La principal tarea intelectual hoy, tal como señalase Foucault en diálogo con Deleuze, consiste en posibilitar la expresión abierta de la voz popular.
Allá por 2015, cuando parecía que el descontento social se encaminaba hacia una construcción política con la intención y fuerza requeridas para cambiar las cosas, Nacho Vegas escribió una canción reveladora de aquel clima. Me refiero a Vinu, cantares y amor, publicada curiosamente para una marca de vino en una muestra de las contradictorias posibilidades de difusión de los discursos políticos. El tema se incluyó en un EP muy oportunamente titulado Canciones populistas junto a otras composiciones reivindicativas como, por ejemplo, Canción para la PAH, una actualización del poema de Gloria Fuertes No perdamos el tiempo. En Vinu, cantares y amor se llama a acompañar la lucha política con cuanta celebración de la vida sea posible en las circunstancias que nos atraviesan y contra las que nos levantamos. Así es que Vegas canta: «si nun hai vinu, cantares y amor / esta nun ye la mio revolución». Se enfatizaba la persecución de la alegría y la esperanza que convendría que acompañasen a todo movimiento social y político.
De todas formas, tal defensa de la alegría no es el motivo que me lleva a reivindicar aquí esta composición. De toda la discografía de Nacho Vegas, bien conocida por afrontar sin disimulos la amalgama de padecimientos y dolores emocionales y también políticos y sociales de esta vida que nos toca vivir, si me quedo con Vinu, cantares y amor no es tanto por el contenido esperanzador de la canción sino por las voces que en ella enuncian ese mensaje: la voz de la obrera, del enfermo, de la puta, del preso, de la noctámbula, de pueblos y vecindarios que comentan entre ellos sus anhelos y padecimientos.
Ya en otra canción publicada un año antes evocaba Nacho Vegas la voz del oprimido. Así comienza Polvorado: «¿Dónde está nuestro pan, patrón? / ¿Dónde quedó todo ese dinero? / ¿Lo tiene oculto bajo el colchón / o lo escondió en otro sucio agujero?». De este modo, la enunciación tiene lugar en un contexto de abierto enfrentamiento entre los trabajadores y el propietario que usurpa los beneficios por ellos producidos. El paso adelante de Vinu, cantares y amor radica en que las voces oprimidas que se alzan no lo hacen solo contra aquellos que les aplastan, sino que se cuadran en una voz coral para unirse a otras que atraviesan similares situaciones de dolor social. Especial significancia tiene el grito del borracho al camarero: en un contexto donde podríamos ponernos con facilidad del lado del trabajador precario que tiene que soportar los delirios e insistencias del alcohólico, se nos denuncia una realidad donde ambos comparten gran parte de sus problemas sociales. No sería de extrañar que el borracho hundido en su adicción hubiese sido previamente un camarero explotado. El potencial de Vinu, cantares y amor que deseo aquí reivindicar y defender es, por tanto, el de la voz de un pueblo que habla sin miedo y sin recelos entre sí, y que a poco que lo hace siente con fuerza y claridad una revelación: la de su unión en torno al oprobio compartido.
Pudiera hasta ahora parecer que me encamino a una defensa de las tesis populistas de la enunciación, pero cuidado: aquí es ya el propio pueblo quien alza su voz, haciéndola pasar del susurro y el rumor al grito liberador y liberado. Un clamor común nacido de la más pura de las verdades del sufrimiento sometido. El pueblo vejado y maltratado lleva en sí mismo la verdad que tantas veces otros han tratado de enseñarle. La sociedad viene despertando una voz discordante al tiempo que la ahoga en los confines de un monólogo interno que carcome la cabeza cada día. Pero surge un clima social rupturista donde por doquier se ve replicado ese lamento del terror al que uno se ve condenado si quiere lograr un sostén material que permita sobrevivir. Al rehuir el cinismo fatalista propuesto por el poder, al extender y compartir la queja, comienza la superación del predominante ambiente cultural e ideológico que intentaba ridiculizar cualquier protesta. En cuanto habla, el pueblo percibe que en la rabia de su opresión la única mentira excéntrica es la que durante tanto tiempo le forzó a contenerse, persuadiéndolo de su errónea percepción de la realidad.
