El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Mike Davis ha muerto tras una larga enfermedad, un cáncer de esófago. Era un fallecimiento anunciado: hace unos meses, Davis hacía pública la enfermedad, y anunciaba – en una larga y bonita entrevista, o más bien conversación, en el Los Angeles Times que, tras consultarlo con su familia, amigos y médicos, había decidido desistir de continuar el tratamiento. Pasaría sus últimos meses en su casa, con su esposa e hijos, y haciendo lo que más le gustaba hacer: leer y conversar. Con la característica brusquedad de quien le gusta ir al grano, no perder el tiempo con rodeos, Davis nos preparaba a sus lectores para la despedida, que se produjo la tarde del martes 25 de octubre. Y algo ha ayudado ese lapso para prepararnos, aunque uno en realidad nunca pueda prepararse del todo, ya que nunca es lo mismo saber que algo va a ocurrir que tener que, ahora sí, integrar el hecho en la narrativa tejida por las certezas de una experiencia. Por eso estas líneas van a tener algo de un propósito mixto y algo caótico. Primero, sin duda, dar mínima noticia obituaria de una vida y una muerte, y – de manera extremadamente general – de la obra que transcurre entre ambas. Una necrológica, o una vida contemplada desde la lógica, el sentido, finales y cerrados, impuestos por la muerte. Segundo, el simple homenaje de un lector más, entre tantes, agradecido por unas lecturas comprendidas desde otra vida. Y al hacer esas dos cosas espero lograr una tercera, que no es sino animar a empezar a leerle, o seguir haciéndolo. Creo que es lo que mejor puede ayudarnos a honrar su memoria – y a abrirla, y a continuarla más allá de los finales impuestos – y a recordar su escritura y sobre todo su ética materialista, militante, organizativa, estratégica. Seguir buscando en su trabajo elementos para el nuestro, herramientas que puedan sernos de ayuda ahora a nosotres, quienes seguimos aquí.
La imagen del “profeta del desastre” (“Prophet of Doom”) ha acompañado frecuentemente a Mike Davis, principalmente a raíz del que quizás es su libro más conocido, al menos en EEUU: City of Quartz. Excavating the Future in Los Angeles (1990), profundo análisis de las desigualdades urbanas de la ciudad y publicado dos años antes de que esas desigualdades estallaran en la “batalla de Los Ángeles” a causa de la brutal paliza de cinco agentes de policía a Rodney King. Sin duda, algo que caracteriza toda la obra de Davis es su admirable, y a momentos inquietante, capacidad para localizar tendencias, patrones, conectar factores, trayectorias y desarrollos sociales, políticos, económicos, ecológicos. No se trata, en ningún modo, de considerar a Davis como una suerte de adivino, en esa forma de reverencia a la autoridad académica o científica que posee una verdad inaccesible a los mortales. Precisamente toda la vida y obra de Mike Davis dibujan en realidad toda una contrafigura a esa concepción del conocimiento y de la práctica intelectual.
Como se ha escrito, y se escribirá sin duda mucho más, sobre ese aspecto “profético” de Davis, quisiera hoy fijarme en otro aspecto que conecta su vida y su obra. Algo que podríamos describir como el carácter que toda obra intelectual tiene de “integración retrospectiva”, a veces directa, otras sutil y difusa, de la propia vida del autor. Cualquier lector de Davis sabrá de la enorme variedad temática de su obra, esa suerte de enciclopedia caótica que abarcaba urbanismo, tanto “mágico” como hipercapitalista o futurístico; la sociología (cuantitativa y cualitativa); la historia del colonialismo y los “holocaustos de época victoriana tardía”; la globalización planetaria de las villas miseria; las geografías de los movimientos migratorios, y de los movimientos de migrantes; unos cuantos “deep cuts” en la obra de Marx (Old Gods, New Enigmas: Marx's Lost Theory); las ecologías del miedo, los “desastres naturales” (y lo poco “naturales” que son) y de las pandemias (no sólo la última, sino desde las más antiguas oleadas de las gripes porcinas y aviares); la historia del coche bomba; innumerables temas de historia de los EEUU y del movimiento obrero, y muchas otras cosas Un reflejo evidente de esa variedad era la dificultad que se tenía habitualmente en ubicar a Mike Davis como figura académica. No era, en realidad, ni un urbanista, ni un sociólogo, ni politólogo, ni economista, ni geógrafo, ni muchas otras cosas. Oficialmente, Mike Davis era profesor de escritura creativa en la University of California at Riverside.
Por no ser, no era ni siquiera doctor. Nunca terminó ningún doctorado. Su educación formal quedó interrumpida o suspendida repetidamente en diferentes momentos de su vida. Antes de ser un famoso ensayista, Mike Davis trabajó cortando carne en un matadero, conduciendo camiones de reparto, o como guía de Los Ángeles a bordo de un autobús turístico. Son meros detalles biográficos, como se suele decir. Pero cuesta no ver cómo esas experiencias y saberes prácticos, sobre el terreno, pudieron ayudarle a comprender la interacción entre animales y humanos y el impacto ecológico de la industria alimentaria; la importancia de cuestiones aparentemente liminares o accesorias como la logística, el transporte, la distribución en los procesos de producción; o la profunda familiaridad con un paisaje urbano desde la mirada del guía turístico.
