El viento de la historia soplaba en una sola dirección y era evidente que el ansia colectiva a favor de un cambio iba a concretarse en forma de organización política estructurada.
Ilustración por Tana Simó
El ciclo político que abrió el 15M, se dice, supuso un antes y un después en el sistema político español. Aquí vamos a incluir el vasco por una cuestión de economía de mensajes. También porque lo vasco (o la representación de lo vasco) es y ha sido un elemento constitutivo de lo español (y viceversa) desde, al menos, la puesta en marcha del Régimen del 78 y de la cultura de la Transición.
Es verdad que la fuerza de la movilización callejera de las asambleas del 15M en Euskadi no fue como la de las plazas de otras ciudades del Estado, pero el hecho de que la indignación, ese misterio emocional, empujara a Podemos Euskadi a ganar las elecciones generales de 2015 y 2016 es una buena muestra de lo que aquí se afirma: en España se produjo una ola indignada que alcanzó su máximo de potencia a lo largo de aquellos años intensos de 2014, 2015 y 2016. Y que Podemos convirtió en voto de castigo al denostado sistema político español de forma sagaz e inteligente, siendo capaz de articular un movimiento para la toma efectiva del poder, antes de que las contradicciones (y las luchas internas) lo hicieran menos imaginable. Volveremos sobre esto, claro.
Para alguien que no participara directamente de las asambleas ciudadanas que se organizaron de forma espontánea en las ciudades vascas (2011) es difícil explicar de forma exhaustiva lo que aquello fue, pero se puede intentar. Conviene hacerlo porque aquel movimiento social y político supuso un punto de inflexión para la política, en general, y para lo político en particular. Lo efímero y lo poco estructurado de aquellas organizaciones colectivas no han dejado mucha información ni reflexión sobre las asambleas, así que lo que aquí se relata es parte de las prácticas militantes que allí se dieron y de la propia experiencia.
«Recuerdo el escepticismo generalizado en la, digamos, izquierda vasca cuando estalló el 15M y las plazas de Bilbo y de Donosti (las que más tiempo mantuvieron en pie una asamblea autogestionada) se llenaron de gente», recuerda un militante del movimiento 15M. Aquellos días de cosas excitantes, serias y divertidas, donde parecía que la sociedad (una gran parte de ella) tomaba repentinamente conciencia y control de sí misma y de su poder como fuerza política, frente a las burlas y el escepticismo generalizado de los viejos cuadros de organizaciones de izquierdas, paseaban por las plazas indignadas dos tipos de personas: los cuadros y militantes (no todos viejos, pero sí muchos) de las izquierdas vascas, algunos muy discretamente, otros abiertamente; y el resto. Un resto, mayoritario, formado por muchas, variopintas y motivadas personas que, en general, vivían su primera experiencia de activismo social en la calle. Aquella maravillosa polifonía de intereses, identidades, prácticas y objetivos produjo un episodio de autogestión asamblearia que, si bien efímero, plantó la semilla de la que nacería el podemismo vasco.
La izquierda vasca, especialmente la abertzale, entendía que el 15M era un fenómeno exclusivamente español. Se argumentaba que el movimiento popular en Euskal Herria estaba muy consolidado y atesoraba una gran experiencia de luchas de todo tipo y que, por tanto, los indignados poca o ninguna influencia iban a tener en la política vasca. «Aquí estamos las vascas de izquierdas y no necesitamos ni queremos lecciones o aprendizajes de ninguna izquierda española», podría escucharse en alguna tertulia de taberna. No deja de ser significativo, para comprender esta primera impresión, que el idioma de comunicación de las asambleas fuera el castellano, con poca presencia del euskera. En cualquier caso, sobre la reacción de la izquierda abertzale en torno al podemismo [1] hablaremos más adelante, ya que constituye una muestra de cómo algunas cosas cambiaron para siempre en la política vasca.