La vieja mentira impostada no logra resistir al lenguaje del pueblo cuando este se levanta y se despliega por todo el territorio geográfico y social. Son variados y quizás imprevisibles los motivos que pueden llevar a un «levantamiento» cultural de este tipo. Hoy pudiera parecer que la inflación y el ambiente belicista, con cuanto conllevan, traen de nuevo un clamor insolente. Sin embargo, en estos tiempos da la impresión de que otros intentan adueñarse de esa voz para hacerla pasar de la cultura neoliberal a la abiertamente reaccionaria, prescindiendo de cualquier análisis material o popular más allá de una estrafalaria, histriónica y farsante representación. No conviene desdeñar las capacidades y los aprendizajes de un pueblo hastiado de ser ridiculizado. Tampoco las de unas élites políticas y económicas que han destinado numerosos recursos a estudiar y configurar a su antojo el ambiente mediático que posibilite su resurgimiento y, al mismo tiempo, extender la idea de que ese hábitat del que es propietario resulta un elemento frente al cual se sobrepone demostrando un fingido poderío popular. Así como el lenguaje de clase y las tradiciones de los oprimidos le fueron robados en las últimas décadas a la clase trabajadora, no sucedió lo mismo, claro está, con las clases aristocráticas, acaudaladas, poderosas. Estas hoy desempolvan el descaro de aquella soberbia señoritinga y caciquil que a lo largo de la historia se ha servido de la más cruda de las violencias para mantener su dominio sobre España.
La teoría mística del lenguaje que Walter Benjamin configura en un texto de 1923, Sobre el lenguaje en general y el lenguaje de los humanos, alude entre otros muchos elementos de interés a una corrupción del lenguaje nominal, heredero del lenguaje divino de la Creación, que habría permitido a los humanos evocar el espíritu de las cosas – nombrarlas – en tanto lo que son. De aquel lenguaje del paraíso se habría «caído» a otro instrumental, que podríamos llamar «ideológico» en términos marxistas, al servicio de las pretendidas “creaciones” sociales humanas. Vinculando esta perspectiva a la de otro texto de Benjamin, Destino y carácter, cabría afirmar que esa corrupción se correspondería ni más ni menos que con el robo del lenguaje por parte de unos “dioses” impostados que le usurpan a sus oprimidos la capacidad misma de hablar, mas nunca la de pensar, ver o comprender. Los opresores “crean”, configuran el mundo a su antojo asignando por medio del nombre un carácter a los oprimidos, carácter siempre plegado a los designios del destino que los poderosos mismos persiguen. Así, el héroe trágico que es el oprimido apreciaría con claridad lo injusto de su opresión, al igual que su superioridad moral y hasta histórica con respecto al opresor, el a sí mismo denominado dios que rige la sociedad. Pero tal conocimiento revelador no es suficiente para salir de su mudez. El oprimido continúa restringido al mantenimiento del carácter productivo y esforzado con el que se mueve la locomotora histórica de los opresores hacia el particular destino que pretenden darle a la estrujada humanidad. Oír, ver y callar. Entre tanto, producir. El lenguaje permanece en manos ajenas.
Tan solo hay una suerte en esta historia de desventuras: ninguna mudez es absoluta – decía Gramsci que no hay hegemonía total. Siempre quedan resquicios, reductos de la lengua y cultura oprimidas que pueden propiciar una crisis hegemónica y hasta adueñarse de la misma. En los rumores murmurados, atemorizados ante un posible descubrimiento que los condene y destruya, tal como ocurría por ejemplo con los pasquines y radios clandestinas del período franquista, pervive agonizante pero tenaz la tradición de los oprimidos que Benjamin llama a reavivar en sus últimos escritos, las Tesis de Filosofía de la Historia, redactados poco antes de su suicidio, cuando el pensador lo creía todo perdido en su huida de los nazis.
Si los planteamientos del lenguaje en Benjamin se aplican, como él mismo hizo en su última etapa, al materialismo histórico, nos encontramos con la conveniencia y hasta necesidad de difundir el lenguaje oprimido. A este lo acalla sistemáticamente la tradición opresora dominante a través de sus saberes sociales e históricos pretendidamente científicos, objetivos y apolíticos. Pero ni la mentira más sofisticada logra resistir indemne a la incertidumbre de la historia ni a la acumulación de rabia y sufrimiento que los oprimidos atesoran frente a la riqueza y poder material que expropian y acaparan los opresores. La tradición de los condenados y perseguidos, sus saberes y enseñanzas son, junto a la «culpabilizadora» condena del nacimiento en un lugar social equivocado, la única herencia con que cuentan las clases oprimidas, herencia que nunca o al menos no todavía ha desaparecido por completo.
