En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Chile cambió desde el 18 de octubre de 2019 con el estallido social que conoció el mundo a través de imágenes que mostraban barricadas, monumentos tumbados y el transporte paralizado por la población alzada. Un estallido que dio paso prontamente a una rebelión popular de alcance nacional que trastocó por completo la soporífera normalidad que nos gobernaba. No es que todo partiera ese día, pero fue allí donde confluyeron en tiempo y espacio todas las problemáticas que habían movilizado a distintos sectores en las últimas décadas.
Sabíamos que todo había cambiado y que lo nuevo consistía en vivir día a día un clima de indignación, protesta y deliberación que los menores de 50 años jamás habíamos experimentado, todo ello en medio de una ola represiva que dejó muertos, mutilados y prisioneros que continúan en las cárceles. Pero no sabíamos hacia dónde nos conduciría ese legítimo descontento, mucho menos si capitalizaríamos a nuestro favor la energía histórica desplegada. Todavía no lo sabemos, pero existen señales concretas que permiten albergar esperanzas, entre ellas, la posibilidad real de cambiar la Constitución Política que impuso la dictadura en 1980, con la cual consolidó jurídicamente el orden neoliberal que venía ensayando hace años.
Ese escenario, el de la derecha golpista cediendo su bastión ideológico más importante, no habría sido posible sin la presión popular que se les hizo insostenible. El camino fue el de la democracia: primero, un plebiscito programado para abril del 2020 pero que debido a la pandemia se realizó en octubre. El resultado para la opción “Apruebo” fue abrumador (78%), dando inicio al actual itinerario constituyente en un país que nunca ha escrito una Constitución con representación popular. Nuestra historia constitucional es singular en el concierto latinoamericano precisamente por su autoritarismo en el proceso de elaboración, pues todas las que nos han regido fueron redactadas por comisiones pequeñas de expertos nombrados por el Presidente. En esta trayectoria constitucional se ha urdido la historia de la república, que ha experimentado la interferencia -muchas veces contundente- de la plebe, pero sin haber entrado nunca a ese terreno inexpugnable que era hasta ahora el de la Carta Magna.
Y así se llegó a la elección del 15 y 16 de mayo último, en que no sólo se elegirían los 155 representantes a la Convención Constituyente (CC) siguiendo el mandado del plebiscito, sino también alcaldes, concejales y gobernadores. En los meses anteriores y en medio de aguas agitadas se habían definido las listas de la oposición, demasiadas para la cultura política de la Transición, que desde 1990 nos tenía acostumbrados a un sistema político que giraba en torno a dos coaliciones. Las fuerzas conservadoras de la derecha se aglutinaron con disciplina de clase en una sola lista, por lo que creció el temor a que fueran ellos, paradójicamente, quienes alcanzaran la mayoría de los escaños o al menos el tercio que les permitiría ejercer veto. Por suerte esos temores resultaron ser infundados y, si bien no es posible suponer que existe correlación entre manifestaciones populares y participación electoral (tampoco su completa disociación), lo cierto es que los resultados favorecieron a las fuerzas políticas transformadoras, esas que advierten en el modelo económico y su administración política la base de la desigualdad que nos agobia.
La síntesis de estos resultados arroja una abrumadora mayoría de la izquierda y la centroizquierda en la CC (la derecha obtuvo 39 escaños, muy por debajo de los 52 que necesitaba para ejercer veto); también una inédita elección de independientes de izquierda que integraron listas bajo cupos partidarios o listas de independientes. Además, de acuerdo con las negociaciones previas, se aplicó paridad de género y se incluyeron 17 escaños reservados para representantes de pueblos indígenas. Por otra parte, en las elecciones de alcaldes y gobernadores también hubo un retroceso sustantivo de la derecha, especialmente a nivel de las alcaldías.