Durante las semanas en que estuvieron activas las asambleas vascas, los aprendizajes, encuentros y complicidades que se produjeron generaron un afecto y un sentir que condujeron a muchas de aquellas personas a confluir en la puesta en marcha de un nuevo proyecto político en forma de partido, tal y como comentamos. En las asambleas que siguieron ya fuera de las plazas se encontraron las mismas personas que habían compartido días de debates intensos sobre la representación política, sus límites y la pertinencia de poner en marcha un partido-movimiento. El viento de la historia soplaba en una sola dirección y era evidente que el ansia colectiva a favor de un cambio iba a concretarse en forma de organización política estructurada. Si bien una parte de las personas que formaron parte de la asamblea no eran proclives a dar el salto a la política, las que sí lo fueron lo hicieron con el ánimo de luchar en defensa de todas las reivindicaciones que se habían gritado en las plazas de todo el Estado. El primer eslogan de Podemos lo traslucía con claridad:«Sí se puede». El segundo, aún más: «No nos representan».
Sin embargo, en la forma de partido se arrancó con una diferencia (que sería fuente de importantes divergencias) entre las personas que se acercaron a las asambleas constituyentes: las que provenían de una militancia (presente o pasada) en otras organizaciones de la izquierda vasca y las que tuvieron su primera experiencia de politización a partir del 15M. Cabe destacar que entre las primeras había militantes con mandato claro de participar en las asambleas fundacionales para vigilar lo que pasaba, valorar las posibilidades de éxito del artefacto y, dado el caso, tomar las riendas del asunto. Fue el caso de Izquierda Anticapitalista, corriente escindida de la vieja IU, cuya participación en Podemos Euskadi (y estatal) se remonta a los inicios de la formación. No es demasiado extraño, por otra parte. Las organizaciones políticas, grandes o pequeñas, tienden a observar con preocupación la aparición de nuevos agentes en su territorio a los que, de entrada, tratan de menospreciar (recordemos las primeras valoraciones de Izquierda Unida sobre Podemos) o, a la vista del éxito, controlar.
Esta estrategia de control, basada en la desconfianza y en un cierto elitismo militante, fue una de las causas principales de los problemas internos del primer Podemos Euskadi. Quienes nunca creyeron en un proyecto político autónomo que no estuviera supeditado a sus tesis (izquierda dura y esencialista) se dedicaron activamente a intentar destruirlo desde dentro, sin importarles las consecuencias y sin asumir nunca un ápice de autocrítica sobre su posición de minoría de resistencia a lo largo de los años anteriores y siguientes. Desde el comienzo de la andadura de Podemos Euskadi los primeros cargos públicos (forales y municipales) de Anticapitalistas se caracterizaron por la obediencia a su partido al margen de las direcciones podemitas y fueron responsables de provocar enfrentamientos y de servir a la prensa una imagen pública de inestabilidad y crisis permanente. Actuando como un partido dentro del partido, en clara minoría en los órganos internos autonómicos por la voluntad de las personas inscritas, trataron de imponer sus tesis políticas hasta que decidieron retirarse. Una izquierda fracasada, soberbia, supeditada en lo político a su deseada izquierda abertzale (que nunca les quiso en su casa) fue el peor de los males organizativos, comunicativos y políticos en los primeros años de la andadura de la formación morada en Euskadi.
Además de los militantes profesionales de los que acabamos de hablar, estaban los amateurs de la política. Quienes tomaron conciencia política en las asambleas y eligieron militar de forma entusiasta en el proyecto político que se ponía entonces en marcha. Amateur no lleva aquí un tono peyorativo, más bien al contrario. Este grupo de personas recién incorporadas suponía una renovación en el marco de una política hecha por y para profesionales, la llamada casta, tan necesitada de participación y de renovación. La intensa toma de conciencia que supuso el 15M en Euskadi llevó a cientos de personas a tomar la decisión de participar en la creación de un nuevo partido-movimiento, nacido, precisamente, al amparo de aquella indignación hacia un sistema de partidos percibido como corrupto e ineficaz desde un punto de vista democrático. Si no nos representan, tendremos que ser nosotros los que lo hagamos, en nuestro nombre y en el de quienes quieran ser representados por nosotros.
Cierto es que la corrupción se había convertido en España en una práctica estructural y que la indignación nació en gran parte como una reacción contra la política corrupta, especialmente la del PP, así como en protesta contra un sistema político absolutamente incapaz de responder a las justas demandas ciudadanas sobre la crisis y el sistema de representación. Una crisis de régimen, sin duda, que en Euskadi se percibía con cierta distancia e indiferencia (impostada, a veces) a partir de la diferencia específica del llamado “oasis vasco”. Un hecho diferencial basado en creencias, eslóganes e ideas, pero que permitía establecer un cordón preventivo frente a las presumibles consecuencias políticas que iba a tener el movimiento indignado. Las particularidades del ecosistema político vasco y la pluralidad inherente al mismo son dos factores que han de ser tenidos en cuenta en el abordaje de los cambios de esta década. Una pluralidad, por cierto, con un largo recorrido histórico.