Por todo ello cabe defender que, tal como señalase Foucault en diálogo con Deleuze, la principal tarea intelectual hoy consiste en posibilitar la expresión abierta de la voz popular. El pueblo no necesita que se le enseñe su opresión: tan solo que se le permita hablar. No es esta pequeña tarea. Aparece inmediatamente la necesidad de algún mínimo cambio económico y político de aproximación a una auténtica democracia en la que nadie se arriesgue al acoso, despido, desahucio o hambre por el mero hecho de hablar o asociarse en cualquier colectivo que no guste al patrón o al inversor. No obstante, incluso cuando esa reivindicación quizás sea ya necesaria para abrir un proceso político, conviene buscar estrategias en otros ámbitos. Pienso en el artístico y cultural.
Un esbozo de esta idea pasaría por la explotación directa de los dispositivos culturales y artísticos, desde los propios medios de comunicación hasta la música o la literatura, para hacer de ellos el entorno compartido que juegue como difusor de un discurso denunciante sin eufemismos. Es necesario que estos ámbitos sean abiertos a voces atravesadas por los muy variados tipos de opresión que existen. Se trata de ir más allá de los sospechosos entornos de las redes sociales anonimizadas y repletas de bots. Alcanzar la esfera pública “oficial”, “prestigiosa”, “mediática”, ese mundo que se presenta a millones de personas a través de «pretenciosos gestos universales», luminosos platós, cuidadas ediciones de bolsillo y novedosas series de televisión. La conquista de esos terrenos por parte de los lenguajes que hoy son acallados por no concordar ellos mismos ni las características de sus hablantes con los criterios performativos del “experto” tipo en el subsistema mediático y cultural del presente supone el primer paso para cualquier proyecto democrático, al que también podemos llamar, si se quiere, «contrahegemónico» o, incluso, «constituyente».
La reacción, que como ya he comentado cuenta de inicio con la ventaja de una infinitud de recursos económicos y mediáticos, ha desarrollado en los últimos tiempos este juego para propagar la vieja cosmovisión fascista: que el mediano humille al pequeño y deje tranquilo al grandullón que a ambos aplasta. Una perspectiva contestataria habría de ampliar la estrategia con todas las herramientas ilustradas y culturales que posibilitan apreciar la compartida opresión popular al tiempo que destruyen con su sola difusión la gallarda bravuconería de la mentira. Recuperando un conveniente título al cual tengo la personal impresión de que acuden hoy más facciosos que leninistas, algo así es lo que propondría como punto de partida en el campo de la cultura y el arte de cara a abrir una nueva senda política radicalmente popular si se me preguntase: ¿qué hacer?
Devolver al pueblo la voz y el conocimiento que se le arrebataron bajo los términos de cierta cultura y ciencia social, y su pretendida y pretenciosa objetividad. Una literatura que todos puedan construir y compartir por su forma, y cuyo fondo esté a la altura de los olvidados. Que la existencia de la opresión incomode más que su denuncia, que la sospecha se traslade del grito al silenciado pasado de los oscuros éxitos salidos de nadie sabe dónde. Si los hijos de los vencedores acuden en los períodos de agitación social a la literatura como vía evasora de cualquier vínculo o deuda con su sociedad y los privilegios que de su sangría han heredado, resulta evidente que la tradición oprimida ha de disputar ese terreno, y el del arte y la cultura en general, para conseguir alzar la voz que con tanta insistencia y tan intrincadas estrategias han intentado acallar. El rumor del pueblo expoliado, explotado, condenado a la esclavitud del trabajo para abonar al que dispone pero no hace, al que ordena pero no dobla la espalda, al que invierte pero ni siquiera pone la lavadora. Esa es la voz a cuyo ascenso debemos hoy contribuir. Son justamente los mayores reaccionarios quienes saben bien que España, con su historia, está íntegra en sus libros. Debemos encargarnos de que siga estándolo. No levantar un nuevo velo que camufle todavía más la realidad de nuestra sociedad, sino rasgar los existentes hasta desnudar este revestido y disfrazado mundo.
