En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
El tratamiento de Antonio Gramsci de la disciplina estética, debido a su carácter fragmentario y contradictorio, resulta difícil de organizar. El arte es considerado, sobre todo, en su dimensión cultural, es decir, en su carácter de portador de ciertas concepciones del mundo capaz de organizar a las masas e incentivar acciones. No existe en este autor una teoría estética como tal, sino más bien una perspectiva marxista de la estética, por tanto, este trabajo aspira a situar la cuestión artística en el marco marxista ofreciendo un repaso de cómo es tratada en la obra de este autor.
Es especialmente importante tener presente que Gramsci no entiende la relación entre infraestructura económica y superestructura a la manera de lo que se interpreta en la tradición marxista, es decir, de forma tal que cualquier cambio de cualquier aspecto de la primera tenga su traducción inmediata o correspondiente reflejo en la segunda mediante una sobredeterminación. No se trata de una forma mecánica de subordinación, pues la determinación económica tiene límites. Los campos superestructurales, aún siendo determinados, operan con cierta autonomía, tienen sus propias lógicas.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político” [1].
Del mismo modo, la producción gramsciana se encuadra en la filosofía de la praxis, pensamiento que aspira a concretarse en la práctica superando la escisión tradicional entre práctica y teoría, afirmando así la existencia de una práctica teórica y de una teoría práctica; enunciada y sintetizada en la undécima de las Tesis sobre Feuerbach de Marx: “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” [2].
Partiendo del historicismo absoluto de Croce, se apoya en una concepción de la realidad como producto de los procesos y del cambio históricos a la que no escapa ningún ser humano, ni los artistas, ni el arte mismo. Todo sujeto es parte del devenir y su papel no puede ser entendido fuera de éste. El artista no se queda fuera de esta consideración, pues, a pesar de ser individual, sigue estando determinado, aunque no de forma total, y dirigido. Es más, junto a Benjamin, considera que su función intelectual no puede ni siquiera ser separada del trabajo productivo general [3], forma parte de éste no siendo el autor sino un productor cuyas obras, además, llevan implícitas en sí una concreta concepción del mundo.
El artista, en tanto que sujeto, se encuentra insertado en un concreto momento de la historia y su arte es un producto de ésta. No existe un arte independiente de la misma que se sirva y exista solo por sí mismo, y así, con ella, él es una forma más de praxis, de proceso plural en devenir perpetuo.
Sin embargo, por ser precisamente individuos, no es posible la creación artificial de nuevos artistas, ni siquiera de un nuevo arte, sino que estos surgen en contextos culturales que sí se pueden luchar para que la cultura cumpla del modo deseado su función práctica, que es la tarea de la unificación [4], en pro de hacer universal una concepción del mundo para la cual hará falta partir del sentido común, es decir, “del nivel de cultura de las masas” [5].
Parece evidente que, para ser exactos, hay que hablar de lucha por una “nueva cultura”, y no por un “arte nuevo” (en sentido inmediato). Tal vez no se pueda siquiera decir, para ser exactos, que se lucha por un nuevo contenido del arte, porque este no puede pensarse abstractamente, separado de la forma. Luchar por un arte nuevo significaría luchar por crear nuevos artistas individuales, lo cual es absurdo, porque no es posible crear artificiosamente artistas. [6]
El movimiento de la Voce no podía crear artistas, es evidente; pero luchando por una nueva cultura, pueden también crearse artistas. Se trataba, esto es, de un movimiento vital, y en la vida existe también el arte. [7]
No obstante, la articulación de una nueva cultura sí puede propiciar el surgimiento de nuevos artistas y de nuevos contenidos en las obras, no de manera artificial, sino natural y espontánea, pero dirigida y determinada mediante la vinculación necesaria de cada individuo con su momento histórico y cultural, pues el arte “está siempre vinculado a una determinada cultura o civilización y luchando para reformar la cultura, se tiende y se llega a modificar el contenido del arte” [8].
Para Gramsci la espontaneidad total no existe ni puede existir en la historia, siempre en lo espontáneo hay elementos de dirección que son incontrolables, “en todo movimiento espontáneo hay un elemento primitivo de dirección consciente” [9]. Cuando trata la espontaneidad en relación a la cultura popular lo hace a través de su dimensión negativa aludiendo a la ausencia de “la actividad educadora sistemática por parte de un grupo dirigente ya consciente” [10]. En esta línea, los individuos cuya actividad aparenta resultar totalmente espontánea no lo termina siendo, pues “se han formado a través de la experiencia cotidiana ilustrada por el sentido común, es decir, por la concepción tradicional popular del mundo” [11], no escapan a una cierta dirección y determinación por parte de la hegemonía imperante, que no solo universaliza determinados afectos e intereses, sino que también delimita los términos en los que quienes pretendan revertirla para instalar su propia concepción del mundo deben actuar. El arte, pues, no es independiente, ni los artistas absolutamente espontáneos, surgen en un momento cultural concreto y están mediados por él en su producción.