Y por supuesto, la militancia política (Students for a Democratic Society) y sobre todo sindical, a lo largo de muchos años, pasada la efervescencia de los sesenta. En alguna entrevista, Davis explica que a menudo mucha gente concibe la lucha política en tonos épicos, imaginando inspiradores y carismáticos discursos y que, por el contrario, su experiencia sindical le enseñó que las luchas en el contexto laboral tienen mucho más que ver con la tarea de un paciente campesino, dedicado a la siembra invisible, al cuidado atento de raíces, tallos y hojas y, tal vez, en algún momento - pero es difícil, cuesta mucho y nunca se sabe- la recogida de algunos frutos. La de Davis es una trayectoria larga y constante, en una proximidad directa, práctica, concreta, con las luchas y conflictos políticos y laborales. Experiencias que sin duda informan, en el sentido más preciso y profundo de la palabra, la relación, la comprensión y el uso que uno hace después de “la teoría”.
Davis entraría a la profesión académica relativamente tarde, de la mano de Michael Sprinker, otra figura legendaria e interesantísima de la izquierda estadounidense. Fue Sprinker, profesor en SUNY Stony Brook, quien le consiguió un precario puesto docente – y un contrato editorial con Verso - mientras Davis terminaba el que sería su primer libro: Prisoners of the American Dream. Politics and Economy in the History of the US Working Class (ese talento, ese oído brutal que tenía Davis para los títulos). Davis tenía 40 años cuando salió. Es un monumental ensayo sobre la historia del movimiento obrero estadounidense, y un agudo análisis de la coyuntura histórica, la encrucijada específica, que la izquierda estadounidense enfrentaba en aquel momento, el del absoluto apogeo de la era Reagan.
Después llegarían, sus dos grandes libros sobre Los Ángeles, el ya citado City of Quartz y Ecology of Fear. Los Angeles and the Imagination of Disaster (1998) que le lanzarían a la fama como ensayista sobre la vida urbana, aunque en realidad, como sabemos, Davis era mucho más, o mucho menos, que eso. Su obra, en su amplitud de temas, le hacía académicamente inclasificable en los términos del mapa de departamentos académicos habituales. Pero su obra, en su propia textura, su forma de hilar conocimientos de cualquier tipo, lecturas, observaciones cotidianas, experiencias propias, su mezcla de rigor y narración, y humor, muchísimo humor, me ha hecho siempre pensar en la figura del autodidacta, en un sentido muy noble y profundo. Una ética de la curiosidad que hace que uno, por más años que pasen elija situarse, se siga situando siempre – y especialmente si se dedica a la educación - en la posición subjetiva del estudiante, del aprendiz. En sus últimos meses, Davis leía 500 páginas diarias. Como leía en twitter estos días, entre los infinitos testimonios de compañeres, amigues y simples lectores de Davis como yo, algo que caracterizaba la figura de Davis, su calidez como figura pública, era que, a pesar de sus conocimientos enciclopédicos, de su enorme obra, Davis aparecía siempre no como ese ser extraordinario, un genio o sabio inaccesible sino como un héroe común, que había alcanzado ese supuesto lugar no a través de un don divino y extraordinario (esas palabras mágicas que escamotean siempre el trabajo que las sostiene) sino a través de la profundización esforzada, concentrada, disciplinada en las cualidades que todos en realidad tenemos. La intelectual y activista y amiga de Davis Keeanga Yamahtta Taylor solía referirse a él con una expresión que me gusta mucho: si muchos periodistas reproducían esa imagen del profeta, del huraño sabio Davis como “The Man Who Knows Everything”, ella decía que Davis era “The Dude Who Knows Everything” (“el amigo/el colega que lo sabe todo”)
Su obra pareció dar un cierto giro en los primeros 2000. En cierto modo, era como si Davis quisiera explorar problemas similares (urbanismo, clima, ecología, entre otros muchos) pero abriéndolos más allá de Los Angeles (o de otras ciudades estadounidenses) a otras coordenadas, espaciales y temporales, mucho mayores. Es el caso de un libro como Late Victorian Holocausts. El Niño Famines and the Making of the Third World (2001) en donde la historia del colonialismo europeo se enhebra con la historia climática de hambrunas, sequías y de tantos otros desastres tan poco naturales. O de Planet of Slums (2004, 2006), sobre el crecimiento de las grandes megalópolis a partir de la despoblación del mundo rural y de la proliferación de villas miseria, favelas y enormes y precarias aglomeraciones urbanas.
Habrá, tendrá que haber otros momentos para comentar en profundidad toda la obra de Mike Davis. Pero por el camino, entre estos y otros muchos libros, el otro género de Davis era el del ensayo de intervención política. Para quienes estén buscando un lugar por donde empezar a leerle, pueden probar por ojear sus colaboraciones con muchas revistas, periódicos y medios. La New Left Review, Los Angeles Review of Books, The Nation o Jacobin son solo algunos de ellos. Y también es muy recomendable consultar sus entrevistas. Como la persona “down to earth”, amable y sencilla que parecía ser, el formato de la entrevista ayuda mucho a conocerle. Hay innumerables entrevistas en prensa, en televisión y en muchos medios, pero recomiendo particularmente sus conversaciones – bastante recientes, ya en tiempos de COVID - con el podcast The Dig, conducido por Daniel Denvir (y recomiendo de paso seguir y apoyar este podcast, uno de los mejores que conozco).
Davis era una de esas figuras, de las que nos van quedando menos, que uno esperaba leer, saber qué pensaba, en momentos determinados. Como buen materialista y marxista, su pensamiento no operaba en el vacío de un laboratorio, o en el silencio rodeado de pasado de una biblioteca, sino en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades. Por eso, como decía, tal vez el mejor homenaje que podamos hacer sea continuar escuchando su voz ahora, en el presente, aunque se haya detenido. Seguir aprendiendo de su trabajo, el escrito y el vivido.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
La idea de la compulsión a la repetición es muy poderosa y ha calado profundamente en nuestra cultura. Me gustaría argumentar que, históricamente, el marxismo ha experimentado cuatro neurosis importantes: la neurosis económica, la neurosis filosófica, la neurosis histórica y la neurosis cultural.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.