Pasados algunos días de la jornada electoral, no existen dudas del impacto de la rebelión popular en un sistema político que estaba dando señales de agonía y transformación desde hace varios años, el que antes de esa crisis equilibraba artificialmente las fuerzas políticas, asegurando la sobrerrepresentación a la derecha. Un ordenamiento que impedía la expresión de la heterogeneidad social e ideológica y cerraba las puertas al tejido social organizado. En síntesis, un sistema político a la medida del pacto que dominó la postdictadura, cuyo punto central consistía en salvaguardar el neoliberalismo y profundizarlo.
Se trata de resultados históricos por varios motivos: el primero y más importante, es que se configura una cultura política en la que se valora la diversidad social (fue emocionante ver a personas de barrios periféricos integrar las listas a constituyentes, convencidos de que pueden y tienen el derecho a escribir la nueva Constitución Política). El segundo, es que se desdibujaron los límites entre partidos y movimientos u organizaciones sociales, lo que contribuye al necesario ejercicio de pensar partidos con capacidad para negociar con el tejido social, y un tejido social que incorpore a su repertorio la estrategia de negociar con los partidos (o, por qué no, fundar los propios para operar en alianzas amplias).
El caso más emblemático de esta transformación es para mí la elección como Constituyente de la Machi Francisca Linconao Huircapán, autoridad tradicional del pueblo mapuche, exprisionera política (absuelta definitivamente el mayo del 2018) y ahora una de los siete representantes de su pueblo en la CC; todos ellos parte del movimiento que ha confrontado al Estado y los poderes locales, especialmente las empresas forestales y que por el mismo motivo ha sido duramente perseguido. Los candidatos mapuche respaldados por grupos empresariales y partidos de la centro-derecha no fueron electos, una lógica que se replicó a grandes rasgos en la disputa por los demás escaños, donde muchas de las candidaturas con financiamiento de los poderes económicos quedaron fuera de la Convención.
Se hace evidente que la construcción de reglas electorales más igualitarias, pensadas en función de promover y diversificar los cargos de representación, no habrían sido posibles sin la presión de una sociedad movilizada. Eso fue lo que impidió la sobrerrepresentación de los partidos que administran el pacto de la postdictadura y permitió una CC diversa y democrática.
La rebelión popular muestra aquí su efecto democratizador, de una democracia que apunta hacia paradigma distributivo que se encontraba extraviado (distribución de los recursos pero también del poder político) y que no se restringe a la participación electoral sino que concibe a esta como un medio para avanzar hacia ese horizonte. No obstante, esta democracia popular, impulsada desde abajo, tiene muchos desafíos, entre ellos comprender y abordar el abstencionismo electoral, un problema directamente relacionado con la desigualdad material y simbólica, que se agrava con el voto voluntario que rige desde el 2012 y también con la actual pandemia, que pilló a esta elección en la cresta de la segunda ola, con la mayoría de las comunas en cuarentena. De todas formas, la participación se elevó tras el estallido y la votación de esta jornada superó en casi diez puntos porcentuales a la última elección de alcaldes, algo que también se puede leer como un efecto de la movilización popular pero que al mismo tiempo obliga a moderar el optimismo.
Mi conclusión (provisoria), es que estamos en medio de un proceso constituyente iniciado en las calles y que nadie se habría atrevido a soñar hace dos años. No sabemos cuál será su resultado, pero el optimismo tiene asidero si consideramos que la gran mayoría de los constituyentes elegidos está a favor de, por ejemplo, la desprivatización de los derechos de aguas y el reconocimiento de Chile como un país plurinacional. Ese derecho a imaginar el país y escribir su ordenamiento jurídico superior nos lo hemos ganado y constituye un logro efectivo en un país gobernado por una minoría que tendrá calidad de tal en la Convención, la única minoría, al resto comencemos a llamarlo mayorías populares.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
La idea de la compulsión a la repetición es muy poderosa y ha calado profundamente en nuestra cultura. Me gustaría argumentar que, históricamente, el marxismo ha experimentado cuatro neurosis importantes: la neurosis económica, la neurosis filosófica, la neurosis histórica y la neurosis cultural.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.