Hay que hablar de lucha por una nueva cultura, o sea, por una nueva vida moral, que por fuerza estará íntimamente vinculada con una nueva intuición de la vida, hasta que ésta llegue a ser un nuevo modo de sentir y de ver la realidad, y, por tanto, mundo íntimamente connatural con los "artistas posibles" y con las "obras de arte posibles. [12]
La crítica de arte que busca solamente el carácter artístico de la obra y separa arte de propaganda política no impide que se traten de analizar los elementos culturales o políticos que el contenido ofrece, lo que indica es que la belleza de una obra no viene dada por el contenido, sino por la forma [13].
En la actividad crítica literaria propia de la filosofía de la praxis deben fundirse dos ámbitos que se distinguen: los elementos culturales y los elementos puramente artísticos y estéticos. Gramsci cita como perfecto ejemplo de este tipo de crítica a Francesco de Sanctis, que es “militante, no fríamente estética: es la crítica característica de un período de luchas culturales, de contrastes entre concepciones antagónicas de la vida” [14] que contrapone a la crítica de Croce. La distinción entre ambos ámbitos no debe ser concebida como una separación que niegue la relación existente entre ellos al modo croceano, que distingue entre lo artístico y lo extra-artístico, entre la poesía y la no-poesía, sino “en su relación dialéctica que prepara el principio de fusión: el elemento catalizador que actúa es -ya se ha visto- el de la lucha cultural” [15].
De entre los elementos historicistas que integra una obra de arte, Gramsci otorga especial importancia al lenguaje, no solo como conjunto de palabras, sino también atendiendo a otros modos de comunicación no gramaticales, es decir, el “conjunto de imágenes y modos de expresarse” [16]. Éste, ya sea o no gramatical, es portador de una determinada concepción del mundo que, como tal, se dirige a la transformación o conservación del vigente.
En el ámbito literario, no obstante, siendo las palabras y la gramática su vehículo, es más notable que en otros ámbitos artísticos el carácter cultural ya inscrito por la lengua en la que están producidas las obras. Como la traducción es en cierta medida un proceso de pérdida o cambio de significados, habrá en la obra original aspectos solo accesibles a los integrantes de la cultura y lengua en las que están inscritas, otorgando así una ventaja en el carácter nacional-popular de los productos artísticos más evidente a las obras literarias que al resto de producciones, pues “el lenguaje literario está estrechamente vinculado a la vida de las multitudes nacionales” [17]. Se contraponen en este punto dos tendencias: la tendencia cosmopolita, más propia de las obras no literarias en las que se termina formando un lenguaje universal que absorbe los elementos culturales, y la tendencia nacional-popular, reflejo de un ambiente cultural, que se construye en una “identidad de concepción del mundo entre escritores y pueblo" [18] de una cultura determinada que portan las producciones artísticas.
Contenido del arte, para Gramsci, es la “masa de sentimientos y actitudes hacia la vida que circulan en la obra de arte misma” [19], por ello, está históricamente determinado y constituye el elemento fundamental que porta en el arte la lucha por una nueva cultura. Los dos aspectos que componen una obra de arte, contenido y forma, son parte de una misma unidad, pues no pueden existir independientemente ni ser pensados por separado, pero esto no implica que no se puedan distinguir. En la distinción entre ambos elementos afirma la prioridad del primero sobre la segunda, no en sentido estético o artístico, sino histórico, desde la consideración de que:
La obra de arte es un proceso y los cambios de contenido son también cambios de forma, pero es “más fácil” hablar de contenido que de forma, porque el contenido puede ser “resumido lógicamente”. Cuando se dice que el contenido precede a la forma se quiere decir simplemente que, en la elaboración, los intentos sucesivos son presentados con el nombre de contenido, nada más. [20]
En este sentido, se puede concluir que “el arte es en definitiva forma condicionada por el contenido, en sí mismo históricamente determinado” [21].