En todas sus formas, literatura, cine y música son solo algunos de los mecanismos culturales donde técnica y conocimiento pueden servir a tal fin, el de la lucha y liberación del pueblo por sí mismo, alzando su propia voz. Todo para que llegue un día en el que ya no posibilitemos ni esperemos que borrachos y chigreros se unan contra los poderes estructurales que joden sus vidas, un día en el que, como en la canción de Nacho Vegas, eso ya no vaya a ocurrir porque ya esté ocurriendo ahora.
En el sistema semiológico de Barthes el mito se presenta como una potencia naturalizadora, una herramienta de normalización. Por eso, en su descripción de las lógicas de funcionamiento del mito hay todo un intento de impugnar la normalidad de los quehaceres cotidianos
Hoy más que nunca necesitamos disponer de horizontes de futuro confiables, asegurar nuestras vidas -y no para cualquier forma de vida, sino para una que valga la pena ser vivida- como condición de posibilidad de cualquier forma de libertad política (pues sabemos que sin seguridad y confianza en el porvenir no hay libertad sino miedo y servidumbre).
La coyuntura tiene la singularidad de ser aquel momento sin el cual no se podrían visualizar ni reflexionar sobre determinados problemas políticos. Pensar la coyuntura implica, decía el epistemólogo crítico Hugo Zemelman, comprender el presente-potencial.
En suma, Mercado y Estado no son términos antitéticos, sino necesariamente complementarios. Pero decimos más: no se trata sólo de considerar que ambas realidades son dependientes históricamente, sino de enfatizar que sus componentes estructurales están tan sumamente involucrados que sus contornos llegan a hacerse borrosos, hasta el punto de confundirse.
El contexto Covid-19 nos trae un 'horror vacui' diferente, algo más angustiante que la patología psicológica conocida como 'fear of missing out' (FOMO), la posibilidad de que no nos estemos perdiendo nada porque nada está pasando y nada puede pasar.
Hemos lanzado una batería de preguntas a distintos pensadores y pensadoras con el fin de acercarnos a un análisis no tanto de la crisis del coronavirus en sí, como de los distintos escenarios de futuro a que nos puede conducir su salida. Aquí las respuestas que nos ha dado Luciana Cadahia, filósofa argentina, autora de Mediaciones de lo sensible. Hacia una nueva economía crítica de los dispositivos (FCE, 2017) y El círculo mágico del Estado (Lengua de Trapo, 2019).
¿Qué pasa si dejamos de considerar a la propiedad como algo sagrado y “permanente”, que incluso trasciende al individuo (y su supuesto esfuerzo) hasta sus herederos, y empezamos a considerar que esta es imposible sin un complejo sistema de relaciones sociales colectivas que la sostiene desde su origen?
¿Y si las plataformas y su modelo de explotación basado en la extracción de datos hubieran sido solo un impasse en el proceso de construcción del Internet que finalmente se estabilizará en el futuro?
La serie es un éxito puesto que (re)construye cómo una ideología como la Alt-Right puede llegar a ser hegemónica y lo hace en una dialéctica constante con la realidad que vive la sociedad estadounidense y sus pilares racistas.
El necro-liberalismo asume de forma explícita y obscena la imposibilidad de conjugar el mantenimiento de la vida con el mantenimiento del orden político y económico, de ahí que se caracterice por hacer gala y enarbolar sin complejo alguno la bandera del desprecio a la vida.
Realismo capitalista es –haciendo de lo complejo sencillez y de las respuestas fáciles preguntas difíciles– una de las grandes obras políticas de nuestro siglo, la que emite algunas lecciones fácilmente numerables para las políticas del “deseo poscapitalista” en el siglo XXI.
Creo que hay pocas definiciones más hermosas de democracia que aquella que reconoce no ser más que el esfuerzo que realizamos conjuntamente para definir a oscuras, acompañado por otros tan ciegos como nosotros mismos, qué es bueno y qué es malo.
A pesar de la omnipresencia de este debate, es necesario cubrir una carencia fundamental de la mayoría de estos discursos: rebatir el desdén generalizado ––en gran parte de las ocasiones automático; en otras sencillamente visceral–– hacia la nostalgia y, en consecuencia, hacia su poso melancólico.
El valor de los libros de Peter Frase, Olin Wright y Aaron Bastani reside en su capacidad para darle la vuelta al famoso dictum de Jameson e imaginar que el neoliberalismo no existe. Hay una potencia afirmativa en esa negación que no es una cuestión menor.
