Si algo cuidó durante su vida Latour fueron sus lazos con aquello que amaba —el mundo entero, según su editor— y con quienes se aliaba para trabajar, y lo segundo solía coincidir con lo primero.
El pasado 9 de octubre moría en París Bruno Latour (1947-2022). Confieso que temía este momento desde que, hace algo más de un año, su afán por describir minuciosamente su día a día en su libro ¿Dónde estoy? (2021), y el mío por tratar de entender todo lo que salía de su pluma, confluyeron en que buscara en qué consistía esa inyección que decía haber recibido un lunes en el hospital La Salpêtrière de Paris. Todos los obituarios hablan ahora de una larga y dolorosa enfermedad, y no cabe duda que en los últimos meses cada aparición nos mostraba a un Latour más envejecido. Pero, ¿cómo esperar lo impensable cuando su lucidez y entusiasmo seguían intactos? ¿Cómo explicarle a mi yo de hace tres años que cogía al azar un libro de un tal Bruno Latour para escribir un trabajo de fin de grado, que hoy lloraría por no poder conocer ya en persona al autor sobre el que escribe una tesis doctoral? Y sin embargo, este no es un texto triste.
Es imposible no sonreír al recordar que en la segunda nota a pie de página del artículo de Jim Johnson “Mixing Humans and Nonhumans Together: The Sociology of a Door-Closer”, en la prestigiosa revista Social Problems, podemos leer que el verdadero autor del texto ni se llama Jim Johnson ni estudió en la Walla Walla University. Se trataba de Bruno Latour que, molesto ante la petición de los editores de que sustituyera en los ejemplos empleados toda referencia a lugares franceses por otros estadounidenses, exigió que dichos cambios fueran acompañados del uso de un pseudónimo para sí mismo. Y es que el recuerdo de su pícaro sentido del humor ha sido una constante entre los mensajes en redes sociales en los días posteriores a su muerte. La otra constante ha sido su generosidad. Pero deberemos volver más tarde sobre ella. Permítanme que hablemos antes de la peculiar trayectoria y fascinante obra de este descendiente de vinicultores de Borgoña.
Filósofo de formación, quedaría prendado de la metodología de la antropología desde que llevara a cabo su primera etnografía en Costa de Marfil mientras todavía escribía su tesis. Sin embargo, su primer trabajo de campo etnográfico serio lo llevaría a cabo en el laboratorio de Roger Guillemin en el Salk Institute de California, donde presenció cómo se descubrían las endorfinas. Pasando por los llamados Science and Technology Studies (STS), y por su particular versión de la sociología como ciencia de las asociaciones (y no de lo social), a lo largo de los años, y mientras mantenía un frenético ritmo de publicaciones en revistas académicas, sus libros se ocuparían de los (aparentemente) más dispares temas. Un estudio de Louis Pasteur seguido de lo que denominó un tratado teológico-científico. Un manual de STS sobre cómo funciona la ciencia en sus prácticas mientras está siendo elaborada [science in the making] frente a la ciencia ya elaborada [ready-made science]. Un retrato de la incapacidad de los modernos para percibirse a sí mismos dada su dependencia de la férrea distinción entre la naturaleza y cultura. Una novela basada en un proyecto tecnológico fallido de un metro que nunca llegó a circular por París. Un libro sobre el discurso religioso, aquel que si es exitoso modifica a su interlocutor aquí y ahora. También un libro de sociología en el que trató de explicar su teoría del actor-red según la cual la sociedad es aquello que se obtiene tras trazar todas las conexiones entre agentes (humanos y no-humanos), y no un presupuesto inicial. Incluso publicaría una etnografía llevada a cabo durante cuatro años en el Conseil d’État, órgano que actúa como tribunal supremo en materia de derecho administrativo, que en Francia es consuetudinario. Nos dejamos alguno por el camino, pero ahora estamos en condiciones de entender su broma ante un auditorio en Frankfurt —de nuevo su humor— sobre cómo los escasos lectores que decía tener en 2008 se quejaban de que en las librerías francesas cada uno de esos libros se encontraba en una sección diferente. Pero Latour estaba muy lejos de haberse dispersado con el paso de los años. Llevaba toda su carrera trabajando en un mismo gran proyecto que tomaría la forma de una web y un libro de 2012 titulado Investigación sobre los modos de existencia, editado en su día en Paidós Argentina y hoy, junto a aquellos que ni siquiera fueron traducidos al castellano, imposible de conseguir en España.
