estableció la Fundación Max Aub, si el exministro Barrionuevo recurría a los versos de J.A. Goytisolo y Paco Ibáñez para defenderse en el entorno de los GAL, o si los hijos directos del franquismo se atreven a incluir en su discurso los versos de Miguel Hernández, aquel poeta que murió encarcelado y maltratado por la dictadura que castigó la integridad de su persona e ideales, esa integridad que ochenta años después parece servir de tan poco en las horas bajas de un sistema cultural sostenido necesariamente en el cinismo; en tal estado de las cosas, cómo no va a estar también en riesgo la obra de Rafael Chirbes.
«(Según Walter Benjamin) la cultura no es sino una forma más de patrimonio, sometido a perpetuo saqueo – eso fue Balzac quien nos lo contó. Todo texto es saqueo. Este texto es saqueo por la lucha en los imaginarios (…)». Así terminaba Rafael Chirbes su intervención en las Segundas Jornadas de Pensamiento Crítico celebradas en Madrid en diciembre de 1997 y así inicio yo el fin de este artículo con el que quisiera rescatarle de los estériles expositores donde algunos ya parecen afanarse en colocarle.
Recuperemos otra de sus queridas máximas benjaminianas: articular históricamente el pasado no significa conocerlo “como verdaderamente ha sido” – ¿quién puede saberlo? – sino adueñarse de un recuerdo tal como resplandece en el presente. Hacer de él lo que necesitamos, quizás la redención por la que los traicionados muertos claman vigilantes, y no caer en la indulgencia que el poder proponga con una institucional y asesina sonrisa. Así pues, ¿cómo reluce hoy el legado de Chirbes?
Narra la corrupción de la economía inmobiliaria, heredera del fracaso del proyecto interclasista, extraño engendro político de los últimos años del franquismo que el tiempo diluyó en las históricas alianzas por las que cada cual volvió a su destino social prestablecido. «Quizás por lo mismo, porque unas mismas ideas no convierten a dos personas en miembros de una misma clase ni siquiera en la juventud. Ni siquiera en víspera de una revolución». La revolución fallida del antifranquismo. Las novelas de Chirbes exploran qué quedó de los sueños perdidos de obreros e hijos tras el retorno a casa efectuado por sus aliados temporales, hijos rebeldes de la burguesía y diversas familias del régimen, esos mismos que tras años con la más intransigente de las revoluciones en la boca fueron, en su mayoría, desfilando hacia el consenso neoliberal en que desembocó la Transición. Se preguntan los traicionados si acaso fueron sus luchas algo más que «un inocuo tumor sebáceo que le salió al país en una esquina del cuerpo y del que no llegó a enterarse casi nadie». ¿No será que la utopía especuladora de Pedrito o Rubén Bertomeu es la única posible?
Pienso que la respuesta a esa pregunta solo la dará el futuro, quien de él se apodere. Chirbes creía que el arte no sirve ni debe aspirar a servir para organizar nada. Solo para «crear imaginarios desde los que la sociedad toma formas». Conviene no perder de vista la perspectiva histórica, a pesar de unos tiempos bloqueados por eso que se ha dado en llamar la cancelación del futuro. Una época donde el ácido lamento crítico de la derrota de una generación, junto la áspera y sórdida denuncia de la sociedad neoliberal del capitalismo cañí y sus orígenes, parece entenderse solo como el supuesto reconocimiento del éxito definitivo de ese modelo. Un diagnóstico que creo que habla mucho más de la cortedad de miras de quien lo realiza que de los productos culturales condenados.
Pongo un ejemplo. Benito Pérez Galdós, hoy ampliamente identificado como el gran defensor literario de los ideales de la II República que por una década no alcanzó a conocer, se asienta en nuestra atmósfera de las ideas de la mano del 14 de abril de 1931. Me atrevería a decir que, de no ser esta una histórica fecha simbólica, no veríamos a Galdós como el narrador del potencial anhelante e ilusionado de un pueblo maltratado, sino como un agudo cronista de la desesperanza de un pueblo sin destino, abandonado en los brazos de egoístas gobernantes, usureros y poderosos varios. Galdós, de predicador en el desierto (lo cual no está tan lejos de la irónica concepción que él pareció tener de sí mismo, si nos guiamos por el destino de muchos de los personajes utópicos de sus novelas) a profeta del futuro republicano, siete largos años de dictadura primorriverista entre medias, a los que sobrevivieron la esperanza y la fuerza popular.