Aquí las respuestas que nos ha dado Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, autor, entre otros, de Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado (Anagrama, 1995), Leer con niños (Caballo de Troya, 2007), Islamofobia: nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015) y Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2017).
En estas líneas comparto con las compañeras y compañeros de España algunas reflexiones sobre las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo en Chile y su relación con la rebelión popular que se inició en octubre del 2019. Primeras impresiones que destilan optimismo por los resultados favorables para las fuerzas políticas transformadoras que obtuvieron la mayoría de los escaños en la Convención que redactará la nueva Constitución Política, una Convención con paridad de género y 17 representantes de los pueblos indígenas.
Como dice Eva Illouz en el prólogo del libro de Horvat, parece que el capitalismo nos ha arrebatado la capacidad de amar de manera radical. Nos encontramos ante la imposibilidad de replantear un concepto que parece haber quedado diluido entre las crisis del neoliberalismo.
Somos mucho más rentables como espectadores-consumidores de contenido en plataformas ya que, si la televisión entraba en nuestra casa para ofrecernos entretenimiento a cambio de un porcentaje de tiempo invertido en publicidad, esta nueva forma de extracción de beneficios entra directamente en nuestro cuerpo, para buscar beneficios en los datos derivados de nuestro comportamiento.
Los nuevos periodistas crecen sabiendo que su futuro es un campo de minas, estudian una carrera muy mal estructurada y muy exigente y, como recompensa a todo ese aguante, obtienen un puesto mal remunerado, tremendamente esclavo y, por supuesto, inestable y frágil.
Hay una creencia generalizada de que el progreso de la ciencia es imparable y de que la tecnología todo lo puede. No cabe en nuestras mentes, pero especialmente en la de nuestros gobernantes, que pueda haber límites biofísicos y energéticos a lo que somos capaces de hacer
Las tesis que reproducimos a continuación fueron escritas por Bertolt Brecht en los años treinta, en el marco del debate con Gyorg Lukács sobre la definición de «realismo» en la literatura y el arte, así como el empleo del mismo por los artistas antifascistas.
Este artículo fue publicado originalmente por Stuart Hall en la revista Universities & Left Review, en el otoño de 1958, un momento en el que las transformaciones del capitalismo y de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial estaban cambiando Gran Bretaña y el mundo para siempre. La traducción al español es de Manuel Romero.
Si ya no vemos igual, ni desde los mismos dispositivos, si cada vez hay más oferta de productos audiovisuales y el fútbol no mueve ficha, corre el riesgo de quedarse fuera de los nuevos mercados del consumo audiovisual.
Este texto se publica en el marco del debate que tuvo lugar en el seminario "Marx y El Capital en el mundo contemporáneo" entre Jesús Rodríguez y Manuel Romero a propósito del lugar de lo político en la teoría marxista.
La transformación digital sigue hoy una dirección marcada por las políticas del momento, que favorecen la concentración empresarial, la extracción masiva y la acumulación de poder. Pero, como sucedió a principios del siglo pasado, estos criterios políticos pueden cambiarse.
La camaradería es el resultado de la solidaridad, del compromiso y de la disciplina. Es una práctica compleja, en la que se fracasa una vez para levantarse y fracasar mejor. A veces puede ser asfixiante, pero la mayor parte de las veces es liberadora. Somos nosotres en un sentido colectivo.
'Los olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario' no es un libro más, descubre el hilo común del pensamiento reaccionario contemporáneo y, a la vez, hace un ejercicio de arqueología brillante para responder a las entelequias de un obrerismo que pretende invocar a una clase obrera que jamás existió.
En medio de una pandemia mundial -donde el proceso productivo neoliberal en el que ya vivíamos condiciona nuestra manera de sentir, relacionarnos y también curarnos-lo último que se permite es adolecer. Nuestras pérdidas son rápidas, ocultadas, secretas, dejan un duelo mudo, pero igual de profundo, es un duelo arrebatado.
El duelo, mientras haya recuerdo, afecto, es inevitable. La cuestión consiste en hacer un duelo sano, que sea llevable, en una existencia y una pérdida de la que el sujeto sea capaz de hacerse cargo.
Series como 'Succession' sirven para detectar la corrosión del poder, la política y el dinero mientras nos deleitamos con las disfunciones psicológicas de sus protagonistas. Si la serie sirve para cartografiar el capitalismo multinacional es gracias a su efecto de “totalidad”.