El arte resulta interesante por sí mismo en tanto que “satisface una exigencia de la vida” [22], pero, al margen de este carácter, los elementos que interesan del arte son aquellos que pertenecen a la cultura y que, siendo parte del devenir histórico, cambian según los contextos y ambientes culturales, masas e individuos. Se identifican estos elementos por ser los que contribuyen al éxito y difusión de la obra. El que señala el autor como el más estable de los intereses es el moral:
Una obra de arte es tanto más popular "artísticamente" cuanto más su contenido moral, cultural, sentimental se adhiere a la moralidad, a la cultura, a los sentimientos nacionales, y no entendidos como algo estático, sino como una actividad en constante desarrollo. [23]
La popularidad de una obra de arte, entonces, depende no tanto de su carácter estético o artístico como del contenido y de los elementos culturales que se encuentran en ella. Sostiene que en Italia no existe una literatura nacional-popular porque los literatos se encuentran alejados del pueblo y vinculados a una casta, por tanto, al ser tan grande la distancia entre ellos y la realidad y afectos populares, no son capaces de producir obras que interesen, pues no reflejan aquellos elementos culturales que tienen en sí la potencia de convertir a una obra en popular.
En conclusión, Antonio Gramsci en su obra ofrece al arte un tratamiento fuertemente marcado por su pensamiento insertado en la filosofía de la praxis, atendiendo sobre todo a los aspectos culturales del mismo en vista de una lucha por una cultura nueva, paso previo a la conquista del poder político. Los artistas son seres individuales que surgen de cierta forma espontánea, pero dirigida por su momento. Así, tienen la función de expresar los sentires del tiempo y grupo social en que surgen. De igual modo, el arte es un producto más de la historia, está determinado por ella y contiene en cada obra ideas y concepciones del mundo que aspiran a hegemonizarse.
[1] A. Gramsci, Los intelectuales y la organización de la cultura, Araucaria, 2018.
[2] K. Marx, Tesis sobre Feuerbach, Biblioteca de autores socialistas.
[3] A. Gramsci, ‘Literatos y “bohême” artística’, Antología, Selección, traducción y notas, Manuel Sacristán, Akal, Madrid, 2013, p. 260.
[4] A. Seroni, ‘La distinción entre crítica de arte y crítica política’, Gramcsi y el marxismo, Proteo, 1965, p. 221.
[5] Ibídem, p. 220.
[6] A. Gramsci, ‘Arte y lucha por una nueva civilización’, Antología, Selección, traducción y notas, Manuel Sacristán, Akal, Madrid, 2013, p. 432.
[7] Ibídem.
[8] A. Gramsci, ‘Cuaderno XXI’, Cuadernos de la cárcel, Ediciones Era, México, 1999, Tomo V, p. 107.
[9] A. Gramsci, ‘Espontaneidad y dirección consciente’, Antología, Selección, traducción y notas, Manuel Sacristán, Akal, Madrid, 2013, p. 277.
[10] Ibídem, p. 279.
[11] Ibídem.
[12] A. Gramsci, ‘Arte y lucha por una nueva civilización’, Antología, Selección, traducción y notas, Manuel Sacristán, Akal, Madrid, 2013, p. 432.
[13] A. Gramsci, Cuaderno XIV’, Cuadernos de la cárcel, Ediciones Era, México, 1999, Tomo V, pp. 208-209.
[14] A. Gramsci, ‘Arte y lucha por una nueva civilización’, Antología, Selección, traducción y notas, Manuel Sacristán, Akal, Madrid, 2013, p.430.
[15] A. Seroni, ‘La distinción entre crítica de arte y crítica política’, Gramcsi y el marxismo, Proteo, 1965, p. 209.
[16] A. Gramsci, ‘CuadernoVIII’, Cuadernos de la cárcel, Ediciones Era, México, 1999, Tomo III, p. 50.
[17] Ibídem.
[18] A. Gramsci, ‘Concepto de nacional-popular’, ¿Qué es la cultura popular?, Publicacions de la Universitat de València, 2011, p. 136.
[19] A. Gramsci, ‘Cuaderno XIV’, Cuadernos de la cárcel, Ediciones Era, México, 1999, Tomo V, p. 208.
[20] Ibídem, p. 163.
[21] Alfaro, S. (2016). Estética, historicismo y praxis política: Gramsci y el arte. Realidad: Revista De Ciencias Sociales Y Humanidades, (148), p. 87.
[22] A. Gramsci, ‘Qué es interesante en el arte’, Antología, Selección, traducción y notas, Manuel Sacristán, Akal, Madrid, 2013, p. 274.
[23] A. Gramsci, ‘CuadernoVIII’, Cuadernos de la cárcel, Ediciones Era, México, 1999, Tomo III, p. 51.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.