Ese gran proyecto nació de la aplicación a distintos ámbitos de lo aprendido en la Universidad de Dijon desde que entrara en contacto con la obra de Rudolf Bultmann por mediación de su traductor al francés y profesor André Malet. De una exégesis bíblica que trataba de cribar de elementos inauténticos las Escrituras, un joven Latour extrajo la conclusión opuesta a Bultmann: es precisamente en la larga concatenación de invenciones añadidas a la Biblia que reside la condición de verdad de su mensaje. Así, del estudio del modo particular en que se llevaba a cabo la producción de verdad religiosa pasó a aplicar su método exegético al estudio de las ciencias, con su diferente modo de producción de verdad. ¿Cómo iba a anticipar un Latour católico practicante para el cual el análisis de la producción de verdad religiosa no la hacía menos, sino más real, que extrapolar esta metodología a las ciencias sería interpretado como un ataque contra la objetividad de sus hechos? Pero ya dijimos que su trayectoria era peculiar, y los sobreesfuerzos por hacerse entender han sido una constante en su carrera. Calmada la irritación por haber sido incluido en estériles batallas epistemológicas que enfrentaban realismo a relativismo, Latour entendió que había algo verdaderamente único y digno de estudio en unos modernos en que se apreciaba una enorme brecha entre cómo decían que funcionaba la ciencia, y cómo él y sus colegas en los STS veían que lo hacía. Esta segunda pata de su gran proyecto sería aquello que denominaría una antropología de los modernos. La primera, a la que llegó gracias a la exégesis, sería el estudio comparado de los diferentes tipos de producción de verdad atendiendo a la especificidad de sus redes de traducción y los diferentes modos dentro de los que se desplegarían. “¡Exégesis y ontología! ¡Finalmente no he hecho otra cosa!”, exclamaba entre risas en una reciente entrevista con Emanuele Coccia refiriéndose al título de su tesis doctoral defendida hace cincuenta años.
Por supuesto, son sus libros dedicados a la ecología aquellos que, no solo le acabaron dando a conocer entre el gran público —incluso, por fin, en su Francia natal—, sino que le permitieron desplegar todo su arsenal conceptual para pensar la coyuntura política del Antropoceno y aquello que denominó el Nuevo Régimen Climático. Identificada la tarea más apremiante de nuestra época, Latour hizo todo lo que estuvo en sus manos para hacer entender el esquivo descubrimiento científico de James Lovelock y Lynn Margulis conocido como Gaia, esto es: que la tierra es una compleja red autorregulada de procesos no lineales dentro de los cuales las formas de vida producen sus propias condiciones de habitabilidad, creando, o afectando con ello, tanto al clima como a los elementos abióticos del planeta. En Gaia Latour vio un híbrido entre mitología, ciencia y política, a la altura de una época en que una materia que reacciona a las acciones de un ser humano devenido agente geológico, ya no puede ser considerada inerte, y por tanto las distinciones entre naturaleza y cultura, sujeto y ambiente, carecen ya de sentido. Sus últimos libros se centrarían en la recuperación de la relación con el suelo que se pisa y en una nueva noción de libertad a la altura de la concepción simbiótica de la vida, en que los lazos liberan; cuánto más depende una persona mayor es el alcance de su acción.
Si algo cuidó durante su vida Latour fueron sus lazos con aquello que amaba —el mundo entero, según su editor— y con quienes se aliaba para trabajar, y lo segundo solía coincidir con lo primero. Su paso por los STS, la École des Mines y Sciences Po. Su interés por la antropología, la etología, las ciencias del sistema tierra y la hipótesis Gaia. Su comisionado de exposiciones de arte y dirección de obras de teatro. Sus célebres seminarios de redacción de tesis doctorales. Este recorrido nos deja una enorme lista de nombres propios que no cesaba de repetir en sus libros y conferencias. La lista es inabarcable, y va desde nombres hoy consolidados como Shirley Strum, Michel Callon, Bruno Karsenti, Donna Haraway, Philippe Descola, Vinciane Despret o Isabelle Stengers, hasta otros que él mismo ha ayudado a promocionar como Pierre Charbonnier, Frédérique Aït-Touati, Baptiste Morizot, Sébastien Dutreuil o más recientemente Nikolaj Schulz. Y es que, como ya adelantamos, junto a su inconfundible sentido del humor, su enorme generosidad es el rasgo que más ha sido resaltado estos días por aquellos cuya vida cambió para siempre. Ese último es “el efecto Latour”, por emplear la expresión que dio título a un libro colectivo en que sus estudiantes de doctorado reunieron sus experiencias en torno a sus seminarios de escritura. Un efecto cuya huella en tantísimas personas a lo largo del mundo forma parte ya, sin duda, de su inmenso legado.
Si he fracasado en mi torpe intento de hacerles llegar quién fue, y sigue siendo para muchos, aquel que nos dejó el 9 de octubre —también si tuve éxito—, denle una oportunidad a Cara a cara con el planeta (2015), a ¿Dónde estoy? (2021), o echen un vistazo a una de las últimas entrevistas que concedió en el otoño de 2021. En el mejor de los casos caerán bajo el influjo del efecto Latour y, sea como fuere, estarán ante las herramientas conceptuales que muchos consideramos imprescindibles para la progresiva composición de un mundo común. Esa fue, por cierto, la definición de política del propio Latour.
Para concluir les dejo las bellas palabras con las que concluía Políticas de la naturaleza (1999): “El mundo es joven, las ciencias recientes, la historia apenas acaba de comenzar, y en cuanto a la ecología, apenas está en su infancia: ¿por qué habríamos de dar por acabada la exploración de las instituciones de la vida pública?”
Exploremos, pues.
Gracias por tanto, Bruno.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.