Disney no podría habernos ofrecido un simbolismo más explícito de su empresa ideológica: Una casa (propiedad privada) que requiere de nuevas, reformadas y más progresistas, formas dentro de la misma institución (familia) para poder recuperar la magia (herencia).
"La pandemia ha enfatizado enormemente una tendencia que ya se estaba dibujando: una condición de miedo a la corporeidad, me atrevería a decir, incluso, una sensibilización fóbica hacia el cuerpo del otro."
«Muchas personas dicen que la experiencia de haber participado en un laboratorio ciudadano les cambió la vida»
Más que luchar por una u otra interpretación, una misión muy loable pero que para mí aún es dudosa en el ejercicio de la crítica cultural, la indefinición de lo afectivo nos debe conducir a identificar a qué anhelos desarticulados apela la cultura popular.
Este texto es un informe presentado el 20 de enero de 2017 en el marco de la sesión ¿Quiénes son los comunistas? de la Conferencia de Roma sobre el Comunismo. Fue publicado originalmente en italiano con el título Chi sono i comunisti en la página web del colectivo Euronomade, y traducido ahora al castellano por Manuel Romero.
Con el verano liberamos algo de tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos y novelas para que podáis disfrutarlas durante el mes de agosto, y hacer así algo más ameno este calor insufrible.
La afirmación de Wittgenstein de que no existe “aplicación” de una regla porque la instancia de aplicación es interna a la propia regla y, como consecuencia, la transforma, es totalmente válida como principio rector para escribir una tesis.
Habitualmente se entiende que la ciencia ficción, precisamente por su carácter especulativo, es un género con una relación particular con el progresismo y la izquierda. Sin que esto sea necesariamente falso, la realidad es que la historia del género está llena de grandes figuras y obras notables con relación directa con posturas reaccionarias e incluso con el fanatismo religioso.
De un tiempo a esta parte me interesan las figuraciones de clase. Historias que reivindican las formas de vida obreras, ficciones que no esencializan ni se edifican en el antagonismo social y que de algún modo liberan a la literatura obrera de sus tareas históricas.
Gorriti es Filósofa, becaria doctoral CONICET y docente de la UNC. Autora de Nicos Poulantzas: una teoría materialista del Estado (Doble ciencia). Farrán es Filósofo, Investigador CONICET y docente de posgrado (Universidad Nacional de Córdoba). Autor de Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra) y Nodaléctica (La Cebra).
El miedo de no saber qué demonios va a pasar con nuestra vida y con la de aquellos que queremos. El miedo de mirar al futuro y no saber qué esperar. El miedo de no ver un horizonte de posibilidad, sino un muro tras el cual no sabemos qué se esconde.
No es nuevo decir que, tras décadas de neoliberalismo, la responsabilidad sobre el empleo descansa cada vez más sobre los propios individuos. Cada vez son más los programas educativos que añaden en sus currículos una nueva y apetecible competencia: la empleabilidad.
Actualmente el debate se ha simplificado a partir de la categoría de "lo posmo", de manera que si te preocupa lo estético para construirte como sujeto, parece que estás abandonando la lucha de clases.
La digitalización, que sigue un progreso exponencial según la ley de Moore, permite concebir, incluso a corto plazo, una sociedad en la que las máquinas realicen la mayor parte de las tareas, dejando a los humanos mucho tiempo para el autodesarrollo.
Como defendió Matt Colquhoun recientemente en su blog, la serie no es el capitalismo avanzando a través de la apropiación del sentimiento anticapitalista sino el sentimiento anticapitalista avanzando a través de la apropiación del capitalismo.
El video presidencial en inglés siguen revelando datos importantes del relato que el gobierno está cocinando, en él se resignifican dos de las imágenes con las que se ha caracterizado al régimen uribista de Duque: la del títere y la del hombre desconectado de la realidad.
Las comunidades no se pueden descontextualizar de los modos de producción en las que están insertas, de las transformaciones que se producen y en las que son producidas por seres humanos en el paso de sus vidas.
En este marco el ámbito de la cultura cobra especial importancia en la consecución de la hegemonía, proceso a través del cual se universalizan intereses y afectos, en palabras de Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
«La literatura, para mí, está presente en cada momento, en cada detalle de lo cotidiano, está sucediendo todo el tiempo. Pero, al mismo tiempo, qué difícil es lograr una buena traducción de la vida a las palabras, de la mente a las palabras.»