En esa línea, es cierto que Chirbes puede convertirse en el narrador de la derrota, el escritor del triste final de aquellos herejes que quisieron traer el cielo a la tierra y que, tras apostatar para sobrevivir en el culto de la especulación, solo ocuparán un pie de página en los manuales de Historia, tal como dirá el viejo amigo Pedrito. Pero también es posible que Chirbes termine siendo al régimen del 78 lo que Galdós a la Restauración canovista, la voz que señaló las grietas que vienen resquebrajándolo desde su constitución. Y eso, por desgracia, no depende de la voluntad de Rafael, que en buena medida es ya un tesoro en disputa por los futuros poderes de la historia.
El arte no puede constituir, solo puede reflejar la realidad. Importa qué realidad se refleja, desde dónde se contempla el espejo en que nos vemos a nosotros. También puede ser que ese reflejo, por su perspectiva, revele algo inobservable desde nuestra posición histórica. Me gusta pensar así la clásica metáfora de la literatura como espejo que nos deja al descubierto: uno de esos espejos de cruce que, con la mirada atenta y no sin dificultad, nos permite intuir el camino que afrontaremos antes incluso de adentrarnos en la encrucijada que es nuestro futuro. Porque es evidente que este presente en algún momento cambiará. La cuestión es… ¿en qué sentido deseamos enfocar nuestro espejo? ¿Hacia qué futuro llevamos lo que somos? Chirbes nos muestra los errores de lo que existió, eso por lo que hoy somos lo que somos, esta distopía humana que ya habitamos en nuestro presente. Se destapan las heridas supurantes, advertencia de los caminos que no llevan a ninguna parte. Al menos, a ningún nuevo lugar.
Transcurre el tiempo en aquel aparente mirador. Como si su mirada ocultase algún extraño poder, se ha difuminado un poco la niebla, que entre sus claros deja al descubierto una de las grandes mentiras literarias: no se ve mejor desde la distancia. Es a ras de suelo como se conocen las cosas. El supuesto mirador no era sino una calle más, atravesada por la mirada propia, enseñada por la vida, vigilante.
Rescatar a Chirbes es una llamada a mirarnos. «En el mundo laico de la literatura, podríamos decir que hay una única decencia inexcusable: tratarnos a nosotros mismos como tratamos a los demás; es decir, sin piedad». Mirémonos, recuperemos la autoconciencia individual y colectiva. Actuemos – aunque la acción manche.
Me comprometí a escribir este artículo hace algunas semanas pese a que, como el mismo Rafael Chirbes declara en sus diarios, «a veces uno no escribe de lo que más le gusta, o le interesa, por culpa de una especie de parálisis reverencial». Hablar sobre cualquier texto, sobre cualquier obra, supone un gran riesgo. Si toda traducción es una traición, no digamos una interpretación.
Pero el 14 de mayo se celebraron dos Mesas acerca de la literatura de Chirbes en el Museo Reina Sofía de Madrid. En el turno de preguntas, un asistente cuestionó quién se come a Rafael Chirbes, en un guiño a la columna que este escribiera sobre el legado de Max Aub. Hubo entre los ponentes quien vio oportuno responder a través de otra pregunta. Con una soberbia que solo puede explicarse desde las medallas de honor del mundo académico, se cuestionó lacónicamente «quién lee a Chirbes», dejando caer que su obra no es accesible o, peor, interesante para cualquiera. Rafael Chirbes metamorfoseado en símbolo de distinción. Saqueo histórico en directo.
El compromiso de escribir acerca de este autor fue la mejor manera que encontré de vencer aquel miedo, con la intención de alejar su obra de las vetustas vitrinas donde parece que se le quiere recluir. He escrito desde el convencimiento de que, en estas circunstancias, la mayor traición sería abandonar su obra en las manos de cierta esfera académica.
Saltaría la sorpresa o quizá incluso alguna alarma si ciertos “especialistas” conocieran la respuesta a aquella pregunta retórica. Ya se ha dicho en algunos artículos del IECCS con anterioridad: los oprimidos quieren conocer cuanto conforma el mundo. Qué mejor manera de hacerlo que de la mano de quien, sin olvidar su condena de nacimiento, escapó al destino marcado por la historia social. De ahí esta breve introducción a su perspectiva: llamar a entrar en sus libros y recorrerlos para salir, con ellos, de regreso al mundo que denuncian. Con la plasmada emoción de la densa riqueza nacida de la vida, inabarcable en ningún ensayo.
El contenido de este artículo se sostiene principalmente sobre sus libros de ensayos, El novelista perplejo y Por cuenta propia, además de todas sus novelas. A modo de complemento a sus lecturas, también resultan de interés entrevistas como la publicada en 2013 en ABC o esta otra en la Revista Turia. A esta última, y a la novela Los viejos amigos, pertenecen las citas que no provienen de los recopilatorios de ensayos. Todas las obras de Chirbes están publicadas en Anagrama.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.