Las identidades políticas en Euskadi son plurales, atravesadas como están no solo por un eje izquierda-derecha sino, también, por el nacional. Tienen relación con muchos factores, tal y como se puede deducir con facilidad a partir de la observación de la sociedad que nos rodea y de la lectura de los más sencillos manuales de sociología. Aunque algunos prefieran ignorarlo, las identidades políticas no son estables, sólidas ni elementos de identificación racional, sino un conjunto de afectos y elecciones vitales que nos hacen sentirnos más identificados con un grupo de afines que con otro, con cuyos integrantes compartimos un imaginario, símbolos, afectos y preferencias de carácter político. En cualquier caso, una identificación que, en períodos de democracia y de paz, está siempre sujeta a la transformación y que, de hecho, dota a las sociedades democráticas de un sano debate público sobre ideas y valores. En fin, la negociación entre diferentes que constituye la necesidad de vivir en la polis.
Esta pluralidad es la que confluye desde la plaza hacia Podemos Euskadi en los inicios constituyentes de la organización. Pese a la prejuiciada mirada abertzale, cupieron entonces en este proyecto casi todas las formas de la articulación de la identidad nacional, así como la ya habitual panoplia de familias de las izquierdas vascas. Es decir, ha habido abertzales en Podemos, en la misma medida en que hay vasquistas y españolistas. Unidas todas ellas, al principio, por el impulso indignado en una práctica militante colectiva que dio como fruto un partido político llamado a cambiar de forma decisiva la política vasca, de la misma forma en que otras compañeras lo hacían en el resto del Estado. Trataremos de explicar los éxitos y, también, los fracasos de este proyecto, pero lo que nos parece evidente es que el ecosistema político vasco no supo ver ni entender, al principio, lo que entonces estaba ocurriendo y qué era aquella cosa llamada «Podemos».
Esa miopía se tradujo en sorpresa tras los resultados electorales de las Elecciones Generales de 2015 y 2016, cuando Podemos Euskadi ganó a un PNV atónito y a una izquierda abertzale descolocada. Un partido fundado dos años antes en Madrid ganaba al partido de los vascos. Un partido dirigido por una gestora, además, tras la sonada dimisión de su primer secretario general, Roberto Uriarte. Es evidente que el análisis y las previsiones fallaron estrepitosamente. Algo que no aparecía en el radar se manifestaba con inusitada rotundidad. Lo que entonces no alcanzaron a entender los especialistas en política vasca es que la capacidad movilizadora del movimiento indignado en las capas del electorado de izquierdas fue tan alta porque Podemos Euskadi activó un espacio político de larga tradición en que estaba huérfano de referente en aquel momento. Un espacio político de umbrales y de fronteras, que ha tenido en la historia política reciente expresiones políticas articuladas e hibernaciones coyunturales, tal y como hemos comentado con anterioridad. Un electorado, el vasquista, que vio abrirse un tiempo nuevo en el Estado y la posibilidad de que la cuestión vasca encontrase una vía de articulación, la plurinacionalidad, distinta a la hasta entonces defendida desde el abertzalismo.
Este electorado no fue, sin duda, todo el voto que atrajo en 2015 y en 2016 Podemos Euskadi, pero sí pensamos que el voto vasquista constituyó su aportación fundamental. Especialmente si observamos los trasvases de votos y los temas relacionados con la defensa de la plurinacionalidad que la formación morada llevó sin complejos en su estreno vasco. Hubo una sintonía con ese tercer espacio electoral que permanecía huérfano de representación desde el abandono de la nave vasquista por parte de los socialistas vascos y la liquidación de la herencia ideológica de Euskadiko Ezkerra, de la que ya hablamos.
Cabe preguntarse, entonces, hasta qué punto era posible el vasquismo podemita o si era, entonces, un programa político consciente y elaborado. Abordamos estas cuestiones en los siguientes capítulos.
[1] Entendemos el «podemismo» como el movimiento ciudadano que empieza en las asambleas populares del 15M, aunque su articulación en Podemos fuera objeto de controversia cuando se creó el partido.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.