¿En qué se debe basar, entonces, nuestro hacer político y sus distintos modos? He aquí la pregunta fundamental. La respuesta por la que aquí apostamos es la autonomía, la capacidad del grupo para dotarse de sus propias reglas independientemente de factores externos.
«Es necesario un nuevo movimiento internacionalista y pacifista que en los diferentes países movilice los intereses de las grandes mayorías, que exija la toma de acciones para prevenir conflictos, y en particular que se pongan fuertes límites a las armas nucleares.»
El pensamiento de Davis, como buen materialista y marxista, operaba en continuo diálogo con el ruido del presente, con sus obstáculos, sus rugosidades y pliegues, sus pervivencias, sus proyecciones y posibilidades.
Pese a que son siglos lo que nos separa de los escritos de Burke, su definición de lo sublime parece ajustarse al milímetro a la situación actual, y nos da las claves para entender por qué podemos experimentar placer estético en las consecuencias de una pandemia.
La pregunta que tenemos que hacernos es si preferimos vivir peor para mantener ciertos negocios o apostamos por mejorar la vida y forzar un desplazamiento productivo hacia otros sectores. Claramente lo que tiene que primar es la calidad de vida y lo que tiene que adaptarse es el modelo productivo, no al revés.
Si el ecologismo desea tener una incidencia real en las disputas políticas del futuro inmediato (y es imprescindible que la tenga) no puede pasar por alto las peculiaridades y temporalidades de las diversas esferas de lo humano.
Si necesitamos pensar lo que nos está ocurriendo, ¿no sería importante que reflexionáramos sobre si lo que está sucediendo solo corrobora nuestras categorías y plantillas previas o si marca una diferencia aún por establecer?
El verano y las vacaciones se agotan, y también el tiempo libre para dedicar a la lectura, al cine o simplemente a no hacer nada. En el IECCS hemos recopilado algunos títulos de ensayos, novelas, películas y documentales para que puedas disfrutarlas durante el mes de agosto.
Cabe cuestionarse si a estos "liberales" alguna vez les importó algo más que su persona, si aquella condescendencia de clase no supone en realidad un brillante ejemplo de conciencia de clase –de clase privilegiada, por supuesto– a la que le duró demasiado el disfraz democrático y popular.
¿No hay algo profundamente sospechoso en reflejar del lado de lo plebeyo la responsabilidad última del fascismo? ¿Por qué no encontramos, del lado de las élites, una imagen que pudiera tener el mismo peso simbólico? No es casual que el pueblo aparezca como el lugar de una sospecha y las élites queden, astutamente, sustraídas de la escena.
La idea de la compulsión a la repetición es muy poderosa y ha calado profundamente en nuestra cultura. Me gustaría argumentar que, históricamente, el marxismo ha experimentado cuatro neurosis importantes: la neurosis económica, la neurosis filosófica, la neurosis histórica y la neurosis cultural.
«Leí tu libro la semana pasada y me sentí como si saliera a tomar aire después de pasar mucho tiempo bajo el agua. Me gustaría agradecerle de todo corazón que haya expresado de forma tan elocuente casi todo lo que había que decir, y que haya proporcionado una razón para la esperanza, cuando yo estaba a punto de desesperar.»
Al igual que los Shelby, podemos contemplar nuestras sociedades y afirmar que las élites son despiadadas, crueles e insolidarias. Sin embargo, conviene separarse de ellos a la hora de configurar el futuro a perseguir, uno en el que no quepan egoísmos narcisistas ni tradiciones opresoras.
En definitiva, en el Manifiesto la ciencia le habla a la política como un cliente exigente que demanda aquellos servicios por los que paga. Esta posición no es nueva. Viene construyéndose desde hace décadas, en especial desde el mercado hacia el Estado.
¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.
La crítica política y social se consiguió transmitir desde la crítica cultural, en una alianza estética de raigambre nietzscheana en la que la música era un elemento de transformación radical. Este nuevo paradigma no había sido aprovechado por la izquierda tradicional, que dejó pasar el impulso que esta revolución cultural había traído.
La guerra en Ucrania sitúa en un primer plano la importante dependencia energética exterior de la UE y aboga por una aceleración en el proceso de transición verde acometida en toda su extensión.